El devacán es un estado y no un lugar. Los lokas rupa, arrupa y kama son tres esferas de espiritualidad ascendente en que hallan su actuación los diversos grupos de entidades subjetivas. En el loka kama (esfera semifísica) moran los cascarones, los interfectos y los suicidas; y esta esfera está dividida en innumerables regiones y subregiones correspondientes al estado mental de la entidad en el momento de su muerte física. El loka kama es la luciente "tierra de verano" de los espiritistas, a cuyos horizontes está limitada la visión de sus mejores videntes; visión imperfecta y defectuosa porque no la ha disciplinado y guiado el alaya (conocimiento oculto). ¿ Quién sabe en Occidente ni una palabra acerca del verdadero sahalokadhatu, del misterioso chiliocosmo, de entre cuyas muchas regiones únicamente se pueden mencionar a los profanos los lokas kama, rupa y arrupa, o sean los tres mundos que constituyen la tribhuvana? Sin embargo, ved el triste fruto que ha dado en las mentes occidentales la mención de aun sólo esos tres. Con el loka kama hay el gran chiliocosmo. Una vez despertadas de su sopor post mortem, las nuevamente trasladadas "almas" van (todas menos los cascarones) al devacán o al avitchi, según sus atracciones. Estos dos estados se diversifican también ad infinitum) y sus ascendentes grados de espiritualidad toman nombre del loka en que cae el ego.
La estancia en el devacán es proporcional a los insatisfechos impulsos psíquicos originados en la vida terrena. Aquellos cuyas atracciones sean predominantemente materiales, muy luego se verán arrastrados al renacimiento por la fuerza de thana. Como acertadamente observa un adversario londinense, estos temas metafísicos sólo se pueden comprender en parte. Es preciso que actúe virtualmente una superior facultad perteneciente a la vida superior, y es de todo punto imposible forzar su comprensión por meras palabras. Es necesario ver con los ojos espirituales, oír con el oído dharmakáyico y sentir con las sensaciones del Astitya Vijnana (el "Yo" espiritual) para comprender plenamente esta doctrina, pues de lo contrario arriesga acrecentar la inquietud de uno y añadir muy poco a su conocimiento.
Por lo tanto, la posición social de un individuo es resultado de su karma, porque según la ley, lo semejante atrae a lo semejante. El renaciente ser queda impelido hacia la gestativa corriente con la que le asimilaron las preponderantes atracciones sobrevenidas desde el último nacimiento. Así el que murió siendo experto labriego puede renacer rey; y un fallecido monarca puede ver la luz en la choza de un peón. Esta ley de atracción se manifiesta en mil "accidentes de nacimiento", para los cuales no podía haber nombre tan impropio. Cuando echéis de ver que los escandas son los elementos de la existencia limitada, entonces os daréis también cuenta de una de las condiciones del devacán...
Tampoco son exactas en su general aplicación vuestras deducciones respecto a que el bienestar y goce de las clases superiores deriven de su mejor karma, pues se ha clamado contra ellas de un modo difícilmente conciliable con la ley kármica, y aquel "bienestar y goce" son a menudo las causas de un nuevo y recargado karma, en términos que, por regla general, la pobreza y las humildes condiciones de vida son menor causa de aflicción que la riqueza y la alta alcurnia. Pero ya trataremos de esto más adelante. Mis respuestas vuelven a tener más bien las proporciones de un volumen que el aspecto de una carta.
El Señor Buda describe alegóricamente el devacán o tierra de Sukhavati. Lo que dijo consta en el Shanmun-yih-tung. Dice Tathagata: "Muchos millares de miríadas de sistemas de mundos más allá de éste (el nuestro) hay una región de felicidad llamada Sukhavati. Esta región está circuida de siete filas de verjas, de siete filas de amplias cortinas y siete filas de ondulantes árboles. Los tathagatas (dhyanes choanes) gobiernan esta santa mansión de arhates y la poseen los bodisatvas. Tiene siete hermosos lagos de cuyo centro fluyen cristalinas aguas con siete y una propiedades o cualidades distintivas (los siete principios emanados del Único). Esto, ¡oh! Sariputra, es el devacán. La divina flor udambara echa una raíz en la sombra de cada tierra y florece para cuantos la alcanzan. Los que nacen en la bendita región son verdaderamente bienaventurados y no hay en aquel ciclo más penas ni tristezas para ellos. Miríadas de espíritus acuden allí en busca de descanso y después vuelven a sus propias regiones (los que no han terminado sus círculos terrestres). También, ¡oh! Sariputra, muchos de los nacidos en aquella tierra de gozo son avaivartyas", etc.
Seguramente que el nuevo ego, luego de renacido, retiene por algún tiempo, proporcional a su vida terrena, un "completo recuerdo de su vida en la tierra" (ved vuestra pregunta anterior). Pero nunca puede volver a la tierra desde el devacán, ni tiene este estado, aun prescindiendo de todas las "ideas antropomórficas de Dios", ninguna semejanza con el paraíso o cielo de las religiones. La fantasía literaria de H. P. B. le sugirió tan estupenda comparación.
"¿Quién va al devacán?" Desde luego que el individual ego, pero santo, puro y beatificado. Todo ego (la combinación del sexto y del séptimo principios que tras el período de inconsciente gestación renace en el devacán) es necesariamente tan inocente y puro como niño recién nacido. El hecho de renacer demuestra por cierto la preponderancia del bien sobre el mal en su anterior personalidad. Y mientras el mal karma queda entretanto en suspenso para seguirle en su futura encarnación terrestre, sólo le acompaña al devacán el karma de sus buenas acciones, palabras y pensamientos. La palabra "mal" tiene para nosotros un significado relativo.
"¿Quién va al devacán?" Desde luego que el individual ego, pero santo, puro y beatificado. Todo ego (la combinación del sexto y del séptimo principios que tras el período de inconsciente gestación renace en el devacán) es necesariamente tan inocente y puro como niño recién nacido. El hecho de renacer demuestra por cierto la preponderancia del bien sobre el mal en su anterior personalidad. Y mientras el mal karma queda entretanto en suspenso para seguirle en su futura encarnación terrestre, sólo le acompaña al devacán el karma de sus buenas acciones, palabras y pensamientos. La palabra "mal" tiene para nosotros un significado relativo.
La ley de retribución es la única ley que nunca yerra. De aquí que van al devacán todos cuantos no se han sumido en el cieno de la bestialidad y el pecado imperdonable. Más tarde pagarán voluntaria o involuntariamente sus pecados. Entretanto se les recompensa y reciben los efectos de las causas que engendraron. Por supuesto que, como si dijéramos, es un estado de intenso egoísmo, durante el cual cosecha el ego los frutos de su inegoísmo en la tierra. Se halla completamente embebido en la felicidad de todos sus personales afectos, preferencias y pensamientos terrestres y recoge el fruto de sus meritorias acciones. Ni dolor ni pesar ni aun sombra de aflicción obscurece el brillante horizonte de su purísima dicha, porque es un estado de perpetua "maya". Así como la consciente percepción de la personalidad en la tierra no es más que un desvanecible sueño, el mismo sentimiento de ensueño, aunque cien veces más intenso, se experimentará en el devacán. Tanto es así, que el dichoso ego no ve a través del velo de males, tristezas y pesares a que pueden estar sujetos los seres a quienes amó en la tierra. Vive en aquel dulce sueño con sus seres amados, tanto con los que ya murieron como con los que todavía permanecen en la tierra. Los tiene junto a sí, tan dichosos, felices e inocentes como él mismo; y sin embargo, excepto en raros casos de visión, los moradores de nuestro craso planeta no se percatan de ello. También durante este estado de completa maya, las almas o egos astrales, delicada y puramente amorosos, actuantes bajo la misma ilusión, se figuran que sus amados deudos bajan a la tierra junto a ellos, cuando es el espíritu del que está en la tierra el que asciende a reunirse con su deudo en el devacán.
Sí; hay mucha variedad de estados en el devacán, según decís muy bien. Hay tantas variedades de felicidad como en la tierra matices de percepción y capacidad para apreciar tal recompensa. Es un ideal paraíso formado por el mismo ego, quien lo llena de las perspectivas, lo atesta de los incidentes y lo apiña con las gentes que esperaba hallar en semejante estado de compensadora bienaventuranza. Esta variedad guía al temporáneo ego personal hacia la corriente que ha de conducirle a renacer en mejores o peores condiciones en el próximo mundo de causas. Todo está tan armoniosamente ajustado en la naturaleza, y especialmente en el mundo subjetivo, que ningún error pueden cometer los tathagatas y dyhanchoanes que guían los impulsos.
El sexto y el séptimo principios, en distinción de los demás, constituyen la eterna, imperecedera pero también inconsciente "mónada". Para despertar a la vida la latente conciencia, sobre todo la de la personal individualidad, es necesario que además de la mónada concurran los superiores atributos del quinto principio (alma animal) constituyendo así el eterno ego que vive y goza de felicidad en el devacán. El espíritu, la purísima emanación del Único, forma con el séptimo y el sexto principios la tríada superior, y ni uno ni otro son capaces de asimilarse nada más que lo bueno, puro y santo. De aquí que nada materialmente sensual ni recuerdo alguno profano puede acompañar a la memoria del ego en el devacán. El karma correspondiente a los recuerdos de malos pensamientos y acciones alcanzará al ego cuando mude de personalidad en el siguiente mundo de causas. La mónada o "individualidad espiritual" permanece inmaculada en todo caso. No hay pena ni dolor para quienes nacen en el loka rupa del devacán, porque es la comarca pura. En todas las regiones del espacio hay tales comarcas (sakvala), pero aquella comarca de felicidad es la más pura.
Tampoco debéis reíros si alguna vez tropezáis con el Pindadana u otro Sutra budista y leéis: "Entre el loka kama y el loka rupa hay un lugar, la mansión de Mara (la muerte). Henchida de pasión y lujuria, quebranta Mara todo principio virtuoso como la muela tritura el trigo. [Según podéis colegir, Mara es la imagen alegórica de la esfera llamada el "Planeta de la Muerte", la vorágine donde desaparecen las vidas sentenciadas a destrucción. La batalla se libra entre los lokas kama y rupa.] Su palacio abarca siete mil yojanas cuadradas y está rodeado por una séptuple muralla
Así tenemos:
1º Devas rupa o dhyanchoanes con forma (ex hombres). [Los espíritus planetarios de nuestra tierra no son de los superiores, como bien podéis suponer
2º Devas arrupa o dhyanchoanes sin forma (ex hombres).
3º Pisachas (con dos principios) espectros o cascarones.
4º Mararrupas (con tres principios), cuerpos condenados a la aniquilación.
5º Asuras o elementales en figura humana.
6º Bestias, segunda clase de animales elementales. [Las clases
5º y 6º son futuros hombres.]
7º Rakshasas (demonios), almas o formas astrales de hechiceros; hombres que alcanzaron el pináculo del conocimiento en las artes prohibidas. Muertos o vivos, han, por decirlo así, engañado a la naturaleza, aunque sólo temporalmente, hasta que nuestro planeta caiga en la obscuración, pues entonces, nolens volens, quedarán aniquilados. [En el shastra Abidharma (Metafísica) leemos: "Buda enseñó que en las inmediaciones de todos los sakvalas hay un intervalo tenebroso, sin sol ni luna para quien en él cae. De él no se renace. Es el frío infierno, el gran naraka". Equivale al avitchi.]
Dichos siete grupos constituyen las principales divisiones de los moradores de los subjetivos mundos que nos rodean. Al primer grupo pertenecen los inteligentes gobernantes de este mundo de materia, quienes a pesar de toda su inteligencia no son más que ciegos obedientes del Único, los activos agentes de un pasivo Principio.
Los "cascarones" o "paseantes en la tierra", como aquí se les llama, no son forzosamente todos malos. Pero aun los buenos se malean interinamente por influencia de los médiums. A los cascarones poco les importa porque no tienen nada que perder; pero hay otra clase de "espíritus" de quienes hemos dejado de ocuparnos: los suicidas y los muertos por accidente. Ambas clases pueden comunicarse y ambas habrán de pagar muy caras tales visitas. Explicaré lo que esto significa. Son dichas entidades las que los espiritistas franceses comprenden en la denominación de "espíritus sufrientes". Son la excepción de la regla, pues han de permanecer dentro de la atracción de la tierra y en su atmósfera o loka kama hasta el último momento de la que hubiera sido natural duración de su vida. Dicho de otro modo, aquella particular ola de la evolución de la vida ha de alcanzar su ribera. Pero avivar su memoria y recrudecer sus sufrimientos deparándoles ocasión de vida artificial que recargará su karma, incitándoles a que entren por las abiertas puertas de los médiums y sensitivos, es pecado y crueldad, porque habrán de pagar muy caro cada uno de tales placeres. A los suicidas les diré que con la insensata esperanza de escapar de la vida, se ven todavía vivos con bastante sufrimiento para ellos reservado en esta misma vida. Su castigo está en la intensidad del sufrimiento. A consecuencia de su irreflexiva acción perdió el suicida el séptimo y el sexto principios, aunque no para siempre, pues puede recobrarlos; pero hay algunos que en vez de resignarse al castigo y aprovechar la ocasión de redimirse, echan de menos la vida terrena y ceden a la tentación de recobrarla por pecaminosos procedimientos. En el loka kama, la región de intensos deseos, no pueden satisfacer sus terrenas ansias sino por medio de un viviente a manera de apoderado; y si tal hacen, al expirar el término de la que hubiese sido su natural vida en la tierra, pierden generalmente su mónada para siempre. En cuanto a las víctimas de accidente, aún les sucede cosa peor, pues lúgubre destino es el suyo, a menos que lo buenos y puros vayan inmediatamente al samadhi akásico, esto es, que caigan en un estado de tranquilo y ligero sueño lleno de rosados ensueños, durante el cual no recuerden el accidente, sino que se muevan y vivan entre sus deudos y en su ambiente hasta que pasen al devacán, al natural término de la que hubiera sido su terrena vida. Pero si fueron pecadores y voluptuosos, vagan como infelices sombras (no cascarones, porque no se ha roto del todo el enlace con sus dos principios superiores) hasta que llega la hora de su muerte. Como quiera que se les cortó la vida en pleno flujo de terrenas pasiones que los ligaban a sus habituales vicios, los seducen las ocasiones que de satisfacerlos por conducto ajeno los médiums les deparan. Son los pisachas, los íncubos y súcubos de los tiempos medievales, los demonios de la embriaguez, la gula, la lujuria y la avaricia. Son elementarios de intensificada astucia, malvados y crueles, que provocan a sus víctimas a perpetrar crímenes horribles y se gozan en su comisión. No sólo arruinan a sus víctimas, cual psíquicos vampiros, sino que, arrastrados por la corriente de sus infernales impulsos, acaban por salir, al fin de su natural período de vida, del aura de la tierra, y van a regiones donde por siglos habrán de soportar agudísimos sufrimientos hasta su completa destrucción. Pero si la víctima del accidente o del crimen no era muy buena ni muy mala, sino persona vulgar, puede sucederle que si la atrae un médium forme para ella una cosa tan perniciosísima como una nueva combinación de escandas y un nuevo y mal karma.
Volviendo ahora al tema de la identidad entre el antiguo y el nuevo ego, os recordaré una vez más que aunque vuestra ciencia haya aceptado la antigua, antiquísima enseñanza de nuestro Señor, según la cual un hombre de cualquiera edad, por más que se sienta él mismo, no es físicamente como era algunos años antes (nosotros fijamos en siete años este número y estamos dispuestos a mantenerlo y probarlo), resulta que budísticamente hablando han cambiado sus escandas, y al propio tiempo están estos escandas actuando incesantemente en la preparación del abstracto molde que “oculta" al nuevo ser. [Véase a este propósito el Abhidharma Kosha Vyakhya, el Sutta Pitaka o cualquier otro libro budista del Norte, en todos los cuales declara Gautama el Buda que los escandas son el alma, pues el cuerpo está cambiando sin cesar, y que ni el hombre ni el animal ni el vegetal son los mismos durante dos días consecutivos o aun minutos; y así dice: "¡Mendicantes! Recordad que en el hombre no hay ningún principio permanente, y que sólo el discípulo instruído que adquiere sabiduría sabe lo que dice al decir: "Yo soy."] Así pues, si es justo que un hombre de cuarenta años sufra o goce por lo que hizo a los veinte, también es justo que el ser nuevamente nacido (esencialmente idéntico al anterior, porque es su resultado y su creación) experimente las consecuencias del ser o personalidad que lo engendró. Vuestras leyes de Occidente que castigan al inocente hijo de un padre culpable, dejándolo huérfano y privándole de sus derechos y propiedades; vuestra civilizada sociedad que marca con infamante estigma a la inocente hija de una madre criminal; vuestra Iglesia y Escrituras cristianas que enseñan que el Señor Dios castiga los pecados de los padres en los hijos hasta la tercera y cuaeta generación.
Ahora bien; según queda dicho, las causas determinantes de la índole del karma y de la producción del "nuevo ser" son trishna, (o tanha), la sed o anhelo de vida senciente, y upadana o satisfacción de dicho anhelo. Los médiums contribuyen a despertar e intensificar ne plus ultra* ambas causas en un elementario, sea suicida o sea interfecto (únicamente los cascarones y los elementales quedan indemnes, aunque la comunicación o trato no puede mejorar ni tampoco altera en modo alguno la moralidad de los sensitivos. La regla es que quien muere de muerte natural permanecerá "desde unas cuantas horas a unos cuantos años" dentro de la esfera de atracción de la tierra o sea en el loka kama. Pero son excepciones de la regla los suicidas, y en general quienes mueren violentamente. Así, por ejemplo, uno de estos egos que estuviese destinado a vivir ochenta o noventa años, pero que a la edad de veinte se suicidara o muriera de accidente, no habría de pasar.
*Frase latina equivalente a hasta más no poder o hasta el último extremo, esto es, sin más allá. (N. del T.)
1º Devas rupa o dhyanchoanes con forma (ex hombres). [Los espíritus planetarios de nuestra tierra no son de los superiores, como bien podéis suponer
2º Devas arrupa o dhyanchoanes sin forma (ex hombres).
3º Pisachas (con dos principios) espectros o cascarones.
4º Mararrupas (con tres principios), cuerpos condenados a la aniquilación.
5º Asuras o elementales en figura humana.
6º Bestias, segunda clase de animales elementales. [Las clases
5º y 6º son futuros hombres.]
7º Rakshasas (demonios), almas o formas astrales de hechiceros; hombres que alcanzaron el pináculo del conocimiento en las artes prohibidas. Muertos o vivos, han, por decirlo así, engañado a la naturaleza, aunque sólo temporalmente, hasta que nuestro planeta caiga en la obscuración, pues entonces, nolens volens, quedarán aniquilados. [En el shastra Abidharma (Metafísica) leemos: "Buda enseñó que en las inmediaciones de todos los sakvalas hay un intervalo tenebroso, sin sol ni luna para quien en él cae. De él no se renace. Es el frío infierno, el gran naraka". Equivale al avitchi.]
Dichos siete grupos constituyen las principales divisiones de los moradores de los subjetivos mundos que nos rodean. Al primer grupo pertenecen los inteligentes gobernantes de este mundo de materia, quienes a pesar de toda su inteligencia no son más que ciegos obedientes del Único, los activos agentes de un pasivo Principio.
Los "cascarones" o "paseantes en la tierra", como aquí se les llama, no son forzosamente todos malos. Pero aun los buenos se malean interinamente por influencia de los médiums. A los cascarones poco les importa porque no tienen nada que perder; pero hay otra clase de "espíritus" de quienes hemos dejado de ocuparnos: los suicidas y los muertos por accidente. Ambas clases pueden comunicarse y ambas habrán de pagar muy caras tales visitas. Explicaré lo que esto significa. Son dichas entidades las que los espiritistas franceses comprenden en la denominación de "espíritus sufrientes". Son la excepción de la regla, pues han de permanecer dentro de la atracción de la tierra y en su atmósfera o loka kama hasta el último momento de la que hubiera sido natural duración de su vida. Dicho de otro modo, aquella particular ola de la evolución de la vida ha de alcanzar su ribera. Pero avivar su memoria y recrudecer sus sufrimientos deparándoles ocasión de vida artificial que recargará su karma, incitándoles a que entren por las abiertas puertas de los médiums y sensitivos, es pecado y crueldad, porque habrán de pagar muy caro cada uno de tales placeres. A los suicidas les diré que con la insensata esperanza de escapar de la vida, se ven todavía vivos con bastante sufrimiento para ellos reservado en esta misma vida. Su castigo está en la intensidad del sufrimiento. A consecuencia de su irreflexiva acción perdió el suicida el séptimo y el sexto principios, aunque no para siempre, pues puede recobrarlos; pero hay algunos que en vez de resignarse al castigo y aprovechar la ocasión de redimirse, echan de menos la vida terrena y ceden a la tentación de recobrarla por pecaminosos procedimientos. En el loka kama, la región de intensos deseos, no pueden satisfacer sus terrenas ansias sino por medio de un viviente a manera de apoderado; y si tal hacen, al expirar el término de la que hubiese sido su natural vida en la tierra, pierden generalmente su mónada para siempre. En cuanto a las víctimas de accidente, aún les sucede cosa peor, pues lúgubre destino es el suyo, a menos que lo buenos y puros vayan inmediatamente al samadhi akásico, esto es, que caigan en un estado de tranquilo y ligero sueño lleno de rosados ensueños, durante el cual no recuerden el accidente, sino que se muevan y vivan entre sus deudos y en su ambiente hasta que pasen al devacán, al natural término de la que hubiera sido su terrena vida. Pero si fueron pecadores y voluptuosos, vagan como infelices sombras (no cascarones, porque no se ha roto del todo el enlace con sus dos principios superiores) hasta que llega la hora de su muerte. Como quiera que se les cortó la vida en pleno flujo de terrenas pasiones que los ligaban a sus habituales vicios, los seducen las ocasiones que de satisfacerlos por conducto ajeno los médiums les deparan. Son los pisachas, los íncubos y súcubos de los tiempos medievales, los demonios de la embriaguez, la gula, la lujuria y la avaricia. Son elementarios de intensificada astucia, malvados y crueles, que provocan a sus víctimas a perpetrar crímenes horribles y se gozan en su comisión. No sólo arruinan a sus víctimas, cual psíquicos vampiros, sino que, arrastrados por la corriente de sus infernales impulsos, acaban por salir, al fin de su natural período de vida, del aura de la tierra, y van a regiones donde por siglos habrán de soportar agudísimos sufrimientos hasta su completa destrucción. Pero si la víctima del accidente o del crimen no era muy buena ni muy mala, sino persona vulgar, puede sucederle que si la atrae un médium forme para ella una cosa tan perniciosísima como una nueva combinación de escandas y un nuevo y mal karma.
Volviendo ahora al tema de la identidad entre el antiguo y el nuevo ego, os recordaré una vez más que aunque vuestra ciencia haya aceptado la antigua, antiquísima enseñanza de nuestro Señor, según la cual un hombre de cualquiera edad, por más que se sienta él mismo, no es físicamente como era algunos años antes (nosotros fijamos en siete años este número y estamos dispuestos a mantenerlo y probarlo), resulta que budísticamente hablando han cambiado sus escandas, y al propio tiempo están estos escandas actuando incesantemente en la preparación del abstracto molde que “oculta" al nuevo ser. [Véase a este propósito el Abhidharma Kosha Vyakhya, el Sutta Pitaka o cualquier otro libro budista del Norte, en todos los cuales declara Gautama el Buda que los escandas son el alma, pues el cuerpo está cambiando sin cesar, y que ni el hombre ni el animal ni el vegetal son los mismos durante dos días consecutivos o aun minutos; y así dice: "¡Mendicantes! Recordad que en el hombre no hay ningún principio permanente, y que sólo el discípulo instruído que adquiere sabiduría sabe lo que dice al decir: "Yo soy."] Así pues, si es justo que un hombre de cuarenta años sufra o goce por lo que hizo a los veinte, también es justo que el ser nuevamente nacido (esencialmente idéntico al anterior, porque es su resultado y su creación) experimente las consecuencias del ser o personalidad que lo engendró. Vuestras leyes de Occidente que castigan al inocente hijo de un padre culpable, dejándolo huérfano y privándole de sus derechos y propiedades; vuestra civilizada sociedad que marca con infamante estigma a la inocente hija de una madre criminal; vuestra Iglesia y Escrituras cristianas que enseñan que el Señor Dios castiga los pecados de los padres en los hijos hasta la tercera y cuaeta generación.
Ahora bien; según queda dicho, las causas determinantes de la índole del karma y de la producción del "nuevo ser" son trishna, (o tanha), la sed o anhelo de vida senciente, y upadana o satisfacción de dicho anhelo. Los médiums contribuyen a despertar e intensificar ne plus ultra* ambas causas en un elementario, sea suicida o sea interfecto (únicamente los cascarones y los elementales quedan indemnes, aunque la comunicación o trato no puede mejorar ni tampoco altera en modo alguno la moralidad de los sensitivos. La regla es que quien muere de muerte natural permanecerá "desde unas cuantas horas a unos cuantos años" dentro de la esfera de atracción de la tierra o sea en el loka kama. Pero son excepciones de la regla los suicidas, y en general quienes mueren violentamente. Así, por ejemplo, uno de estos egos que estuviese destinado a vivir ochenta o noventa años, pero que a la edad de veinte se suicidara o muriera de accidente, no habría de pasar.
*Frase latina equivalente a hasta más no poder o hasta el último extremo, esto es, sin más allá. (N. del T.)
Tan sólo "unos cuantos años" en el loka kama sino sesenta o setenta en calidad de elementario o más bien de "paseante en tierra", pues por desgracia para él no se ha convertido en cascarón. ¡Dichosos, triplemente dichosos en comparación son las desencarnadas entidades que duermen largo sueño y viven soñando en el seno del espacio! Pero desgraciados de aquellos cuyo trishna los atraiga a los médiums, y desgraciados los médiums que los tienen con tan asequible upadana. Porque al posesionarse de ellos el médium y satisfacer su sed de vida, contribuye a formarles (como en efecto es de ello la causa) un nuevo grupo de escandas, un nuevo cuerpo con tendencias y pasiones mucho peores de las del cuerpo que perdieron. Por lo tanto, el porvenir de este nuevo cuerpo estará determinado no sólo por el mal karma del precedente grupo de escandas, sino también por el del nuevo grupo del futuro ser. Acaso no fueran los médiums y los espiritistas tan propensos a la hospitalidad si supieran que, según ya dije, cada vez que acogen al ponerse en rapto a una entidad que a ellos les parece un "ángel guía", lo que hacen es incitar a la entidad a un upadana que causará una serie de indecibles males al nuevo ego que renazca bajo su nefasta influencia; y en cada sesión, sobre todo si hay materializaciones, multiplican las causas de infortunio, que malograrán el renacimiento espiritual del infortunado ego o renacerá en peores condiciones que nunca. Ahora podréis comprender por qué nos oponemos tan enérgicamente al espiritismo y a la mediumnidad.
K.H.
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