El puro amor divino no es sólo la flor de un corazón humano, sino que tiene sus raíces en la eternidad. El santo amor espiritual es eterno, y tarde o temprano hace Karma que todos los que se amaron con ese afecto espiritual encarnen una vez más en el mismo grupo de familia. Repetimos que el amor de ultratumba, por más que lo tachéis de ilusorio, tiene un poder mágico y divino, que reacciona sobre los vivos.
Porque el amor es un escudo poderoso y no está limitado por el espacio ni el tiempo.Karma obra incesantemente; recogemos después de nuestra vida sólo el fruto de aquello que nosotros mismos hemos sembrado en ésta.
Sólo Encuentra el Ego el castigo kármico en su próxima encarnación. Después de la muerte sólo recibe el premio de los sufrimientos inmerecidos que durante su pasada encarnación experimentó. Todo el castigo después de la muerte, hasta para un materialista, consiste, por lo tanto, en no recibir recompensa alguna y en la pérdida total de la conciencia de la propia felicidad y descanso. Karma es hijo del Ego terrestre, el fruto de las acciones del árbol que resulta la personalidad objetiva visible para todos, así como el fruto de todos los pensamientos y hasta de los motivos del Yo espiritual; pero también es Karma la madre cariñosa y tierna que cura las heridas infligidas por ella durante la vida anterior, sin torturar a aquel Ego causándole nuevos sufrimientos.
En el momento solemne de la muerte, todo hombre, aun cuando la muerte sea repentina, ve trazado ante sus ojos y en sus menores detalles el itinerario de su pasada vida. Durante un corto instante, el ego personal se funde con el Ego individual omnisciente, formando con éste uno solo. Se contempla y comprende entonces a sí mismo, tal cual es, descarnado de toda adulación y propias ilusiones. Lee en su vida cual espectador que dirige la mirada hacia el mundo que está abandonando; y siente entonces la justicia de todos cuantos sufrimientos ha experimentado.
El Ego espiritual se mueve en la eternidad como un péndulo entre las horas del nacimiento y de la muerte.
H.P. BLAVATSKY
Fragmentos de LA CLAVE DE LA TEOSOFIA de H.P.Blavastky
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