Quisiéramos que todos cuantos tienen alguna influencia en la educación de las gentes supieran primero, para enseñarlo después, que las obras legadas por los antiguos son los más seguros guías para lograr la sabiduría y la felicidad humanas; y que en los países donde los preceptos de los antiguos filósofos sirven de norma de conducta a las gentes, son más sublimes las aspiraciones espirituales y mucho más elevado el nivel moral. Quisiéramos generalizar el convencimiento de que las potencias mágicas son potencias espirituales y laten en todo hombre. Quisiéramos que actualizasen estas potencias cuantos sienten verdadera vocación al magisterio y están dispuestos a la disciplina y dominio internos que su desenvolvimiento demanda.
Muchos hombres vislumbraron la verdad y creyeron por ello poseerla plenamente. Sin embargo, estos hombres no hicieron el bien que desearon y hubieran podido hacer, porque la vanidad personal se interpuso entre los creyentes y la verdad completa que tras ellos refulgía. El mundo no necesita iglesias sectariamente exclusivistas, llámense de Buda, Jesús, Mahoma, Swedenborg, Calvino o cualquier otro instructor religioso. Si la verdad es una, también ha de ser una la iglesia necesaria para la humanidad, y esta iglesia es el reino de Dios que está en nosotros; el templo interior que, aunque circuido de los muros de la materia, es fácilmente accesible para quienes acierten con el sendero que conduce a la entrada. Así los limpios de corazón verán a Dios. La trinidad de la Naturaleza es la cerradura de la magia y la trinidad del hombre su llave. En el solemne recinto del santuario no tuvo ni tiene nombre la SUPREMA DIVINIDAD innominada, inconcebible o inefable. Pero todo hombre halla a Dios en su interior.
En el Khordah–Avesta pregunta el alma desencarnada ante las puertas del Paraíso:“¿Quién eres, ¡oh hermosísimo ser!?” Y le responden: “Soy, ¡oh alma!, tus puros y buenos pensamientos, tus buenas acciones, tu buena ley..., tu ángel...y tu Dios”. Entonces el hombre espiritual se reúne consigo mismo, porque este “Hijo de Dios” es uno con él es su propio Mediador, el Dios de su alma humana su Justificador. Así dice Platón: “Dios no se revela inmediatamente al hombre, sino que el espíritu es su intérprete”895.
Pero muy poderosas razones dificultan además el estudio práctico de la magia en Europa y América (aunque consientan el teórico), por la general incapacidad de la raza blanca para la comprensión experimental de la más difícil ciencia.
No importa que el hombre de raza blanca intente este estudio en su propio país o en los de Oriente. Fracasará igualmente, porque con toda probabilidad, de cada millón de europeos y americanos tan sólo uno tiene las aptitudes físicas, psíquicas y espirituales que demanda el estudio práctico de la magia; y entre diez millones ni uno solo reuniría las condiciones requeridas para su ejercicio.
El hombre civilizado carece de la prodigiosa resistencia física y mental de los orientales, ni tampoco tiene su apacible temperamento y benigna idiosincrasia. El indo, el árabe, el tibetano, han heredado la intuitiva percepción de que la voluntad humana puede dominar las ocultas fuerzas de la Naturaleza, y tienen por otra parte mucho más agudos que las gentes de Occidente los sentidos del cuerpo y del espíritu. El diferente espesor del cráneo de un europeo, comparado con el de un indo meridional, no supone superioridad psicológica, sino que es un accidente climatológico debido a la mayor intensidad de los rayos solares.
Además, el hombre civilizado tropezaría con tremendas dificultades en el curso de su adiestramiento, si vale la palabra, porque todos están contaminados de la secular superstición dogmática y del tan desarraigable como injusto sentimiento de superioridad respecto de a quienes los ingleses llaman despectivamente “negros”. Difícilmente se sometería el blanco europeo o americano a la instrucción práctica que sin mayor esfuerzo reciben un copto, un brahmán o un lama.
Para merecer el título de neófito es preciso entregarse en cuerpo y alma al estudio de las ciencias místicas, entre las cuales es la magia imperativa y celosa amante que no tolera rival. Contra lo común en las demás ciencias, de nada sirve en la magia el conocimiento teórico de las fórmulas si no hay capacidad mental para comprenderlas ni potencia espiritual para aplicarlas. El espíritu ha de mantener sujeta la combatividad de la mal llamada razón educada, hasta que los hechos hayan triunfado de la insulsa sofistería.
Hemos terminado nuestra obra, y ¡ojalá la hubiésemos mejor cumplido! Pero a pesar de nuestra inexperiencia en el arte de componer libros, y no obstante la grave dificultad de escribir en idioma extraño, creemos haber dicho algo que perdure en la mente de los pensadores. Quedan contados y puestos en revista los enemigos de la verdad. La ciencia moderna, incapaz de satisfacer las aspiraciones de la humanidad, le arrebata toda esperanza y deja vacío el porvenir. Es, hasta cierto punto, como el baitalpachisi, el vampiro de la fantasía popular de los indos que vive en los cadáveres de cuya podredumbre se alimenta. Los más preclaros talentos de la época han restregado la teología cristiana hasta descubrir su urdimbre, y hemos visto que en conjunto es más bien subversiva que estimuladora de espiritualidad y sana moral, porque en vez de exponer las reglas de la ley divina y de la divina justicia, no habla más que de sí misma y antepone el espíritu maligno a la sempiterna Divinidad, de suerte que confunde a Dios con el diablo. “No nos dejes caer en la tentación” es la súplica de los cristianos. ¿Quiénes el tentador? ¿Satanás? No va dirigida a él la súplica. Es aquel genio tutelar que endureció el corazón del rey de Egipto, que infundió el maligno espíritu en Saúl, que envió mendaces mensajeros a los profetas e indujo a pecar al rey David. Es el bíblico Dios de Israel.
Nuestro examen de la multitud de creencias religiosas que en una u otra época ha profesado la humanidad demuestra evidentemente el común origen de todas ellas, como si fuesen diversos modos de expresar el ardiente anhelo que las encarceladas almas sienten de comunicarse con las celestes esferas. Así como el prisma descompone la luz blanca en los colores del iris, así también el rayo de la verdad divina, al atravesar el tiédrico prisma de la humana naturaleza, se quiebra en los coloreados fragmentos que se llaman RELIGIONES. Así como los rayos del espectro se funden uno en otro por imperceptibles gradaciones, también así las teologías divergentes del centro original vuelven a converger en los cismas, herejías, escuelas y brotes surgidos de todos lados. En sintético conjunto, resumen la verdad eterna; separadas, no son más que sombras del error humano y signos de imperfección. El culto de los pitris védicos se convierte rápidamente en el culto de la porción más espiritual del linaje humano. Sólo necesita la recta percepción de las cosas objetivas para el final descubrimiento de que el único mundo real es el mundo subjetivo.
El despectivamente llamado paganismo fué sabiduría antigua, de Divinidad henchida, y el cristianismo y el islamismo tomaron cuanto de inspirado tienen de su étnico padre el judaísmo. El indoísmo prevédico y el budismo son la doble fuente de que brotaron todas las religiones. El nirvana es el océano donde todas han de verter.
Para los fines del análisis filosófico no hemos necesitado tener en cuenta las enormidades que han entenebrecido el recuerdo de muchas religiones del mundo. La verdadera fe es el vaso corporal de la caridad divina, y humanos y sólo humanos son los ministros de sus altares. Al hojear las sangrientas páginas de la historia eclesiástica, echamos de ver que siempre fué el mismo el argumento de la tragedia, aunque representada por distintos actores con diversos trajes.
Pero la noche eterna planeaba en todo y sobre todo, y nosotros pasamos de lo visible a lo invisible. Nuestro ferviente anhelo ha sido enseñar a las almas sinceras a descorrer el velo, para que en el resplandor de aquella Noche transmutada en Día contemplen serenamente la VERDAD SIN VELO
895 Platón: Banquete.
Isis sin Velo- Tomo IV- H.P. Blavatsky
No hay comentarios:
Publicar un comentario