Cabe asegurar con todo fundamento que el judaísmo, la cábala y el cristianismo son brinquiños de las dos recias ramas (indoísmo y budismo) del robusto tronco de la prevédica religión universal a que pudiéramos llamar budismo prehistórico, posteriormente dogmatizado en el indoísmo para rebrotar más tarde en el budismo de Gautama.
Con esta última religión tiene íntimo parentesco la predicada por Jesús y difundida por los apóstoles. El Buddha Gautama restauró la prístina pureza del sentimiento religioso estableciendo su doctrina ética sobre tres principios fundamentales, conviene a saber:
1º El origen natural de todas las cosas
2º Qué la virtud lleva en sí misma el premio, y el vicio el castigo.
3º Que la vida terrena es de prueba para el hombre
En estos tres principios se fundan todas las creencias religiosas, que pueden resumirse en Dios y la inmortalidad del espíritu. Por confusos que fueran les subsiguientes dogmas teológicos y por incomprensibles las metafísicas abstracciones que embarullaron las teologías de las diversas religiones, todas éstas, si exceptuamos el actual cristianismo, vivifican su filosofía con aquellos tres principios que resplandecieron múltiplemente en las doctrinas de Zoroastro, Pitágoras, Moisés, Platón y Jesús.
Examinemos, pues, siquiera brevemente, las numerosas sectas que se llamaron cristianas por creer en un Christos, y veamos hasta qué punto coincidieron los apóstoles Pedro y Pablo en la predicación de la nueva doctrina.
Otra vez hemos de referirnos al fraude capital de los doctores de la Iglesia, quienes con propósito de validar la supremacía de Roma, afirmaron contra toda prueba histórica que el apóstol Pedro sufrió el martirio en la ciudad eterna. Muy natural es que el clero romano se obstine en defender esta falsedad, porque una vez descubierta, quedaría sin apoyo alguno el dogma de la sucesión apostólica.
Recientemente se han publicado notables obras para refutar el supuesto martirio de Pedro en Roma, entre ellas El Cristo de Pablo, escrita por Reber, quien muy ingeniosamente demuestra:1º Que la Iglesia de Roma no se estableció hasta el reinado de Antonino Pío 2º Que si fuese cierto, como afirman Eusebio e Ireneo, que los apóstoles Pedro y Pablo nombraron por sucesor en el gobierno de la Iglesia a Lino, esta sucesión correspondería precisamente a los años 64 al 68 de la Era cristiana.
3º Que este período cae dentro del reinado de Nerón.
3º Que este período cae dentro del reinado de Nerón.
Apoyado en estas tres demostraciones, prueba Reber con sólido fundamento que el año 69 no podía estar San Pedro en Roma porque estaba en Babilonia, donde escribió su primera epístola, cuya fecha fijan Lardner y otros investigadores en aquel mismo año. Acaso la Iglesia romana quiso denotar desde luego su índole al elegir por fundador titular al apóstol que negó tres veces a su Maestro en el momento del peligro, y el único (excepto Judas) que con sus provocaciones dió motivo a que le reprendiese, diciendo: Mas él, volviéndose y mirando a sus discípulos, amenazó a Pedro, diciendo: Quítateme de delante, Satanás, porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las que son de los hombres. La Iglesia griega conserva una tradición, cuyo origen atribuye a Basílides, según la cual, cuando el canto del gallo representó a Pedro la cobardía de su triple negación, atravesaba Jesús entre soldados el patio de Anás y encarándose con Pedro le dijo: “En verdad te digo, Pedro, que me negarás en los siglos venideros hasta que pases de viejo y extenderás tus manos y otro te escarnecerá”. Dicen los griegos que este vaticinio se refiere a la Iglesia romana, que constantemente está renegando de Cristo bajo el disfraz de falsa religión. El anónimo autor de la Religión Sobrenatural prueba concluyentemente la adulteración de los cuatro Evangelios por mano de Ireneo y, sus secuaces, quienes tergiversaron maliciosamente el cuarto, aparte de las falsificaciones llevadas a cabo por los doctores de la Iglesia, de suerte que resultan de muy dudosa autenticidad.
Con insuperable lógica y profundo convencimiento trata el autor de este punto en su obra, según puede colegirse del siguiente pasaje: "Ganamos muchísimo más que perdernos al no creer en la revelación divina pues al paso que conservamos íntegro el tesoro de la moral cristiana, prescindimos de toda superstición de adulterados elementos. No estamos ya sujetos a una teología contraria a la razón y, al sentido moral, ni tenemos de Dios y de su gobierno del universo absurdos remedos antropológicos, pues de la mitología hebrea nos remontamos al elevadísimo concepto del Ser de bondad y sabiduría infinitas, cuya impenetrable gloria le encubre a la percepción de la mente humana; pero, no obstante, le conocemos por la perfecta y maravillosa operación de sus leyes... Ningún valor tiene el argumento tantas veces aducido por los teólogos de que la revelación le es necesaria al hombre para robustecer su conciencia moral. Lo único necesario para el hombre es la VERDAD, y sólo con ella debe conformarse nuestra conciencia moral".
Muy elocuente es el hecho de que el apóstol Pedro defendiera durante toda su vida el rito de la circuncisión; y por lo tanto, cabe inferir que a quienquiera, menos a Pedro, se le puede considerar como fundador de la Iglesia romana, pues si lo hubiera sido, de seguro que sus sucesores se sometieran a esta operación, siquiera por respeto al fundador. El manuscrito hebreo: Sepher Toldoth Jeschu da muy distinta versión referente a Pedro, de quien dice que, en efecto, era discípulo de Cristo, aunque algo disidente, pero sin que los judíos le persiguiesen, como han supuesto los historiadores eclesiásticos. El manuscrito habla con mucho respeto de Pedro, y le llama “siervo fiel del Dios vivo”, añadiendo que pasó austeramente el resto de sus días en lo alto de una torre de Babilonia entregado a la meditación, predicando la caridad y componiendo himnos religiosos. Dice también dicho tratado que Pedro recomendaba constantemente a los cristianos la paz y concordia con los judíos; pero luego de su muerte apareció en Roma otro apóstol diciendo que Pedro había adulterado las enseñanzas del Maestro y amenazó con los tormentos eternos de un infierno inventado por él a cuantos no creyeran en sus predicaciones, sin operar en apoyo de ellas milagro alguno de los prometidos. Las relaciones entre el apóstol Pedro y sus ex correligionarios judíos están apoyadas en el siguiente pasaje de Teodoreto: Los nazarenos son judíos que veneran al ungido (Jesús) como a un justo y siguen el Evangelio según Pedro.S egún se infiere de los documentos históricos, las primeras sectas cristianas fueron: nazarenos, ebionitas y esenios o terapeutas, de los que eran una rama los nazarios. Todas estas sectas profesaban más o menos abiertamente la cábala, creían en la expulsión de los demonios por medio de conjuros mágicos, y hasta la época deI reneo nadie las tuvo por heréticas. Todas las sectas gnósticas creían igualmente en la magia, como comprueba el mismo Ireneo al hablar de los discípulos de Basílides diciendo: Emplean imágenes, evocaciones, conjuros y todo lo referente a la magia. Por otra parte, Dunlap, apoyado en la autoridad de Lightfoot, dice que a Jesús le llamaron por sobrenombre Nazaraios, aludiendo a la humildad de su condición social, pues dicha palabra significa “alejamiento de los hombres”. Sin embargo, el verdadero significado de la palabra nazar (rzb)es “consagrado al servicio de Dios”, aunque en el gramatical sentido del lenguaje vulgar significaba diadema, y por figura de dicción se aplicó alegóricamente este nombre a los consagrados a Dios en cuya cabeza no tocaba filo de tijera. A José, hijo de Jacob, le llaman nazareno las Escrituras, y el mismo título reciben Sansón (Semes–on zvwmw) y Samuel (Sem–va–el laJvpw). Porfirio dice que a Pitágoras le inició en Babilonia el hierofante Zaradas, y de esto cabe inferir que el nombre de Zoroastro o Zoro Aster equivale a Nazar de Ishtar, Zar–adas o Na–Zar–Ad, cuyas leves diferencias proceden de la diversidad de idiomas. De la propia suerte el escriba Esdras (advi) era hierofante y Zorobabel o Zeru Babel (PkkvKv) fue el zoro, o nazar que acaudilló a los israelitas al salir de la cautividad de Babilonia. Las Escrituras hebreas aluden a dos distintos cultos religiosos dominantes entre los israelitas: el exotérico de Baco bajo el nombre de Jehovah y el esotérico de los iniciados caldeos, nazares, teurgos y algunos profetas cuya metrópoli era Babilonia, donde había dos escuelas rivales de magia, una exotérica y otra esotérica que, satisfecha de sus impenetrables conocimientos, no tuvo reparo en someterse aparentemente al poder secular del reformador Darío. La misma conducta siguieron los gnósticos al acomodarse exotéricamente a la religión dominante en cada país, sin menoscabo especial de sus creencias esotéricas. También cabe suponer que Zero–Ishtar fuese nombre común a los sumos sacerdotes o supremos hierofantes de la religión caldea, y que cuando los arios persas, en el reinado de Darío Hystaspes, vencieron al mago Gomates y restauraron el culto mazdeísta, sobrevino una confusión por la cual el Zero–Ishtar se convirtió en el Zara–tushra del Vendidad, que no aceptaron los demás arios, fieles a la religión védica. No cabe duda de que Moisés estuvo iniciado, pues la religión mosaica viene a ser una entremezcla de heliolatría y sarpolatría con ligeros toques monoteísticos que Esdrás elevó a concepto fundamental en las Escrituras recopiladas al regreso de la cautividad. De todos modos, el libro de los Números es posterior a Moisés, y sin embargo, en él se ve con toda claridad el culto pagano del sol y de la serpiente.
Los nazares o profetas, los nazarenos y los iniciados eran abiertamente contrarios al culto exotérico de Baco bajo el nombre de Jehovah, y se atenían estrictamente al espíritu de las religiones simbólicas, sin parar mientes en las idolátricas ceremonias de la letra muerta. Por esto, los sacerdotes, que en la superstición tenían su lucro, concitaban frecuentemente las iras del populacho contra los profetas, hasta el punto de morir algunos de ellos lapidados. Otfriedo Müller nos descubre las diferencias entre los Misterios órficos y el culto exotérico de Baco, aunque los iniciados en ellos profesaban públicamente la religión báquica; pero la austera moralidad y el riguroso ascetismo de las doctrinas de Orfeo, que tan escrupulosamente seguían sus discípulos, eran de todo punto incompatibles con la grosera obscenidad y torpeza de las ceremonias populares. La fábula de Aristeo que persigue a Eurídice por los bosques, donde la mata una serpiente, es clarísima alegoría de la fuerza bruta (Aristeo) que persigue a la doctrina esotérica (Eurídice), muerta por acometida de los dioses solares (la serpiente), que la sepultan en el mundo subterráneo o lugar inferior, muy distinto del infierno teológico. Además, cuando las bacantes despedazan a Orfeo, la alegoría da con ello a entender la profunda diferencia entre la religión esotérica y el culto exotérico, y que los groseros ritos populares tienen siempre entre el vulgo mejor acogida que la sencilla y divina verdad. Difícil resulta determinar con precisión los ritos del esoterismo órfico, pues los himnos originales se perdieron desde un principio, y ni Platón ni Aristóteles tuvieron por auténticas las copias existentes en su tiempo. Sin embargo, la tradición oral indica que Orfeo aprendió sus doctrinas en la India de boca de los magos, o sean las mismas que profesaban los iniciados de todos los países. Los esenios pertenecían a la escuela pitagórica, antes de que alteraran más bien que perfeccionaran su organización bajo el influjo de aquellos misioneros budistas establecidos per sœculorum millia en las riberas del mar Muerto, según nos dice Plinio. Pero si por una parte los misioneros budistas disciplinaron monacalmente a los esenios con estricta observancia de las reglas conventuales, también dieron vivo ejemplo de las austeras virtudes que en grado heroico practicó Sakya, a quien precedieron en ejemplaridad algunos filósofos antiguos con sus discípulos y siguieron siglos después Jesús y los ascetas cristianos, hasta que, relajándose poco a poco, las olvidó por completo la Iglesia romana"
Los nazares iniciados se habían mantenido siempre fieles a las enseñanzas esotéricas que antes de ellos profesaron los primitivos adeptos. Los discípulos de Juan el Bautista formaban una rama desgajada de los esenios, y por tanto no debemos confundirlos con los otros nazares a quienes Oseas inculpó de haberse entregado a Bosheth (cwk), que era el máximo de la abominación. La secta de los nazarenos era muy anterior a la ley de Moisés, y nació en la comarca de Galilea, secularmente enemistada con el resto de Israel y compuesta en otro tiempo de una confusa mezcolanza de gentes idólatras, cuya capital era Nazara, después Nazareth, donde los primitivos nazarenos celebraban los Misterios de vida o asambleas de iniciación, cuyos ritos religiosos diferían opuestamente de los del culto popular de Adonis en Biblos.
Descendían los nazarenos de los nazares de la Biblia, y su postrer caudillo denota fue Juan el Bautista. Los escribas y fariseos de Jerusalén no les molestaban, a pesar de su heterodoxia, y aún el mismo Herodes temía un motín popular, porque las gentes consideraban a Juan como profeta. Los discípulos de Jesús estaban en su mayor parte afiliados a la secta de los esenios, que era un desprendimiento de la de los nazarenos, o como si dijéramos, una herejía de herejía a los ojos de los fariseos, quienes miraban aviesamente a Jesús por sus innovadoras predicaciones
Evidentemente, el propósito de Jesús fue idéntico al de Buda, esto es, beneficiar ampliamente al género humano por medio de una reforma religiosa que restableciese la ética en toda su pureza, pues hasta entonces el verdadero concepto de Dios y de la Naturaleza había sido privativo de los adeptos a las escuelas esotéricas
Las clases inferiores de los primitivos hebreos, de procedencia cananea y fenicia, conservaron el culto de los dioses fálicos; pero, no obstante, también hubo iniciados entre ellos. Posteriormente, la influencia de los asirios modificó el carácter de la plebe hebrea, y por último, los persas difundieron las costumbres y conceptos farisaicos de que derivaron el Antiguo Testamento y las instituciones mosaicas. Los asmoneos, que aun tiempo eran reyes y sacerdotes, publicaron los cánones del Antiguo Testamento en contraposición a los Libros secretos (Apocrypha) de los judíos cabalistas alejandrinos. Hasta el pontificado de Juan Hircano, los jefes de Judea fueron asideanos (chasidim) o fariseos (parsis); pero después se convirtieron en saduceos o zadokitas, que mantenían la regla sacerdotal en opuesta distinción de la rabínica. Los fariseos eran benévolos y cultos; los saduceos, fanáticos y crueles.
La secta nazarena existía ya unos ciento cincuenta años antes de J.C., y sus prosélitos habitaban a orillas del Jordán y en la ribera oriental del mar Muerto, según Plinio y Josefo.
Según el cómputo de Aristóteles, Zoroastro florecería 6.000 años antes de J.C. Hermipo de Alejandría, de quien se dice que leyó los libros de Zoroastro (aunque se acuse a Alejandro Magno de haberlos destruido), afirma que este instructor fue discípulo de Azonach (Azon–ach oel dios Azon) y vivió 5.000 años antes de la toma de Troya.
Reanudando la disquisición de la palabra nazar, vemos que Plinio dice de Zaratus que “era Zoroastro y nazaret”. Puesto que a Zoroastro se le llama príncipe de los magos y nazar significa consagrado, podemos inferir que la palabra nazar no es ni más ni menos, como opina Volney, que la expresión hebrea del concepto de mago. La voz persana–zaruan significa “millones de años” y servía para designar al “Anciano de los Días”. De aquí que se denominaran nazares y nazarenos los consagrados al servicio del único y supremo Dios
Sin embargo, esta opinión no invalida en modo alguno la aseverada identidad original de las doctrinas secretas de los budistas prevédicos, magos parsis, hierofantes egipcios, cabalistas caldeos, nazarenos judíos y adeptos de toda época y nacionalidad. Zoroastro se limitó a exponer en público, esto es, a predicar, parte de las monoteísticas enseñanzas religiosas hasta entonces privativas de los santuarios, donde las comunicaban sigilosamente los brahmanes. Por lo tanto, no cabe decir que Zoroastro suscitara cisma alguno ni que fuese el primero en proclamar la unidad de Dios entrevelada en el sistema dualista, pues su tarea se redujo a establecer el culto del sol y enseñar lo que había aprendido de los brahmanes."
Con insuperable lógica y profundo convencimiento trata el autor de este punto en su obra, según puede colegirse del siguiente pasaje: "Ganamos muchísimo más que perdernos al no creer en la revelación divina pues al paso que conservamos íntegro el tesoro de la moral cristiana, prescindimos de toda superstición de adulterados elementos. No estamos ya sujetos a una teología contraria a la razón y, al sentido moral, ni tenemos de Dios y de su gobierno del universo absurdos remedos antropológicos, pues de la mitología hebrea nos remontamos al elevadísimo concepto del Ser de bondad y sabiduría infinitas, cuya impenetrable gloria le encubre a la percepción de la mente humana; pero, no obstante, le conocemos por la perfecta y maravillosa operación de sus leyes... Ningún valor tiene el argumento tantas veces aducido por los teólogos de que la revelación le es necesaria al hombre para robustecer su conciencia moral. Lo único necesario para el hombre es la VERDAD, y sólo con ella debe conformarse nuestra conciencia moral".
Muy elocuente es el hecho de que el apóstol Pedro defendiera durante toda su vida el rito de la circuncisión; y por lo tanto, cabe inferir que a quienquiera, menos a Pedro, se le puede considerar como fundador de la Iglesia romana, pues si lo hubiera sido, de seguro que sus sucesores se sometieran a esta operación, siquiera por respeto al fundador. El manuscrito hebreo: Sepher Toldoth Jeschu da muy distinta versión referente a Pedro, de quien dice que, en efecto, era discípulo de Cristo, aunque algo disidente, pero sin que los judíos le persiguiesen, como han supuesto los historiadores eclesiásticos. El manuscrito habla con mucho respeto de Pedro, y le llama “siervo fiel del Dios vivo”, añadiendo que pasó austeramente el resto de sus días en lo alto de una torre de Babilonia entregado a la meditación, predicando la caridad y componiendo himnos religiosos. Dice también dicho tratado que Pedro recomendaba constantemente a los cristianos la paz y concordia con los judíos; pero luego de su muerte apareció en Roma otro apóstol diciendo que Pedro había adulterado las enseñanzas del Maestro y amenazó con los tormentos eternos de un infierno inventado por él a cuantos no creyeran en sus predicaciones, sin operar en apoyo de ellas milagro alguno de los prometidos. Las relaciones entre el apóstol Pedro y sus ex correligionarios judíos están apoyadas en el siguiente pasaje de Teodoreto: Los nazarenos son judíos que veneran al ungido (Jesús) como a un justo y siguen el Evangelio según Pedro.S egún se infiere de los documentos históricos, las primeras sectas cristianas fueron: nazarenos, ebionitas y esenios o terapeutas, de los que eran una rama los nazarios. Todas estas sectas profesaban más o menos abiertamente la cábala, creían en la expulsión de los demonios por medio de conjuros mágicos, y hasta la época deI reneo nadie las tuvo por heréticas. Todas las sectas gnósticas creían igualmente en la magia, como comprueba el mismo Ireneo al hablar de los discípulos de Basílides diciendo: Emplean imágenes, evocaciones, conjuros y todo lo referente a la magia. Por otra parte, Dunlap, apoyado en la autoridad de Lightfoot, dice que a Jesús le llamaron por sobrenombre Nazaraios, aludiendo a la humildad de su condición social, pues dicha palabra significa “alejamiento de los hombres”. Sin embargo, el verdadero significado de la palabra nazar (rzb)es “consagrado al servicio de Dios”, aunque en el gramatical sentido del lenguaje vulgar significaba diadema, y por figura de dicción se aplicó alegóricamente este nombre a los consagrados a Dios en cuya cabeza no tocaba filo de tijera. A José, hijo de Jacob, le llaman nazareno las Escrituras, y el mismo título reciben Sansón (Semes–on zvwmw) y Samuel (Sem–va–el laJvpw). Porfirio dice que a Pitágoras le inició en Babilonia el hierofante Zaradas, y de esto cabe inferir que el nombre de Zoroastro o Zoro Aster equivale a Nazar de Ishtar, Zar–adas o Na–Zar–Ad, cuyas leves diferencias proceden de la diversidad de idiomas. De la propia suerte el escriba Esdras (advi) era hierofante y Zorobabel o Zeru Babel (PkkvKv) fue el zoro, o nazar que acaudilló a los israelitas al salir de la cautividad de Babilonia. Las Escrituras hebreas aluden a dos distintos cultos religiosos dominantes entre los israelitas: el exotérico de Baco bajo el nombre de Jehovah y el esotérico de los iniciados caldeos, nazares, teurgos y algunos profetas cuya metrópoli era Babilonia, donde había dos escuelas rivales de magia, una exotérica y otra esotérica que, satisfecha de sus impenetrables conocimientos, no tuvo reparo en someterse aparentemente al poder secular del reformador Darío. La misma conducta siguieron los gnósticos al acomodarse exotéricamente a la religión dominante en cada país, sin menoscabo especial de sus creencias esotéricas. También cabe suponer que Zero–Ishtar fuese nombre común a los sumos sacerdotes o supremos hierofantes de la religión caldea, y que cuando los arios persas, en el reinado de Darío Hystaspes, vencieron al mago Gomates y restauraron el culto mazdeísta, sobrevino una confusión por la cual el Zero–Ishtar se convirtió en el Zara–tushra del Vendidad, que no aceptaron los demás arios, fieles a la religión védica. No cabe duda de que Moisés estuvo iniciado, pues la religión mosaica viene a ser una entremezcla de heliolatría y sarpolatría con ligeros toques monoteísticos que Esdrás elevó a concepto fundamental en las Escrituras recopiladas al regreso de la cautividad. De todos modos, el libro de los Números es posterior a Moisés, y sin embargo, en él se ve con toda claridad el culto pagano del sol y de la serpiente.
Los nazares o profetas, los nazarenos y los iniciados eran abiertamente contrarios al culto exotérico de Baco bajo el nombre de Jehovah, y se atenían estrictamente al espíritu de las religiones simbólicas, sin parar mientes en las idolátricas ceremonias de la letra muerta. Por esto, los sacerdotes, que en la superstición tenían su lucro, concitaban frecuentemente las iras del populacho contra los profetas, hasta el punto de morir algunos de ellos lapidados. Otfriedo Müller nos descubre las diferencias entre los Misterios órficos y el culto exotérico de Baco, aunque los iniciados en ellos profesaban públicamente la religión báquica; pero la austera moralidad y el riguroso ascetismo de las doctrinas de Orfeo, que tan escrupulosamente seguían sus discípulos, eran de todo punto incompatibles con la grosera obscenidad y torpeza de las ceremonias populares. La fábula de Aristeo que persigue a Eurídice por los bosques, donde la mata una serpiente, es clarísima alegoría de la fuerza bruta (Aristeo) que persigue a la doctrina esotérica (Eurídice), muerta por acometida de los dioses solares (la serpiente), que la sepultan en el mundo subterráneo o lugar inferior, muy distinto del infierno teológico. Además, cuando las bacantes despedazan a Orfeo, la alegoría da con ello a entender la profunda diferencia entre la religión esotérica y el culto exotérico, y que los groseros ritos populares tienen siempre entre el vulgo mejor acogida que la sencilla y divina verdad. Difícil resulta determinar con precisión los ritos del esoterismo órfico, pues los himnos originales se perdieron desde un principio, y ni Platón ni Aristóteles tuvieron por auténticas las copias existentes en su tiempo. Sin embargo, la tradición oral indica que Orfeo aprendió sus doctrinas en la India de boca de los magos, o sean las mismas que profesaban los iniciados de todos los países. Los esenios pertenecían a la escuela pitagórica, antes de que alteraran más bien que perfeccionaran su organización bajo el influjo de aquellos misioneros budistas establecidos per sœculorum millia en las riberas del mar Muerto, según nos dice Plinio. Pero si por una parte los misioneros budistas disciplinaron monacalmente a los esenios con estricta observancia de las reglas conventuales, también dieron vivo ejemplo de las austeras virtudes que en grado heroico practicó Sakya, a quien precedieron en ejemplaridad algunos filósofos antiguos con sus discípulos y siguieron siglos después Jesús y los ascetas cristianos, hasta que, relajándose poco a poco, las olvidó por completo la Iglesia romana"
Los nazares iniciados se habían mantenido siempre fieles a las enseñanzas esotéricas que antes de ellos profesaron los primitivos adeptos. Los discípulos de Juan el Bautista formaban una rama desgajada de los esenios, y por tanto no debemos confundirlos con los otros nazares a quienes Oseas inculpó de haberse entregado a Bosheth (cwk), que era el máximo de la abominación. La secta de los nazarenos era muy anterior a la ley de Moisés, y nació en la comarca de Galilea, secularmente enemistada con el resto de Israel y compuesta en otro tiempo de una confusa mezcolanza de gentes idólatras, cuya capital era Nazara, después Nazareth, donde los primitivos nazarenos celebraban los Misterios de vida o asambleas de iniciación, cuyos ritos religiosos diferían opuestamente de los del culto popular de Adonis en Biblos.
Descendían los nazarenos de los nazares de la Biblia, y su postrer caudillo denota fue Juan el Bautista. Los escribas y fariseos de Jerusalén no les molestaban, a pesar de su heterodoxia, y aún el mismo Herodes temía un motín popular, porque las gentes consideraban a Juan como profeta. Los discípulos de Jesús estaban en su mayor parte afiliados a la secta de los esenios, que era un desprendimiento de la de los nazarenos, o como si dijéramos, una herejía de herejía a los ojos de los fariseos, quienes miraban aviesamente a Jesús por sus innovadoras predicaciones
Evidentemente, el propósito de Jesús fue idéntico al de Buda, esto es, beneficiar ampliamente al género humano por medio de una reforma religiosa que restableciese la ética en toda su pureza, pues hasta entonces el verdadero concepto de Dios y de la Naturaleza había sido privativo de los adeptos a las escuelas esotéricas
Las clases inferiores de los primitivos hebreos, de procedencia cananea y fenicia, conservaron el culto de los dioses fálicos; pero, no obstante, también hubo iniciados entre ellos. Posteriormente, la influencia de los asirios modificó el carácter de la plebe hebrea, y por último, los persas difundieron las costumbres y conceptos farisaicos de que derivaron el Antiguo Testamento y las instituciones mosaicas. Los asmoneos, que aun tiempo eran reyes y sacerdotes, publicaron los cánones del Antiguo Testamento en contraposición a los Libros secretos (Apocrypha) de los judíos cabalistas alejandrinos. Hasta el pontificado de Juan Hircano, los jefes de Judea fueron asideanos (chasidim) o fariseos (parsis); pero después se convirtieron en saduceos o zadokitas, que mantenían la regla sacerdotal en opuesta distinción de la rabínica. Los fariseos eran benévolos y cultos; los saduceos, fanáticos y crueles.
La secta nazarena existía ya unos ciento cincuenta años antes de J.C., y sus prosélitos habitaban a orillas del Jordán y en la ribera oriental del mar Muerto, según Plinio y Josefo.
Según el cómputo de Aristóteles, Zoroastro florecería 6.000 años antes de J.C. Hermipo de Alejandría, de quien se dice que leyó los libros de Zoroastro (aunque se acuse a Alejandro Magno de haberlos destruido), afirma que este instructor fue discípulo de Azonach (Azon–ach oel dios Azon) y vivió 5.000 años antes de la toma de Troya.
Reanudando la disquisición de la palabra nazar, vemos que Plinio dice de Zaratus que “era Zoroastro y nazaret”. Puesto que a Zoroastro se le llama príncipe de los magos y nazar significa consagrado, podemos inferir que la palabra nazar no es ni más ni menos, como opina Volney, que la expresión hebrea del concepto de mago. La voz persana–zaruan significa “millones de años” y servía para designar al “Anciano de los Días”. De aquí que se denominaran nazares y nazarenos los consagrados al servicio del único y supremo Dios
Sin embargo, esta opinión no invalida en modo alguno la aseverada identidad original de las doctrinas secretas de los budistas prevédicos, magos parsis, hierofantes egipcios, cabalistas caldeos, nazarenos judíos y adeptos de toda época y nacionalidad. Zoroastro se limitó a exponer en público, esto es, a predicar, parte de las monoteísticas enseñanzas religiosas hasta entonces privativas de los santuarios, donde las comunicaban sigilosamente los brahmanes. Por lo tanto, no cabe decir que Zoroastro suscitara cisma alguno ni que fuese el primero en proclamar la unidad de Dios entrevelada en el sistema dualista, pues su tarea se redujo a establecer el culto del sol y enseñar lo que había aprendido de los brahmanes."
fragmentos
H.P . Blavatsky- Isis sin Velo-V-III
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