No nos espera allí otra misericordia sino que el platillo de buenas acciones y merecimientos pese más que el de malas acciones y deméritos en la balanza de la justicia retributiva.
Nuestra alma es por decirlo así un músico cuyos instrumentos son nuestros cuerpos. El músico existe sin los instrumentos, pero no puede hacerse oir sin un medio material. Lo inmaterial no se puede concebir ni agarrar
Los malos ejemplares se desintegran y su materia vuelve a la masa general .
Todavía peor es el mundo inferior al nuestro, pues al menos el nuestro es inofensivo y más bien se peca contra él perturbándolo. En cambio, el inferior resulta positivaménte peligroso porque siendo cien veces más material, permite la plena retención de conciencia. Las ideas de infierno y purgatorio, de resurrección y paraíso son caricaturas y tergiversados ecos de la primieval verdad enseñada a la humanidad en la infancia de sus razas por cada primer Mensajero, por el Espíritu planetario cuyo recuerdo perdura en la memoria del hombre como Elu de los caldeos, Osiris de los egipcios, Vishnu, los primeros Budas, etc. El inferior mundo de efectos es la esfera de tales pensamientos falseados, de conceptos y representaciones en extremo sensorias, de deidades antropomórficas, creadas por las mentes de quienes nunca pasaron de su brutalidad en la tierra. Si recordáis que los pensamientos son cosas con tenacidad, coherencia y vida, que son entidades reales, os resultará sencillo todo lo demás. Una vez desencarnado el creador queda naturalmente atraído hacia su creación y las criaturas arrastradas por el torbellino que levantaron sus propias manos. Pero he de interrumpirme, porque no bastarían volúmenes enteros para explicar suficientemente todo cuanto he dicho en esta carta.
Las esferas intermedias están reguladas por los mundos de las causas de los cuales son las proyectadas sombras. Sirven de puntos de parada, de estaciones en donde se gestan los nuevos egos autoconscientes para ser la autogenerada progenie de los viejos y desencarnados egos de nuestro planeta. Antes de que el nuevo Fénix, renacido de las cenizas de su genitor, pueda remontarse a un mundo mejor y más espiritualmente perfecto, aunque todavía material, ha de pasar por un proceso de nuevo nacimiento, digámoslo así, pues en nuestro "mundo de efectos" sucede lo mismo que en la Tierra, donde la tercera parte de infantes abortan o mueren en la primera infancia. En la Tierra, los defectos fisiológicos y mentales, los pecados de los padres, recaen en la prole. En el país de las sombras, el nuevo y todavía inconsciente ego embrionario es la justa víctima de las transgresiones del antiguo ego, cuyo karma con sus méritos y deméritos entretejerá su futuro destino. En dicho mundo sólo hallamos automáticas e inconscientes máquinas ex humanas, almas en estado de transición, cuyas dormidas facultades e individualidad yacen como mariposa en la crisálida
Sin embargo, aún hay otro y todavía más poderoso impedimento. Como un rosario compuesto de cuentas blancas y negras alternadas, así el encadenamiento de mundos está constituido por mundos de causas alternados con mundos de efectos, siendo éstos el resultado directo de aquéllos. Así es evidente que cada mundo de causas (y nuestra Tierra es uno de ellos) está a la vez eslabonado, rodeado y separado de su más próximo vecino por una impenetrable atmósfera (en sentido espiritual) de efectos, que bordea y aun se entrelaza, pero jamás se confunde con la del vecino mundo, porque el de las causas es activo y positivo, y el de los efectos pasivo y negativo. Esta resistencia pasiva puede vencerse, pero en condiciones de que nuestros más cultos espiritistas no tienen la menor idea
Los espíritus puros obedecen también a las físicas y universales leyes de la naturaleza. Aunque quisieran no podrían salvar el abismo que separa su mundo del nuestro. Se les puede visitar en espíritu, pero su espíritu no puede descender hasta alcanzarnos. Ellos atraen pero no pueden ser atraídos, porque su polaridad espiritual es al efecto una insuperable dificultad.
Tenéis razón; cada diamante, cada planeta y estrella posee su alma individual como la poseen el hombre y los animales... y hay una jerarquía de almas desde las de las ínfimas formas de materia hasta el alma del mundo. Pero os equivocáis al añadir la seguridad de que los espíritus de los difuntos pueden mantener afable comunicación con almas todavía sujetas a un cuerpo físico. No pueden."
Primeramente, el hombre surge de esta materia en su más sublime estado, y aparece en el umbral de la eternidad como una perfectamente etérea pero no espiritual entidad, llamada espíritu planetario. Es una transmutación de la universal y espiritual esencia del mundo, el "Anima Mundi" de los griegos, o lo que la humanidad en su espiritual decadencia ha degradado en un mítico Dios personal. De aquí que en dicha etapa el espíritu humano sea a lo sumo una potencia activa, un inmutable y por lo tanto un inconcebible principio (también se emplea aquí esta palabra para denotar interinamente aquel estado), aplicando la inmutabilidad tan sólo al íntimo principio, el cual se desvanecerá y desaparecerá tan pronto como la chispa de lo material en él comience a obrar en su ciclo de evolución y transformación. En su ulterior descenso y en proporción al incremento de la materia, afirmará más y más su actividad.
Ahora bien; la congerie de mundos estelares (incluso nuestro planeta) habitados por seres inteligentes puede compararse a una esfera o más bien a una epicicloide formada de anillos como una cadena de eslabonados mundos, que en totalidad representan un imaginario anillo y círculo sin fin. El progreso del hombre por este conjunto, desde el punto inicial al terminal, que se encuentran en el punto superior de la circunferencia, es lo que llamamos ciclo máximo o mahayuga, el Kyklos cuya cabeza desaparece bajo una corona de espíritu y su ínfima circunferencia se sume en absoluta materia, esto es, el punto en que cesa la acción del principio activo. Si, empleando términos más familiares, llamamos macrocosmo al ciclo máximo y microcosmo a sus partes componentes o eslabonados mundos estelares, resulta evidente el significado del ocultista al representar al microcosmo como perfecta copia del macrocosmo. El ciclo máximo es el prototipo de los ciclos menores; y en consecuencia, cada mundo estelar tiene a su vez su propio ciclo de evolución que comienza en un estado puro y acaba en otro de más grosera o material naturaleza.
Según descienden los mundos, van ensombreciéndose más y más hasta llegar a ser absoluta materia en los antípodas. Impelido por el irresistible impulso cíclico, el Espíritu planetario ha de descender antes de reascender. En su camino ha de pasar por toda la escala de evolución, sin prescindir de ningún peldaño, detenerse en cada mundo estelar como se detendría en una estación; y además del inevitable ciclo de cada mundo estelar, ha de recorrer en éste su propio ciclo de vida, esto es, volviendo y reencarnando tantas cuantas veces deje de completar allí su ronda de vida, o sea cuando muera antes de llegar a la edad de la razón, como puntualmente se declara en Isis. Esto es lo que sucede. Después de circular, digámoslo así, por el arco del ciclo, a lo largo y en lo interior (la diaria y anual rotación de la Tierra es un ejemplo tan adecuado como otro cualquiera), cuando el espíritu humano llega a nuestro planeta, que es uno de los más inferiores, habiendo perdido en cada estación algo de la naturaleza etérea y adquirido un incremento de naturaleza material, quedan en él bastante equilibrados el espíritu y la materia. Pero entonces ha de recorrer el ciclo terrestre; y como en el proceso de involución y evolución descendente, la materia siempre trata de sofocar al espíritu, cuando el un tiempo puro espíritu planetario llega al punto ínfimo de su peregrinación, degenera en lo que la ciencia conviene en llamar un hombre primitivo o primordial entre una naturaleza asimismo primordial, geológicamente hablando, porque la naturaleza física corre parejas con el hombre fisiológico y espiritual en su cíclica carrera. En este punto comienza la magna ley su obra de selección. La materia que está enteramente divorciada del espíritu es arrojada a otros mundos todavía más inferiores, en el sexto “gati” o "camino de renacimiento" de los mundos vegetal y mineral y de las primitivas formas animales. Desde entonces, la materia molida en el taller de la naturaleza procede a restituirse sin alma a su fuente madre mientras los egos, purificados de sus escorias, son capaces una vez más de reanudar su progreso. Aquí es donde los egos perezosos perecen a millones. Es el solemne momento de la supervivencia de los más aptos y de la aniquilación de los ineptos. Únicamente la materia (o el hombre material) se ve compelida por su propio peso a descender hasta el bajo fondo del "ciclo de necesidad" y después asumir una forma animal. En cuanto al vencedor en la carrera por los mundos, el ego espiritual, ascenderá de astro en astro, de uno a otro mundo, en progresivos ciclos hasta volver a ser el un tiempo puro espíritu planetario, pero más excelso todavía, hasta alcanzar su punto inicial y de allí sumergirse en el Misterio. Ningún adepto ha penetrado más allá del velo de la materia cósmica. La más alta y perfecta visión está limitada al universo de forma y materia.
Cartas de los Mahatmas-fragmentos
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