El estudio de la historia indica que los Adeptos rara vez intervienen en el libre albedrío del hombre. Ellos los inspiran pero no lo obligan. Su desenvolvimiento debe ser el resultado de su propio esfuerzo y realizaciones, sus propias experiencias y sus propios errores; pues que solamente así puede el hombre evolucionar hacia el Adeptado.
Por trágico e injusto que parezca el padecimiento causado por el error, el hombre es un ser libre en el cosmos y, aparte del funcionamiento de ciertas leyes naturales, inclusive la del karma, libre debe permanecer. Los Rishis han dado evidencia de Su respeto a esa libertad aun cuando la vean mal empleada y en camino de producir desastre, sabiendo sin duda que Su propio Adeptado no habría sido logrado de otro modo. Debe suponerse también que Ellos saben que el servicio compensatorio a los que son víctimas de la crueldad con el tiempo ha de equilibrar la balanza de la justicia por muy inclinada que ella éste a un lado durante algún tiempo. Este principio de respeto a la libertad evidentemente gobierna todas las relaciones entre los Adeptos y los hombres y se aplica asimismo a la conducta humana sea ella benéfica o maléfica. Es evidente que sobre todo, el hombre debe ser libre.
No obstante, los Mahatmas no dejan sin ayuda o sin advertencia a la humanidad respecto del caprichoso descenso hacia la transgresión o a la agonía que proviene del error. Al contrario. Sin interrupción, a lo largo de millares de siglos han hecho, y hacen todavía, toda contribución posible que este en Su poder para reducir las causas originales de los padecimientos humanos en el planeta. La revelación del Señor Buda de las Cuatro Verdades y el Noble Sendero Octuple son un modelo de ese servicio como ejemplo y precepto. La inculcación de viva voz y en virtud de la vida del amor fraternal y el sacrificio de sí mismo del Señor Cristo constituyen otro ejemplo. El trabajo de la Fraternidad de Adeptos ni cesa ni disminuye de edad en edad. Movidos como son sus miembros por verdadera compasión divina, todos sus trabajos en pro del hombre contribuyen a la disminución y finalmente a la eliminación de la crueldad que tan a menudo el hombre inflige a sus hermanos los hombres y los animales, y de la reacción inevitable que ella trae sobre él.
Algunos de Ellos aparecen personalmente como instructores Mundiales y otros como Gurús. Ellos inundan el alma de los hombres con poder espiritual, luz y amor. Ellos dirigen influencias espiritualizadoras a la mente mundial. Ellos guían e inspiran a individuos y grupos receptivos; empero con libertad de acción física, sólo muy rara vez intervienen.
El Bodhisattva que como Instructor Espiritual aparece entre los hombres de edad en edad, con una voz enseña la unidad de la vida y la ley de causa y efecto, enaltece el amor compasivo como una de las más grandes virtudes humanas y la senda más segura de la felicidad. Adeptos, Iniciados, discípulos, santos, videntes y filósofos por medio del precepto y el ejemplo enseñan esas doctrinas sin cesar. Algunos individuos responden, pero la mayor parte de los hombres pone muy poca atención. A pesar de todo, no debe emplearse la fuerza, la libertad humana, aun cuando se la mal emplee, es sagrada, este es principio que gobierna la obra de los Adeptos en este planeta.
El trabajo de entrenar discípulos y el de dirigir a hombres y mujeres a lo largo del Sendero de rápido desenvolvimiento para alcanzar el Adeptado, tiene también como su propósito y resultado la disminución del mal y el padecimiento en el mundo. Sobre todas las cosas, el mundo necesita discípulos, sea de un Adepto Gurú o de una idea sublime.
En vista de la revelación de las horrendas crueldades infligidas durante las guerras, se hace irresistible una llamada al sentimiento humano individual y a la necesidad de una cruzada en pro del sentido de humanidad.
Los terribles efectos de la proverbial inhumanidad del hombre para el hombre y del hombre para los animales han de verse claramente en este siglo. El "tremendo reajuste de la ley" toma la forma de grandes y pequeñas guerras, de continuas y aun inevitables amenazas de guerra y de la siempre creciente suma de enfermedades y otros desastres que afligen al hombre.
Existe un método único para romper el ciclo kármico, y parece ser no la intervención de los Rishis sino la acción del hombre. Solamente la adopción y la ratificación de parte de la humanidad del principio de AHIMSA o sea no hacer el mal, es lo único que puede detener el generar aun mayor adversidad. El hombre debe abolir la crueldad así como está tratando de abolir la guerra.
fragmentos de: Geoffrey Hodson
"El Despertar del Alma"
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