Caracter esotérico de los Evangelios

Resultado de imagen de imagen de Cristo

Primero, “la venida de Cristo” significa la presencia del Christos en un mundo regenerado, y de ninguna manera la venida real de “Cristo”Jesús  en  un  cuerpo.

Dicha  profecía  se  refiere  al  descenso  del  Espíritu  de  la  Verdad  (Christos)sobre  la  Tierra,  después  de  cuya  venida  –que  tampoco  tiene  que  ver  con  Jesús–  dará comienzo  la  Edad  de  Oro.  Y  este  versículo  nos  recuerda  que  para  alcanzar  la  bendita condición de teofanía y teopneustía interiores (o subjetivas) se debe pasar antes por la crucifixión  de  la  carne  o  materia.  Exotéricamente,  las  palabras  Iesous Chreistos theouhuios  sotêr  stauros(Jesús,  Cristo,  Hijo  de  Dios,  Salvador,  Cruz)  parecen  idóneas  para referirse a una profecía cristiana; pero son paganas, y no cristianas.

...pues Christos –el verdadero Salvador esotérico– no es un hombre, sino el Principio Divino en todo ser humano. Quien  se  esfuerza  por  resucitar  al  Espíritu  crucificado  dentro  de  sí  mismo  por  sus propias pasiones terrenales y enterrado en el “sepulcro” de su naturaleza carnal; quien tiene  la  fuerza  de  apartar  la  piedra  de  materia  de  la  puerta  de  su  propio  santuario interior, tiene en sí mismo al Cristo resucitado. El “Hijo del Hombre” no es hijo de la sierva –la carne–, sino en verdad de la mujer libre 64, el Espíritu 65 , hijo de las acciones del hombre y fruto de su propio trabajo espiritual

Los filósofos –al menos algunos de ellos– que entienden el significado oculto de los universalmente esperados Avatâras 66, Mesías, Sosioshes 67  y Cristos, saben que no es “el fin del mundo”, sino “la consumación de la Era”, es decir, un nuevo fin de ciclo, como  lo  es  el  que  ahora  se  aproxima

Aquello que es el ideal más puro y más grande, el símbolo de los símbolos: el Divino  Espíritu  inmortal  en  el  hombre,  ya  se  le  llame  Horus, Krishna, Buddha o Cristo. Ninguno  de  ellos  ha  dicho  jamás  “yo  soy  el  Cristo”;  porque  los  que  han  nacido  en Occidente se sienten tan solo Chrêstianos 69, por más que se esfuercen en llegar a ser Christianos en espíritu.

Las palabras de Jesús anteriormente citadas se aplican con gran exactitud y fuerza a aquellos  que,  en  su  presunción  y  orgullo  colosal,  rehúsan  alcanzar  el  derecho  a semejante nombre, pues para eso deben llevar la vida de Chrêstos 70; a aquellos que se proclaman  arrogantemente  “cristianos”  (glorificados,  ungidos)  por  la  sola  virtud  del bautismo  que  reciben  cuando  no  tienen  más  que  unos  cuantos  días  de  edad.  ¿Acaso puede  todo  aquel  que  ve  los  numerosos  falsos  profetas  y  seudo apóstoles  (de  Cristo) que ahora vagan por el mundo, dudar del conocimiento profético de quien pronunció este notable aviso? Estos han dividido la divina Verdad Una en fragmentos, y roto –sólo en el ámbito de los protestantes– la roca de la Eterna Verdad en trescientos cincuenta y tantos pedazos, que  equivalen  al  total  de  las  sectas  disidentes

La  gran  mayoría  de  sus  respectivos seguidores matan diariamente a Cristo en el madero cruciforme de la materia, el “árbol de la ignominia” de los antiguos romanos. El culto a la letra muerta en la Biblia no es sino una forma más de idolatría, y nada más. Un dogma fundamental de la fe no puede existir bajo la forma de un Jano de doble cara. La “justificación” por Cristo no puede efectuarse por la elección o el capricho de uno, ya sea por la “fe” o por las “obras”; y como Santiago (II, 25) contradice a San Pablo (Heb. XI,31) y viceversa 72, uno de ellos ha de estar equivocado. Por consiguiente, la Biblia no es la “Palabra de Dios”, sino que contiene sólo las palabras de hombres falibles y maestros imperfectos. Ahora bien, cuando se lee  esotéricamente podemos  descubrir  que contiene, aunque  no  toda  la  verdad, sí  nada  más que la verdad  bajo  una  forma alegórica...quot homines, tot sententiae (Hay tantas opiniones como hombres). El principio  Cristo,  el  despierto  y  glorificado  Espíritu de  la Verdad, puesto  que  es universal  y  eterno,  el  verdadero  Christos no  puede  ser  monopolizado  por  persona alguna, aunque esta persona se haya atribuido deliberadamente el título de “Vicario de Cristo” o “Jefe” de una u otra religión estatal. Los espíritus de Chrêstos y “Cristo” no se pueden limitar a un credo o a una secta determinada, por el hecho de que a una secta le plazca  exaltarse  por  encima  de  todas  las  demás  religiones  o  sectas.  El  nombre  de Cristianismo se ha utilizado de forma tan intolerante y tan dogmáticaca, especialmente en nuestros días, que hoy es la religión de la arrogancia par excellence (por excelencia), no más que un peldaño para conseguir las ambiciones personales, una prebenda para la riqueza,  la  impostura  y  el  poder,  una  máscara  donde  esconder  la  hipocresíaPero  rara  vez  el Cristianismo es para él otra cosa que una profesión. Más que una religión, su trabajo es condenar públicamente a la perdición eterna y al fuego del infierno al santo más grande, si éste tan sólo se hubiera negado a pasar por la forma inútil y sin  significado  del  bautismo  con  agua,  con  toda  la  palabrería de  oraciones huecas y vano ritualismo. Y decimos a propósito “oraciones huecas” y “vano ritualismo”. Pocos cristianos entre los laicos conocen el verdadero significado de la palabra “Cristo”, y  aquellos  entre  el  clero  que  la  conocen –pues  se  les  educa  en  la  idea  de  que  es “pecaminoso”  estudiar  semejantes  cosas– guardan  ante  sus  feligreses  el  secreto  del conocimiento que poseen. De este modo, exigen una fe ciega e implícita y prohíben elcuestionamiento  como  pecado  imperdonable.  Aunque  nada  de  lo  que  conduce  al conocimiento  de  la  Verdad  puede  ser  otra  cosa  que  santo.  Pues,  ¿qué  es  la  Sabiduría Divina  o  Gnosis sino  la  esencial  realidad  oculta  por  las  efímeras  apariencias  de  los objetos de la Naturaleza, el alma misma del Logos manifestado? ¿Por qué los hombres que  se  esfuerzan  en  efectuar  su  unión  con la Deidad Una, Absoluta  y  Eterna,  se estremecerían ante la idea de penetrar en sus Misterios, por tremendos que estos sean? Y sobre todo, ¿por qué habrían de emplear nombres y palabras cuyo significado es para ellos  un  misterio  sellado,  un  mero  sonido?  ¿Es  acaso  porque  una  institución  sin escrúpulos y sedienta de poder, llamada “una” Iglesia, ha perseguido cualquier tentativa de  conocimiento  acusándola  de  blasfema, y  se  ha  esforzado  siempre  por  matar  el espíritu de cuestionamiento? Pero el Ocultismo, la Filosofía Esotérica, como camino de búsqueda  de  la  Sabiduría  Divina, no  ha  prestado  nunca  atención  a  estas  condenas  y sostiene con valor sus opiniones. Los escépticos pueden considerarlo un nuevo y vacío “ismo”, los  fanáticos  verán  sin  duda  un  “satanismo”  disfrazado, pero nunca podrán destruirlo. Los ocultistas han sido llamados ateos, aborrecedores del Cristianismo, los enemigos de  Dios  y  los  Dioses,  y  no  son  nada  de  eso. Para  demostrarlo  vamos  a  exponer claramente  las  ideas  que  la  Filosofía  Oculta  mantiene  respecto  al  monoteísmo  y  a  la religión cristiana, y someter así al juicio del lector imparcial para que los juzgue, y a sus detractores, de acuerdo a los méritos de sus  respectivas. Ningún amante de la verdad objetará  nada  a  este  proceder  honrado  y  sincero,  ni  quedará  deslumbrado,  aunque  sí sorprendido,  por  la  nueva  luz  que  se  dé  a  este  tema.  Al  contrario,  esos  sinceros buscadores agradecerán a Lucifer estos nuevos conocimientos; en cuanto a aquellos de quienes se dijo: qui vult decipi, decipiatur (quien quiera engañarse, que se engañe), que sigan engañados. Al  igual  que  sucede  con  cualquier  otro  libro  sagrado  de  las  grandes  religiones  de mundo,  no  se  puede  excluir  la  Biblia  de  aquella  clase  de  escrituras  alegóricas  y simbólicas  que  desde  los  tiempos  prehistóricos  han  sido  el  receptáculo  de  las enseñanzas  secretas  de  los  Misterios  de  la  Iniciación,  bajo  una  forma  más  o  menos velada.  Los  primitivos  escritores de los Logia (ahora  los  Evangelios) conocían ciertamente la verdad, y toda la verdad; no obstante, sus sucesores, por desgracia, tan sólo  conservaron  el  dogma  y  la  forma  –los  cuales  conducen,  en  el  fondo,  al  poder jerárquico,  más  que  al  espíritu  de  las  llamadas  enseñanzas  de  Cristo–,  de  aquí  las graduales deformaciones. Como dice Higgins acertadamente, en The Christologia of St.Paul  and  Justin  Martyr,  tenemos  la  religión  esotérica  del  Vaticano:  un  gnosticismo refinado  para  los  cardenales,  y  otro  más  burdo  para  el  pueblo.  Este  último,  pero  aún más materializado y desfigurado, es el que se ha transmitido a la época presente.

Todas  estas  escrituras  son  minas  de  falsedades  si  se  aceptan  las  interpretaciones exotéricas   de   la   letra   muerta   que   sus   comentadores   teológicos   antiguos,  y especialmente modernos, han venido realizando. Cada una de estas versiones sirvió en su  momento  como  medio  para  asegurar  el  poder  y  la  política  ambiciosa  de  un sacerdocio  sin  escrúpulos.  Todos  han  promocionado  la  superstición;  todos  han convertido a sus dioses en unos Molochs sanguinarios y mortales, indignos usurpadores que  han  recibido  la  adoración  de  los  pueblos  suplantando  al  Dios  de  la  Verdad.  Sin embargo, a pesar de que los dogmas artificiosamente fabricados y las deliberadas malas interpretaciones de los escoliadores son, evidentemente y sin duda alguna, “falsedades ya explotadas”, los textos mismos son minas de verdades universales. Sólo que para el mundo  de  profanos  y  pecadores  eran,  y  son  todavía,  como  los  caracteres  misteriosos trazados por “los dedos de una mano de hombre” en la pared del palacio de Beltsassar: necesitan un Daniel para leer y comprenderlos.

Porque cuanto más se estudian los antiguos textos religiosos, tanto más se encuentra que  el  fundamento  del  Nuevo  Testamento  es  el  mismo  que  el  de  los  Vedas, el  de  la teogonía Egipcia y el de las alegorías Mazdeístas.

De estas verdades –con el único objetivo de librar a la Humanidad intelectualmente de la  insalubridad del Materialismo y del  Pesimismo–los místicos  han  sido  a  menudo acusados  de  ser  los  sirvientes  del  Anticristo, aun  por  aquellos  cristianos  que  son personas muy dignas, respetables y sinceramente piadosas. La  primera  clave  que  ha  de  utilizarse  para  desentrañar  los  oscuros  secretos  que contiene  el  nombre  místico  de  Cristo,  es  la  clave  que  abría  la  puerta  de  los  Antiguos Misterios de los arios, sabeos y egipcios primitivos. La Gnosis suplantada por el sistema cristiano  era  entonces  universal.  Era  el  eco  de  la  Sabiduríareligión  primitiva  que  en otro  tiempo  había  sido  la  herencia  de  todo  el  género  humano. Y  por  tanto,  se  puede decir con razón que, en su aspecto puramente metafísico, el Espíritu de Cristo (el Logos divino) ha estado presente en la Humanidad desde su principio. El autor de las Homilías Clementinas tiene razón: el misterio de Christos –que ahora se cree que fue transmitido por Jesús de Nazareth– era idéntico a lo que había sido comunicado desde el principio a los  que  eran  dignos. Sabemos  por  el  Evangelio  según  San  Lucas  que  los  dignos  eran aquellos  que  habían  sido  iniciados  en  los  Misterios  de  la  Gnosis, y que  eran considerados  dignos  de  alcanzar  aquella “resurrección  de  entre  los  muertos  en  esta vida...aquellos que sabían que no podían volver a morir por ser iguales a los ángeles, como  hijos  de  Dios  e  hijos  de  la  Resurrección”. En  otras  palabras,  eran  los  grandes Adeptos  de  cualquier  religión. Y  estas  palabras  se  aplican  a  todos  los  que,  sin  ser Iniciados,  logran  por  sus  propios  esfuerzos  “vivir  la  Vida” y  obtener  la  iluminación espiritual que se consigue al re–unir su personalidad, el Hijo con el Padre, y su individual Espíritu divino, el Dios en ellos. Esta Resurrección, por lo tanto, no puede ser monopolio del Cristianismo, porque pertenece al patrimonio espiritual de todo ser humano dotado de  alma  y  espíritu,  cualquiera  que  sea  su  religión.  Tal  individuo  es  un  Hombre–Cristo. Por otra parte, aquellos que escogen ignorar al Cristo (como principio) que hay dentro de  ellos,  morirán  como  “paganos no  regenerados”  a  pesar  del  bautismo,  de  los sacramentos, de las oraciones rituales y de la creencia en dogmas. A  fin  de  seguir  esta  explicación, el  lector  debe  recordar  el  antiguo  y  verdadero significado de los parónimos Chrêstos y Christos. El primero significa, más que “hombre bueno”, “hombre excelente”, mientras que el segundo no se aplicaba nunca a un hombre vivo, sino solamente a cada Iniciado después de su segundo nacimiento y resurrección 79. El  que  encuentra  en  sí  mismo  a  Christos y  lo reconoce  como  su  único  Camino,  se convierte en discípulo y “apóstol de Cristo”, aunque no haya sido bautizado, no se haya cruzado con un cristiano nunca, ni tampoco se autodenomine como tal.79 “En verdad, en verdad te digo: a menos que el hombre nazca de nuevo, no podrá ver el reino de Dios”(Jn.  III,  3). Aquí se está hablando del nacimiento “en lo superior”, el nacimiento espiritual que se efectúa en la última y suprema Iniciación. Y más adelante insiste: “No te maravilles de lo que te digo: es necesario nacer otra vez” (Jn. III, 7).
Resultado de imagen de imagen de Cristo
La  palabra  Chrêstos existía  siglos  antes  de  que  se  oyera  hablar  del  Cristianismo.  La encontramos  utilizada  ya  en  el  siglo  V  a.C.  por  Herodoto,  Esquilo  y  otros  autores clásicos griegos  Pero  en  la  terminología  esotérica  de  los  templos,  chrêstos 84– que  como  el  participio  chrêsteis procede  del  verbo  cráomai:  “consultar  a  un  Dios”–equivale a Adepto, un gran chela o discípulo; y con este sentido la emplean Eurípídes (Ion)  y  Esquilo.  Esta  calificación  se  aplicaba  a  aquellos  a  los  que  el  Dios,  el  oráculo  o cualquier superior les habían proclamado esto, aquello o cualquier otra cosa.

(Chrêstos), y de este modo el término se aplicaba tanto a cualquier discípulo aceptado por un Maestro como a cualquier hombre bueno

Y Clemente, como gnóstico (es decir, “uno que sabía”), debería haber sabido  que  Christos era  el  Camino,  mientras  que  Chrêstos era el viajero solitario que buscaba  su destino a través de  aquel  Sendero  cuya  meta  era  Christos, el  glorificado Espíritu de la Verdad; y que la reunión con Christos lograba que el alma (el Hijo) fuera una con el Espíritu (el Padre). También  San  Pablo  lo  sabía,  como  lo  prueban  sus  propias explicaciones. Pues, ¿qué significan las palabras pálin w1dínw, a5criç ou4morfwqh<Criotòç e1n u2mînque  en  la versión  autorizada  se  traduce  como: “Hijos  míos, por quienes estoy  de  nuevo angustiado hasta ver a Cristo formado en vosotros”, sino lo que aparece en su sentido esotérico,  esto  es,”...hasta  que  halléis  al  Cristo  en  vosotros  como  vuestro  único camino”? (Gál. IV, 19–20)

Pero yo me propongo mostrar el verdadero significado de todos estos términos, tanto como  alcance  mi  humilde  capacidad  y  conocimientos.  Christos, o  “la  condición  de Cristo”,  fue  siempre  sinónimo  de  “la  condición  Mahâtmica”,  es  decir,  la  unión  del hombre con el Divino Principio que está en él. Como dice San Pablo 89: 9 catoich<sai tòn Criotòn dià – th<ç pístewç e1 taîç cardíaiç u2mw<n!, esto es, “...para que encontréis a Christos en vuestro hombre interior a través del Conocimiento”, y no de la “fe”, como se tradujo; porque Pistis es “conocimiento”, como probaremos más adelante. San Pablo no empleó nunca este término em semejante sentido en sus Epístolas, San Pablo era, sin duda, un INICIADO.


Así, Christos, bajo cualquier nombre que se le considere, significa más que Karest, una momia, e incluso el “ungido” y el “elegido” de la teología. Estos dos últimos se aplican a Chrêstos, el hombre de las tristezas y tribulaciones, en sus condiciones física, mental y psíquica,  y  ambos  se  refieren  a  la  condición  del  Mashiach hebreo  (“Mesías”), según queda etimologizado104 este término por Fuerst y el autor de The Source of Measures. Christos es  la  corona  de  gloria  del  Chrêstos padeciente de los Misterios, así como del candidato para la Unión final, cualesquiera que sean su raza y credo. Para el verdadero discípulo  del  “Espíritu  de  la  Verdad”,  poco  importa,  por  lo  tanto,  el  que  Jesús  –como hombre  y  Chrêstos–,  viviera  durante  la  Era  llamada  Cristiana  o  antes,  o  nunca  haya vivido. Los Adeptos que han vivido y muerto por la Humanidad, han existido en todos los siglos, y muchos fueron los buenos y santos hombres de la Antigüedad que llevaron el sobrenombre o título de Chrêstos antes de que naciera Jesús de Nazaret, o Jehoshua (Jesús)  Ben  Pandira  105.  Por  consiguiente,  se  puede  muy  bien  concluir  que  Jesús  o Jehoshua, lo mismo  que  Sócrates,  Foción,  Teodoro  y  muchos  otros, fue  llamado Chrêstos, es  decir  el  “bueno  y  excelente”el  manso  y  santo  Iniciadoel  que  enseñó  el camino a la condición de Christos, y que se convirtió a sí mismo en “el Camino” para el corazón  de  sus  entusiastas  admiradores.
Imagen relacionada
Esto  no  es  más  que  un  ejemplo  para  probar  que  la  aplicación  cristiana  del  nombre compuesto  Jesús–Cristo  está  basada  en  el  misticismo  oriental  y  en  el  gnóstico.  Tan justo y natural era que los Cronistas, lo mismo que los Gnósticos Iniciados, obligados aguardar  el  secreto, “velaran  u  ocultaran” el  significado  final  de  sus  enseñanzas  más antiguas y sagradas.

El origen de todas las religiones, incluso el Judeo–Cristianismo, se encuentra en unas cuantas  verdades  primitivas,  ninguna  de  las  cuales  puede  explicarse  aparte  de  las demás,  ya  que  cada  una  es  el  complemento  de  las  otras  en  algún  detalle,  y  todas  son más  o  menos,  rayos  truncados  del  mismo  Sol  de  la  Verdad,   y  sus  orígenes  han  de buscarse  en  los  registros  arcaicos  de  la  Religión  de  la  Sabiduría,  sin  cuya  luz  los más grandes sabios no pueden ver más que los esqueletos de dichas verdades, disfrazadas con la máscara de la fantasía, y basadas mayoritariamente en los signos personificados del Zodíaco

Apoyados en la autoridad de la Escuela Oriental esotérica, decimos que todo esto vino de  los gnósticos, hasta el nombre de Christos, y  las alegorías astronómico–místicas, proceden de las escrituras de los antiguos Tanaim, con respecto a la relación cabalística de Jesús o Joshua con las personificaciones bíblicas. Una de éstas es el nombre místico esotérico de Jehovah –no el actual Dios fantástico de los judíos profanos, ignorantes de sus  propios  misterios,  Dios  aceptado  por  los  cristianos  aún  más  ignorantes–  sino  el Jehovah  compuesto  de  la  Iniciación  pagana.  Esto  queda  claramente  probado  por  los glifos o combinaciones místicas de varios signos que se han preservado hasta hoy en los jeroglíficos católico–romanos. Las memorias gnósticas contienen el epítome de las principales escenas representadas durante los Misterios de la Iniciación desde los tiempos más remotos, aunque esto se expresaba invariablemente bajo una forma semi–alegórica, siempre que se confiaba al pergamino o al papel. Pero los antiguos Tanaim, los  Iniciados,  de los cuales los talmudistas obtuvieron la sabiduría de la Kabalah (“tradición oral”) tenían en su poder los secretos del lenguaje mistérico, y ...este es el lenguaje en el que fueron escritos los Evangelios

La  creencia  en  la  Biblia  “literalmente”,  y  en  un Cristo  “carnalizado”,  no  durará  un  cuarto  de  siglo  más.  Las  Iglesias  tendrán  que abandonar sus queridos dogmas, o el siglo XX verá la decadencia y la ruina de toda la Cristiandad, y aun la desaparición de la creencia en un Christos como puro Espíritu. Se ha  llegado  a  censurar  aun  el  nombre  cristiano, y  el  Cristianismo  teológico  tiene  que perecer para “no volver a resucitar jamás” en su forma presente. 

No  hay  que  extrañarse  de  que  el  significado  mismo  de  los  términos  Chrêstos  y Christos, y  la relación  de  ambos  con  Jesús  de  Nazareth,  nombre  fabricado  con  las palabras Joshua el “Nazar”, hayan llegado a ser letra muerta para todos, con excepción de  los  ocultistas  no  cristianos;  pues  incluso  los  cabalistas  no  tienen  ahora  datos originales en qué apoyarse. El Zohar y  la  Kabalah han sido remodelados de tal manera por  los  cristianos,  que  se  hallan  desfigurados;  y  a  no  ser  por  el  Libro  de  los  Números (caldeo) no  quedarían  sino  relaciones  falseadas. 

Ni uno sólo de estos libros se halla inmaculado; ninguno ha escapado a la mutilación por manos cristianas.  Hoy en día la Kabalah es cristiana, no judía.

Imagen relacionada

H.P. Blavatsky
fragmentos de Estudios sobre Ocultismo