Este Fuego es el Yo Superior, el Ego Espiritual, o lo que reencarna constantemente bajo la influencia de sus Yoes personales inferiores, cambiando a cada renacimiento, lleno de Tanha o deseo de vivir. Es una ley extraña de la naturaleza, que, en este plano la Naturaleza superior (Espiritual) tenga que estar, por decirlo así, esclavizada a la inferior. A menos que el Ego se refugie en el Âtman, el TODO–ESPÍRITU, y se sumerja por completo en su esencia, el Ego personal puede excitarlo hasta el funesto fin. Esto no puede comprenderse por completo, a menos que el estudiante conozca el misterio de la evolución que procede por triples líneas: Espiritual, Psíquica y física. Lo que impulsa a la evolución y la fuerza, esto es, lo que obliga el crecimiento y desarrollo del Hombre hacia la perfección, es: a) la Mónada o lo que actúa en ella inconscientemente por una Fuerza inherente en sí; y b) el Cuerpo Astral inferior o el Yo Personal. La primera, ya se halle aprisionada en un cuerpo vegetal o animal, está dotada de esa Fuerza, es verdaderamente ella misma. Debido a su identidad con el TODO–FUERZA, que, como se ha dicho, es inherente en la Mónada, es todopoderosa en el plano Arûpa o sin forma. En nuestro plano, siendo su esencia demasiado pura, permanece toda potencial, pero individualmente es inactiva. Por ejemplo: los rayos del Sol, que contribuyen al desarrollo de la vegetación, no escogen esta ni aquella planta para brillar sobre ella. Arránquese la planta, transpórtesela a un punto en donde no puedan alcanzarla los rayos solares, y éstos no la seguirán. Así sucede con el Âtman; a menos que el Yo Superior o Ego gravite hacia su Sol –la Mónada–, el Ego Inferior, o Yo Personal, dominará en todos los casos. Porque este Ego, con su fiero egoísmo y sus deseos animales de vivir una vida insensata (Tanha), es el “constructor del tabernáculo”, como Buddha, lo llama en el Dhammapâda. De aquí la expresión, los Espíritus de la Tierra revistieron las sombras y las dilataron. A estos “Espíritus” pertenecen temporalmente los Yoes Astrales humanos; y ellos son los que proporcionan, o construyen, el tabernáculo físico del hombre, para que la Mónada y su principio consciente, Manas, moren en él. Pero los Lhas o Espiritus “Solares” calientan las Sombras. Esto es física y literalmente verdad; metafísicamente, o en el plano psíquico y espiritual, es igualmente verdad que sólo el Âtman calienta al Hombre Interno; esto es, le ilumina con el Rayo de la Vida Divina, y es el único que puede transmitir al Hombre Interno, o el Ego que reencarna, su inmortalidad. Así, pues, veremos que para las tres y media Razas–Raíces primeras, hasta el punto medio o de vuelta, las Sombras Astrales de los “Progenitores”, los Pitris Lunares, son las fuerzas formativas en las Razas, y las que construyen e impelen gradualmente la evolución de la forma física hacia la perfección; esto, a costa de una pérdida proporcionada de Espiritualidad. Después, desde el punto de vuelta, es el Ego Superior o Principio que reencarna, el Nous o Mente, el que reina sobre el Ego Animal y lo gobierna cuando no es arrastrado hacia abajo por este último. En una palabra: la Espiritualidad se halla en su arco ascendente; y lo animal o físico le impide progresar constantemente en la senda de su evolución sólo cuando el egoísmo de la Personalidad ha infestado tan fuertemente al Hombre Interno verdadero con su virus letal, que la atracción superior pierde todo su poder sobre el hombre pensante razonable. En estricta verdad, el vicio y la maldad son una manifestación anormal y antinatural, en este período de nuestra evolución humana; al menos debieran serlo así.
Doctrina Secreta-fragmentos
H.P. Blavatsky
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