Nuestros Salvadores, los Agnishvâtta y otros “Hijos divinos de la Llama de la Sabiduría”, personificados por los griegos en Prometeo, bien pueden quedar desconocidos y, sin que se les dé las gracias, en la injusticia del corazón humano. En nuestra ignorancia de la verdad, pueden ser indirectamente maldecidos por el don de Pandora; pero verse proclamados y declarados DEMONIOS por boca del clero es un Karma demasiado pesado para “Aquel” que, cuando Zeus “deseó ardientemente”extinguir toda la raza humana, “se atrevió él solo” a salvar a la “raza mortal” de la perdición, o, como se hace decir al Titán que sufre: Para que no se hundieran, arrebatados al tenebroso Hades. Por esto, terribles torturas me oprimen. Cruel sacrificio, que a lástima mueve. Yo que a los mortales compadecí...
El coro observa muy pertinentemente: ¡Gran beneficio fue el que a los mortales otorgaste! Prometeo contesta : Sí, y además les di el fuego. CORO: ¿Con que el fuego llameante esos seres efímeros poseen? PROM.: Sí, y por él muchas artes con perfección aprenderán..
Pero con las artes, el “fuego” recibido se ha convertido en la mayor de las maldiciones; el elemento animal y la conciencia de su posesión han cambiado el instinto periódico en animalismo y sensualidad crónica. Esto es lo que amenaza a la humanidad como pesado manto funerario. Así surge la responsabilidad del libre albedrío; las pasiones Titánicas que representan a la humanidad en su aspecto más sombrío: La insaciabilidad constante de las pasiones y deseos inferiores que, con cínica insolencia, desafían las trabas de la ley. Habiendo Prometeo dotado al hombre, según el Protágoras de Platón, con aquella “sabiduría que suministra el bienestar físico”, y no habiendo cambiado el aspecto inferior del Manas del animal (Kâma), en lugar de “una mente inmaculada, primer don del cielo”, creóse el eterno buitre del deseo jamás satisfecho, del pesar y de la desesperación, acoplado a la “debilidad soñolienta que encadena a la raza ciega de los mortales” [556], hasta el día en que Prometeo sea puesto en libertad por su libertador, destinado por el cielo, Heracles. Ahora bien; los cristianos, especialmente los católicos romanos, han tratado de relacionar proféticamente este drama con el advenimiento de Cristo. No se podía cometer error mayor. El verdadero teósofo, el que busca la Sabiduría Divina y rinde culto a la Perfección absoluta –la Deidad Desconocida, que no es Zeus ni Jehovah–, rechazará tal idea. Señalando a la antigüedad, probará que jamás ha habido un pecado original, sino sólo un abuso de la inteligencia física siendo guiado lo psíquico por lo Animal, y extinguiendo entre ambos la luz de lo Espiritual. Dirá él, pues: ¡Todos los que podáis leer entre líneas, estudiad la Antigua Sabiduría en los viejos dramas, indos y griegos; leed con atención el “Prometeo Encadenado”, representando en los teatros de Atenas hace 2.400 años! El mito no pertenece a Hesiodo ni a Esquilo; sino que, como Bunsen dice, “es más antiguo que los mismos helenos”, pues verdaderamente pertenece a la aurora de la conciencia humana. El Titán crucificado es el símbolo personificado del Logos colectivo, la “Hueste”, y de los “Señores de la Sabiduría” o el HOMBRE CELESTE, que encarnó en la Humanidad. Además, según demuestra su nombre (Pro–me–theus,“el que va ante él” o el futuro) 985, en lo que él ideó y enseñó a la humanidad, la penetración psicológica no era lo de menos. Pues según sus quejas a las hijas del Océano: De modos diversos determiné las profecías [492]
Doctrina Secreta