La Vida después de la muerte




El devacán es un estado y no  un  lugar.  Los  lokas  rupa,  arrupa  y  kama  son  tres  esferas  de  espiritualidad ascendente  en  que   hallan   su   actuación   los   diversos  grupos   de   entidades   subjetivas.   En   el   loka   kama   (esfera   semifísica)   moran  los   cascarones,   los   interfectos   y   los   suicidas;   y   esta   esfera   está   dividida  en   innumerables   regiones   y   subregiones  correspondientes  al  estado  mental  de  la  entidad  en  el  momento  de  su  muerte  física.  El  loka  kama  es  la  luciente  "tierra  de  verano"  de  los  espiritistas,  a  cuyos  horizontes  está  limitada  la  visión  de  sus  mejores  videntes;  visión  imperfecta  y  defectuosa  porque  no  la  ha  disciplinado  y  guiado  el  alaya  (conocimiento  oculto). ¿ Quién  sabe  en  Occidente  ni  una  palabra  acerca  del  verdadero  sahalokadhatu,  del  misterioso  chiliocosmo, de  entre  cuyas  muchas  regiones  únicamente  se  pueden  mencionar  a  los  profanos  los  lokas  kama,  rupa  y  arrupa,  o  sean  los  tres  mundos  que  constituyen  la  tribhuvana?  Sin  embargo,  ved  el  triste  fruto  que  ha  dado  en  las  mentes  occidentales  la  mención  de  aun  sólo  esos  tres.  Con  el  loka  kama  hay  el  gran  chiliocosmo.  Una  vez  despertadas de su sopor post mortem, las nuevamente trasladadas "almas" van (todas menos los cascarones) al devacán o al avitchi, según  sus  atracciones.  Estos  dos  estados  se  diversifican  también  ad  infinitum)  y  sus  ascendentes  grados  de  espiritualidad  toman  nombre del loka en que cae el ego.

La   estancia   en   el   devacán   es   proporcional   a   los   insatisfechos  impulsos  psíquicos  originados  en  la  vida  terrena.  Aquellos  cuyas  atracciones  sean  predominantemente  materiales,  muy luego se verán arrastrados al renacimiento por la fuerza de thana. Como acertadamente observa un adversario londinense, estos  temas  metafísicos  sólo  se  pueden  comprender  en  parte. Es  preciso que actúe    virtualmente  una  superior facultad  perteneciente  a  la  vida  superior,  y  es  de  todo  punto  imposible forzar su comprensión por meras palabras. Es necesario ver con los ojos espirituales, oír con el oído dharmakáyico y sentir con las sensaciones  del  Astitya  Vijnana   (el   "Yo"   espiritual)   para   comprender   plenamente   esta   doctrina,   pues  de   lo   contrario   arriesga  acrecentar  la  inquietud  de  uno  y  añadir  muy  poco  a  su  conocimiento.

Por  lo  tanto,  la  posición  social  de  un  individuo  es  resultado  de  su  karma,  porque  según  la  ley,  lo  semejante atrae a lo semejante. El renaciente ser queda impelido hacia   la   gestativa   corriente   con   la   que   le   asimilaron   las   preponderantes    atracciones    sobrevenidas   desde   el   último  nacimiento.  Así  el  que  murió  siendo  experto  labriego  puede  renacer rey; y un fallecido monarca puede ver la luz en la choza de   un   peón.   Esta   ley   de   atracción   se   manifiesta   en   mil  "accidentes  de  nacimiento",  para  los  cuales  no  podía  haber  nombre  tan  impropio.  Cuando  echéis  de  ver  que  los  escandas  son  los  elementos  de  la  existencia  limitada,  entonces  os  daréis  también  cuenta  de  una  de  las  condiciones  del  devacán...

Tampoco    son    exactas    en    su    general    aplicación    vuestras    deducciones  respecto  a  que  el  bienestar  y  goce  de  las  clases  superiores  deriven  de  su  mejor  karma,  pues  se  ha  clamado  contra  ellas  de  un  modo  difícilmente  conciliable  con  la  ley  kármica, y aquel "bienestar y goce" son a menudo las causas de un   nuevo   y  recargado   karma,   en   términos   que,   por   regla   general,  la  pobreza  y  las  humildes  condiciones  de  vida  son  menor  causa  de  aflicción  que  la  riqueza  y  la  alta  alcurnia.  Pero  ya  trataremos  de  esto  más  adelante.  Mis  respuestas  vuelven  a  tener más bien las proporciones de un volumen que el aspecto de una carta. 

El Señor Buda describe alegóricamente el devacán o tierra de Sukhavati.  Lo  que  dijo  consta  en  el  Shanmun-yih-tung. Dice Tathagata:   "Muchos   millares   de   miríadas   de  sistemas   de   mundos más allá de éste (el nuestro) hay una región de felicidad llamada Sukhavati. Esta  región  está  circuida  de  siete filas  de  verjas,   de   siete   filas   de  amplias   cortinas   y   siete   filas   de   ondulantes árboles. Los tathagatas (dhyanes choanes) gobiernan esta  santa  mansión  de  arhates  y  la  poseen  los  bodisatvas.  Tiene  siete hermosos  lagos  de  cuyo  centro  fluyen  cristalinas  aguas  con  siete y una propiedades   o   cualidades   distintivas   (los   siete   principios   emanados   del   Único). Esto,  ¡oh!   Sariputra,   es   el   devacán. La divina flor udambara echa una raíz en la sombra de cada  tierra  y florece para cuantos la alcanzan. Los que nacen en la bendita región son verdaderamente bienaventurados y no hay en aquel  ciclo  más  penas  ni  tristezas  para  ellos.  Miríadas  de  espíritus acuden allí en busca de descanso y después vuelven a sus propias   regiones   (los   que   no   han   terminado   sus   círculos  terrestres).  También,  ¡oh!  Sariputra,  muchos  de  los  nacidos  en  aquella tierra de gozo son avaivartyas", etc. 


Seguramente que el nuevo ego, luego de renacido, retiene por algún  tiempo,  proporcional  a  su  vida  terrena,  un  "completo  recuerdo de su vida en la tierra" (ved vuestra pregunta anterior). Pero nunca puede volver a la tierra desde el devacán, ni tiene este estado, aun prescindiendo de todas las "ideas antropomórficas de Dios", ninguna semejanza con el paraíso o cielo de las religiones. La   fantasía   literaria   de   H. P. B.  le   sugirió   tan   estupenda   comparación.  

  "¿Quién  va  al  devacán?"  Desde  luego  que  el  individual  ego,  pero  santo,  puro  y  beatificado.  Todo  ego  (la  combinación  del  sexto y del séptimo principios que tras el período de inconsciente gestación renace en el devacán) es  necesariamente  tan  inocente  y  puro  como  niño  recién  nacido.  El  hecho  de  renacer  demuestra  por cierto la preponderancia del bien sobre el mal en su anterior personalidad.  Y  mientras  el  mal  karma  queda  entretanto  en  suspenso para seguirle en su futura encarnación terrestre, sólo le acompaña al devacán el karma de sus buenas acciones, palabras y pensamientos.    La    palabra    "mal"    tiene    para    nosotros    un    significado relativo. 

La ley de retribución es la única ley que nunca yerra. De aquí que van al devacán  todos  cuantos  no  se  han  sumido  en  el  cieno  de  la  bestialidad   y   el   pecado  imperdonable.   Más   tarde   pagarán   voluntaria  o  involuntariamente  sus  pecados.  Entretanto  se  les  recompensa y reciben los efectos de las causas que engendraron.  Por supuesto que, como si dijéramos, es un estado de intenso egoísmo, durante  el  cual  cosecha  el  ego  los  frutos  de  su  inegoísmo en  la  tierra.  Se  halla  completamente  embebido  en  la  felicidad  de  todos  sus personales afectos, preferencias y    pensamientos  terrestres y recoge el fruto de sus meritorias acciones. Ni dolor ni pesar ni aun sombra de aflicción obscurece el brillante horizonte de  su  purísima  dicha,  porque  es  un  estado  de  perpetua  "maya".  Así  como  la  consciente  percepción  de  la  personalidad en  la  tierra  no  es  más  que  un  desvanecible  sueño,  el  mismo  sentimiento  de  ensueño,  aunque  cien  veces  más  intenso,  se  experimentará  en  el  devacán. Tanto es así, que el dichoso ego no ve a través del velo de males,  tristezas  y  pesares  a  que  pueden  estar  sujetos  los  seres  a  quienes amó en la tierra. Vive en aquel dulce sueño con sus seres amados, tanto con los que ya murieron como con los que todavía permanecen en la tierra. Los tiene junto a sí, tan dichosos, felices e inocentes como él mismo; y sin embargo, excepto en raros casos de visión, los  moradores  de  nuestro  craso  planeta  no  se  percatan  de ello.  También durante este estado de completa maya, las almas o egos  astrales,  delicada  y  puramente  amorosos,  actuantes  bajo  la  misma ilusión, se figuran que sus amados deudos bajan a la tierra junto a ellos, cuando es el espíritu del que está en la tierra el que asciende  a  reunirse  con  su  deudo  en  el  devacán.


Sí;  hay  mucha  variedad  de  estados  en  el  devacán,  según  decís  muy  bien.  Hay  tantas  variedades  de  felicidad  como  en  la  tierra  matices  de  percepción  y  capacidad  para  apreciar  tal  recompensaEs  un  ideal  paraíso  formado  por  el  mismo  ego,  quien lo llena de las perspectivas, lo atesta de los incidentes y lo apiña con las gentes que esperaba hallar en semejante estado de compensadora  bienaventuranza.    Esta variedad guía  al  temporáneo ego personal hacia la corriente que ha de conducirle a renacer en mejores o peores condiciones en el próximo mundo de causas. Todo está tan  armoniosamente ajustado en la  naturaleza, y especialmente en el mundo subjetivo, que  ningún error pueden cometer los  tathagatas  y dyhanchoanes  que  guían  los impulsos.  


El  sexto y el   séptimo   principios,   en   distinción   de   los   demás,   constituyen  la  eterna,  imperecedera  pero  también  inconsciente "mónada". Para despertar a la vida la latente conciencia, sobre todo  la  de  la  personal individualidad,  es  necesario  que  además de la   mónada   concurran   los   superiores   atributos   del   quinto   principio (alma animal) constituyendo así el eterno ego que vive y goza de felicidad en el devacán.  El espíritu, la purísima emanación del Único, forma con el séptimo y el sexto principios la tríada superior, y ni uno ni otro son capaces de asimilarse nada más que  lo bueno, puro y santo. De aquí que nada materialmente sensual ni recuerdo alguno profano puede acompañar a la memoria del ego en el devacán. El karma correspondiente a los recuerdos de malos pensamientos y acciones alcanzará al ego cuando mude de personalidad  en  el  siguiente  mundo  de  causas.  La  mónada o "individualidad espiritual" permanece inmaculada en todo caso.  No  hay  pena  ni  dolor  para  quienes  nacen  en  el  loka  rupa  del  devacán,  porque  es  la  comarca  pura.  En  todas  las  regiones  del  espacio  hay  tales  comarcas  (sakvala),  pero  aquella  comarca  de  felicidad  es  la  más  pura. 


Tampoco   debéis   reíros   si   alguna   vez   tropezáis   con   el   Pindadana u otro Sutra budista y leéis: "Entre el loka kama y el loka  rupa  hay  un  lugar,  la  mansión  de  Mara  (la  muerte).  Henchida  de  pasión  y  lujuria,  quebranta  Mara  todo  principio  virtuoso  como  la  muela  tritura  el  trigo.  [Según  podéis  colegir,  Mara es la imagen alegórica de la esfera llamada el "Planeta de la Muerte", la vorágine donde desaparecen las vidas sentenciadas a destrucción.  La  batalla  se  libra  entre  los  lokas  kama  y rupa.] Su palacio abarca siete mil yojanas cuadradas y está rodeado por una séptuple muralla

Así tenemos: 
 1º Devas rupa o dhyanchoanes con forma (ex hombres).  [Los  espíritus  planetarios  de  nuestra  tierra  no  son  de  los  superiores,  como  bien  podéis  suponer  
 2º Devas arrupa o dhyanchoanes sin forma (ex hombres).  
3º Pisachas (con dos principios) espectros o cascarones.  
4º  Mararrupas  (con  tres  principios),  cuerpos  condenados  a  la  aniquilación.  
5º Asuras o elementales en figura humana.  
6º Bestias, segunda clase de animales elementales.  [Las clases 
5º y 6º son futuros hombres.] 
7º Rakshasas (demonios), almas o formas astrales de hechiceros; hombres  que  alcanzaron  el  pináculo  del  conocimiento  en  las  artes prohibidas. Muertos o vivos, han, por decirlo así, engañado a  la  naturaleza,  aunque  sólo  temporalmente,  hasta  que  nuestro  planeta  caiga  en  la  obscuración,  pues  entonces,  nolens  volens, quedarán aniquilados.  [En  el  shastra  Abidharma  (Metafísica)  leemos:  "Buda  enseñó  que  en  las  inmediaciones  de  todos  los  sakvalas  hay  un  intervalo  tenebroso,  sin  sol  ni  luna  para  quien  en  él  cae.  De  él  no  se  renace. Es el frío infierno, el gran naraka". Equivale al avitchi.]  

Dichos  siete  grupos  constituyen  las  principales  divisiones  de  los  moradores  de  los  subjetivos  mundos  que  nos  rodean.  Al  primer  grupo  pertenecen  los  inteligentes  gobernantes  de  este  mundo de materia, quienes a pesar de toda su inteligencia no son más  que  ciegos  obedientes  del  Único, los  activos  agentes  de  un  pasivo  Principio.  

Los  "cascarones" o "paseantes en la tierra", como aquí se les llama, no son forzosamente todos malos. Pero aun los buenos se malean interinamente  por  influencia  de  los  médiums.  A  los  cascarones  poco  les  importa  porque  no  tienen  nada  que  perder;  pero  hay  otra clase de "espíritus" de quienes hemos dejado de ocuparnos: los  suicidas  y  los  muertos  por  accidente.  Ambas  clases  pueden  comunicarse  y  ambas  habrán  de  pagar  muy  caras  tales  visitas.  Explicaré lo que esto significa.  Son   dichas   entidades   las   que   los   espiritistas   franceses   comprenden  en  la  denominación  de  "espíritus  sufrientes".  Son  la  excepción  de  la  regla,  pues  han  de  permanecer  dentro  de  la  atracción  de  la  tierra  y  en  su  atmósfera  o  loka  kama  hasta  el  último  momento  de  la  que  hubiera  sido  natural  duración  de  su  vida. Dicho de otro modo, aquella particular ola de la evolución de la vida ha de alcanzar su ribera.  Pero  avivar  su  memoria  y  recrudecer  sus  sufrimientos  deparándoles ocasión de vida artificial que recargará su karma, incitándoles  a  que  entren  por  las  abiertas  puertas   de   los   médiums  y  sensitivos,  es  pecado  y  crueldad,  porque  habrán  de  pagar  muy  caro  cada  uno  de  tales  placeres.  A  los  suicidas  les  diré que con la insensata esperanza de escapar de la vida, se ven todavía  vivos  con  bastante  sufrimiento  para  ellos  reservado  en  esta misma vida. Su castigo está en la intensidad del sufrimiento. A  consecuencia  de  su  irreflexiva  acción  perdió  el  suicida  el  séptimo  y  el  sexto  principios,  aunque  no  para  siempre,  pues  puede recobrarlos; pero hay algunos que en vez de resignarse al castigo y aprovechar  la  ocasión  de  redimirse,  echan  de  menos  la vida   terrena   y   ceden   a   la   tentación  de   recobrarla   por   pecaminosos  procedimientos.  En  el  loka  kama,  la  región  de  intensos deseos, no pueden satisfacer sus terrenas ansias sino por medio de un viviente a manera de apoderado; y si tal hacen, al expirar el término de la que hubiese  sido  su  natural  vida  en  la  tierra,  pierden  generalmente  su mónada para siempre.  En  cuanto  a  las víctimas  de  accidente,  aún  les  sucede  cosa  peor, pues lúgubre destino es el suyo, a menos que lo buenos y  puros  vayan  inmediatamente  al  samadhi  akásico,  esto  es,  que  caigan en un estado de tranquilo y ligero sueño lleno de rosados ensueños, durante el cual no recuerden el accidente, sino que se muevan  y  vivan  entre  sus  deudos  y  en  su  ambiente  hasta  que  pasen  al  devacán,  al  natural  término  de  la  que  hubiera  sido  su  terrena vida.  Pero   si   fueron  pecadores   y   voluptuosos,   vagan   como   infelices  sombras  (no  cascarones,  porque  no  se  ha  roto  del  todo  el  enlace  con  sus  dos  principios  superiores)  hasta  que  llega  la  hora de su muerte. Como quiera que se les cortó la vida en pleno flujo de terrenas pasiones que los ligaban a sus habituales vicios, los seducen las ocasiones que de satisfacerlos por conducto ajeno los médiums les deparan. Son los pisachas, los íncubos y súcubos de  los  tiempos  medievales,  los  demonios  de  la  embriaguez,  la  gula,  la  lujuria  y  la  avaricia.  Son  elementarios  de  intensificada  astucia,  malvados  y  crueles,  que  provocan  a  sus  víctimas  a  perpetrar crímenes horribles y se gozan en su comisión. No sólo arruinan  a  sus  víctimas,  cual  psíquicos  vampiros,  sino  que,  arrastrados  por  la  corriente  de  sus  infernales  impulsos,  acaban  por  salir,  al  fin  de  su  natural  período  de  vida,  del  aura  de  la  tierra,  y  van  a  regiones  donde  por  siglos  habrán  de  soportar  agudísimos sufrimientos hasta su completa destrucción.  Pero  si  la  víctima  del  accidente  o  del  crimen  no  era  muy  buena ni muy mala, sino persona vulgar, puede sucederle que si la atrae un médium forme para ella una cosa tan perniciosísima como  una  nueva  combinación  de  escandas  y  un  nuevo  y  mal  karma. 



Volviendo ahora al tema de la identidad entre el antiguo y el  nuevo  ego,  os  recordaré  una  vez  más  que  aunque  vuestra  ciencia  haya  aceptado  la  antigua,  antiquísima  enseñanza  de  nuestro Señor, según la cual un hombre de cualquiera edad, por más que se sienta él mismo, no es  físicamente  como  era  algunos  años antes (nosotros fijamos en siete años este número y estamos dispuestos a mantenerlo y probarlo), resulta que budísticamente hablando  han  cambiado  sus  escandas,  y  al  propio  tiempo  están  estos  escandas  actuando  incesantemente  en  la  preparación  del  abstracto   molde  que   “oculta"   al   nuevo ser.   [Véase   a   este   propósito   el   Abhidharma   Kosha  Vyakhya,   el Sutta   Pitaka   o cualquier  otro  libro  budista  del  Norte,  en  todos  los  cuales  declara  Gautama  el  Buda  que  los  escandas  son  el  alma,  pues  el  cuerpo está cambiando sin cesar, y que ni el hombre ni el animal ni el vegetal son los mismos durante dos días consecutivos o aun minutos; y así dice: "¡Mendicantes! Recordad que en el hombre no  hay  ningún  principio  permanente,  y  que  sólo  el  discípulo  instruído que  adquiere  sabiduría  sabe  lo  que  dice  al  decir:  "Yo  soy."] Así pues, si es justo que un hombre de cuarenta años sufra o  goce  por  lo  que  hizo  a  los  veinte,  también  es  justo  que  el  ser  nuevamente  nacido  (esencialmente  idéntico  al  anterior,  porque  es su resultado y su creación) experimente las consecuencias del ser o personalidad que lo engendró. Vuestras leyes de Occidente que  castigan  al  inocente  hijo  de  un  padre  culpable,  dejándolo  huérfano  y  privándole  de  sus  derechos  y  propiedades;  vuestra  civilizada   sociedad   que   marca   con   infamante   estigma   a   la   inocente   hija   de  una   madre   criminal;   vuestra   Iglesia   y Escrituras  cristianas  que  enseñan  que  el  Señor  Dios  castiga  los  pecados de los padres en los hijos hasta la tercera y cuaeta generación.

Ahora  bien;  según  queda  dicho,  las  causas  determinantes  de  la  índole  del  karma  y  de  la  producción  del  "nuevo  ser"  son  trishna, (o tanha), la sed o anhelo de vida senciente, y upadana o satisfacción   de  dicho   anhelo.   Los   médiums   contribuyen  a  despertar  e  intensificar  ne plus  ultra*  ambas  causas  en  un  elementario,   sea  suicida   o   sea   interfecto   (únicamente   los  cascarones   y   los   elementales  quedan   indemnes,   aunque   la   comunicación  o  trato  no  puede  mejorar  ni  tampoco  altera  en  modo alguno la moralidad de los sensitivos.  La   regla   es   que    quien    muere    de    muerte    natural    permanecerá  "desde  unas  cuantas  horas  a  unos  cuantos  años"  dentro  de  la  esfera  de  atracción  de  la  tierra  o  sea  en  el  loka  kama. Pero son excepciones de la regla los suicidas,  y en general quienes  mueren  violentamente.  Así,  por  ejemplo, uno  de  estos  egos que estuviese destinado a vivir ochenta o noventa años, pero que  a  la  edad  de  veinte  se  suicidara  o  muriera  de  accidente, no  habría de pasar.
*Frase latina equivalente a hasta más no poder o hasta el último extremo, esto es, sin más allá. (N. del T.) 

Tan  sólo  "unos  cuantos  años"  en  el  loka  kama  sino  sesenta  o  setenta  en  calidad  de  elementario  o  más  bien  de  "paseante  en  tierra",  pues  por  desgracia  para  él  no  se  ha  convertido  en  cascarón. ¡Dichosos, triplemente dichosos en comparación son las desencarnadas   entidades   que   duermen   largo   sueño   y   viven   soñando  en  el  seno  del  espacio!  Pero  desgraciados  de  aquellos  cuyo   trishna   los   atraiga   a   los  médiums,  y  desgraciados   los   médiums  que  los  tienen  con  tan  asequible  upadana. Porque  al  posesionarse  de  ellos  el  médium  y satisfacer  su  sed  de  vida,  contribuye  a  formarles  (como  en  efecto  es  de  ello  la  causa)  un  nuevo  grupo  de  escandas,  un  nuevo  cuerpo  con  tendencias  y  pasiones  mucho  peores  de  las  del  cuerpo  que  perdieron.  Por  lo  tanto,  el  porvenir  de  este  nuevo  cuerpo  estará  determinado  no  sólo  por  el  mal  karma  del  precedente  grupo  de  escandas,  sino  también  por  el  del  nuevo  grupo  del  futuro  ser.  Acaso  no  fueran  los  médiums  y  los  espiritistas  tan  propensos  a  la  hospitalidad  si  supieran  que,  según  ya  dije,  cada  vez  que  acogen  al  ponerse  en  rapto a una entidad que a ellos les parece un "ángel guía", lo que hacen es incitar a la entidad a un upadana que causará una serie de  indecibles  males  al  nuevo  ego  que  renazca  bajo  su  nefasta  influencia; y en cada sesión, sobre todo si hay materializaciones, multiplican    las    causas    de    infortunio,    que    malograrán    el    renacimiento espiritual del infortunado ego o renacerá en peores condiciones que nunca.  Ahora  podréis  comprender  por  qué  nos  oponemos  tan  enérgicamente  al  espiritismo  y  a  la  mediumnidad.  

K.H.




fragmentos:  Cartas de los Mahatmas 

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