El sermón en Benarés
1. Los cinco bhiksus o monjes mendicantes vieron venir a su antiguo maestro y convinieron en saludarle, pero sin dirigirse a él como a tal Maestro, tratándole sólo lisa y llanamente, “pues que dijeron —él ha quebrantado sus votos monásticos y faltado a la santidad de los mismos-. No es, por tanto, un efectivo bhiksu, sino simplemente Gotama, es decir, un hombre que vive en la abundancia y está entregado a los placeres del mundo”.
2. Pero cuando lleno de dignidad se les acercó el Bienaventurado se levantaron inconscientemente, a pesar de su resolución. Sin embargo, se limitaron a llamarle por su nombre, y diciéndole “amigo”, no “hermano”.
3. Cuando el Bienaventurado se vio acogido de tan duro modo, les dijo: “No llaméis al Tathagata por su nombre ni le digáis ‘amigo’, pues él es Buddha el Santo. El Bienaventurado mira a todos los seres vivientes con suprema e idéntica bondad de corazón,- y por eso es siempre llamado ‘Padre’. Faltar al respeto a un padre es acción mala; y censurarle, grandísimo pecado”.
4. El Tathagata además no busca la salvación en las austeridades, pero esto no es razón para que penséis que se entrega a los placeres del mundo ni que vive en la abundancia. El-Tathagata ha encontrado, en efecto, el sendero medio.
5. Los hombres que aún no se han librado de sus viejos errores, no se llegan a purificar ni absteniéndose de comer pescado o carne, yendo desnudo y con la cabeza rapada, ni llevando los cabellos trenzados ni cubriéndose de polvo y ceniza, ni vistiéndose con hábitos toscos, ni siquiera sacrificando a Agnï.
6. El leer los Vedas; hacer ofrendas a los sacerdotes o sacrificios a los dioses, mortificarse con el frío o el calor u otras penitencias semejantes con el fin de obtener la inmortalidad, no purifican en modo alguno al que de errores no está libre.
7. La impureza no está, en verdad, en comer carne, sino en la cólera, la embriaguez, la terquedad, la hipocresía, la propia alabanza, la arrogancia, el calumniar a otro y el abrigar malas intenciones contra él.
8. Permitidme, pues, ¡oh bhiksus!, que os hable de ese sendero medio, que permanece equidistante del uno y del otro extremo. Si, según el mundo, la mortificación no conduce ni aun a la ciencia, ¿cómo va a conducir a la virtud y al triunfo de los sentidos? Por el sufrimiento, el devoto extenuado sólo logra producir en su mente la confusión de pensamientos enfermizos.
9. El que con agua llena su lámpara, jamás logrará disipar con su lámpara a las tinieblas. Tampoco conseguirá encender el fuego, quien para ello emplee sólo maderas podridas.
10. Toda mortificación en sí es dolorosa, yana y sin provecho alguno. Aunque se lleve una vida miserable, ¿cómo podrá uno libertarse del yo, si antes no consigue extinguir en él el fuego de la concupiscencia? -
11. La mortificación, sea cual fuere, resulta inútil, mientras el yo continúe apeteciendo, ora los placeres de este mundo, ora los de los cielos. Unicamente aquel hombre en quien semejante yo se ha extinguido libertándose de la concupiscencia, es el que ya no desea ningún placer ni mundano ni celeste. Este tal, aunque coma o beba según las naturales necesidades de su cuerpo, jamás se verá ya manchado por semejante hecho.
12. El agua que rodea a la flor del loto no por eso moja sus pétalos.
13. Por otra parte, toda sensualidad es enervante. El hombre sensual es esclavo de sus pasiones, y la persecución del placer es degradante e indigna.
14. Pero satisfacer las necesidades de la existencia no es un mal, El conservar nuestro cuerpo en buena salud es un deber, pues de otro modo no seríamos capaces de conservar encendida la antorcha de la sabiduría, que presupone el mantener fuerte y lúcida nuestra mente.
15. Tal es el sendero medio, el que siempre equidista de, los dos extremos, ¡oh
bhiksus!
16. El Bienaventurado, compadeciendo los errores de éstos, les habló bondadosamente como a discípulos. La insignificancia de sus esfuerzos y el hielo de la malquerencia que helaba los corazones de los bhiksus, comenzó a cambiar y a derretirse al dulce calor de la predicación del Maestro.
17. Entonces el Bienaventurado puso en movimiento la Rueda de la Buena Ley y comenzó a predicar a los cinco bhiksus, abriéndoles la puerta de la inmortalidad y enseñándoles la felicidad del Nirvana.
18. Y la sublimidad de cuanto habló el Bienaventurado conmovía a los Esferas.
19. Los devas dejaron sus moradas celestes para recibir las mieles de la verdad; los santos que habían conseguido una vida mil veces más feliz que la de aquí abajo se aglomeraron invisibles en torno del gran Instructor para recibir con su palabra una felicidad aún más excelsa, y aun los animales y plantas de la Tierra sentían en su inconsciencia el raudal de dichas que fluía de las palabras del divino Tathagata. Todas las criaturas, en fin, al escuchar el Mensaje de la liberación le comprendían cada cual según su capacidad y en su propio y rešpectivo lenguaje.
20. El Buddha dijo:
21. Los rayos de la Rueda de la Ley parten todos del centro de la Suprema Verdad e irradian en todas direcciones pasando por todos los puntos del círculo y de la circunferencia que al círculo limita. La justicia es el área de ese Círculo que comprende
en sí todos los inextensos puntos del mismo. Cuando el Círculo gira en el espacio sobre cualquiera de sus diámetros con arreglo al divino Símbolo de lo Recto y lo Curvo, es engendrada la Esfera, símbolo de lo perfecto. El universo es la Esfera de radio infinito cuyo Centro de Suprema Verdad está en todas partes y cuya Superficie exterior no está en ninguna...
22. Todo cuanto ha tenido un principio o comienzo habrá de disolverse al fin en la nada. Todo de donde salió. Por eso todo cuidado acerca de la personalidad es vano, asemejándose el yo a un mero espejo. Cuantas tribulaciones le alcancen, pues, son pasajeras y habrán de desvanecerse cual la pesadilla, así que el durmiente despierte.
23. Quien así llegue a estar despierto de la ilusión de la personalidad, queda ya libre por siempre de todo temor; conoce ya la vanidad de todos sus falsos cuidados anteriores y de sus penas y ambiciones. Entonces se convierte en un Buddha.
24. Cuando, por ventura, regresa un hombre de bañarse y tropieza con una cuerda mojada, deputándola en su fantasía como una serpiente, el miedo y el horror le embargan, sufriendo mentalmente de antemano todas las angustias que causa una mordedura venenosa. ¡Y qué consuelo no experimenta este hombre cuando comprueba al fin que aquello que le aterrara era una cuerda mojada y no una serpiente! La causa de su espanto estribó en su error, en su ignorancia, es decir, en una ilusión, pero al reconocer la verdadera naturaleza del objeto retorna la tranquilidad a su alma sintiéndose aliviado y feliz.
25. Tal es el estado mental de aquél que ha reconocido al fin que el “yo personal” no existe y que semejante causador de todas sus angustias, dolores, vanidades y cuidados es un mero espejismo, una sombra y un ensueño. -
26. Quien así reconoce la existencia del dolor, su causa verdadera y el eficaz remedio que le extingue, ése ha penetrado ya en el fondo de las Cuatro Verdades Excelsas y de aquí en adelante marchará por el camino recto.
27. Las opiniones sensatas serán la antorcha que iluminará su camino. Las rectas intenciones serán su guía. Las palabras justas y los hechos puros serán su morada en el Sendero. El caminará derechamente hacia la meta; ganárase honradamente su vida; la justicia presidirá a sus pasos; los buenos pensamientos serán su respiración y la Paz le cobijará, doquiera que fuese, con su manto augusto.
28. El yo es una fiebre, una visión pasajera, un ensueño o un relámpago, pero la Verdad es saludable, sublime, perdurable. Sólo la Verdad es eterna. La inmortalidad no existe sino en ella. ¡Feliz aquel que venciendo todo egoísmo, ha obtenido la Paz y con ella la Verdad! La verdad es noble y dulce y nos liberta del mal. No hay ni ha habido ni habrá en el mundo otro salvador que la Verdad.
29. Tened, pues, confianza en la Verdad, aun cuando os sintáis incapaces de comprenderla; aun cuando os parezca que su dulcedumbre es amarga, y aun cuando en el primer momento retrocedáis ante ella. ¡Confiad siempre en la Verdad!
30. Los errores, en cambio, no harán sino extraviaros, porque la ilusión, como la bebida fermentada, embriaga y engendra el mal, acabando al desvanecerse por dejar al hombre enfermo, hastiado y marchito...
31. Y cuando así fue expuesta la Verdad por el Bienaventurado, el venerable Kaundinya, el más anciano de los cinco bhiksus, comprendió y vio con el ojo espiritual de la intuición, exclamando prosternándose: ¡Oh Buddha, Maestro y Señor nuestro, perdónanos, que bien vemos como tú has encontrado por ti mismo la Suprema Verdad!
32. Y los devas, los santos, todos los buenos espíritus de las generaciones muertas y de las que habían de venir, al escuchar gozosos la doctrina del Tathagata, prorrumpieron a una, diciendo: “ El Bienaventurado ha reestablecido el primitivo reinado de la Justicia y la Paz, pues que ha revolucionado a la Tierra entera, haciendo girar la Rueda de la Verdad de un modo tal, que ya nadie en lo sucesivo, sea dios, demonio u hombre, podrá hacerla retroceder!...”
COMENTARIO
“No penetrarás en el Sendero de la liberación si antes no te has transformado en el Sendero mismo”, dice el viejo aforismo ocultista, y el Tres veces santo enseña igual doctrina en su Sermón de Benarés.
Ese Sendero medio, distante por igual de todos los excesos, que Horacio diría, no es otro que el Sendero de la Justicia, que pondera y contrapone los pares de opuestos como la balanza en su fiel equilibra los pesos de sus dos platillos.
Porque, no hay que olvidarlo: sólo el Justo, el ponderado, el sensato que hace uso de la luz espiritual de su razón es el que puede dirigirse con seguro paso por el Sendero medio...
fragmento POR EL REINO ENCANTADO DE MAYA
MARIO ROSO DE LUNA
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