Las bodas- "Por el Reino Encantado de Maya"


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XXVI
Las bodas
(San Mateo, capítulo XXII.— Parafraseado en San Lucas, capítulo XIV)
1. Y respondiendo Jesús a los príncipes de los sacerdotes y a los fariseos, les
volvió a hablar otra vez én parábolas, diciéndoles:
2. Es semejante el Reino de los Cielos a cierto rey que cašó a su hijo.
3. Y envió sus siervos a llamar a los convidados a las bodas, mas éstos no
quisieron ir.
4. Envió de nuevo otros siervos, diciendo: “Decid de mi parte a los
convidados: Todo está ya preparado para el banquete... Venid a las bodas, pues”.
5. Mas ellos le despreciaron y se fueron, uno a su granja y otro a su tráfico.
6. Y los otros echaron mano de los siervos, y después de haberlos ultrajado,
los mataron.
7. El rey cuando esto supo, se irritó, y enviando sus ejércitos acabó con
aquellos homicidas y puso fuego a la ciudad.
8. Entonces dijo a sus siervos: “Las bodas ciertamente están
ya aparejadas, mas los que estaban convidados no han sido dignos.
9. “Id, pues, a las encrucijadas de los caminos y traedme a las bodas a cuantos
halléis”.
10. Y habiendo salido los siervos a los caminos, congregaron a cuantos hallaron,
malos y buenos, y se llenaron de convidados las bodas.

COMENTARIO

La parábola que antecede sigue exponiendo la misma doctrina kármica de la anterior respecto de que “muchos son los llamados a las bodas del bien y pocos los escogidos”, o sea que la mayor parte de las gentes vulgares, llamadas hacia un ideal se niegan a ir hacia él con su esfuerzo, perdiendo así ocasiones de liberación que suelen ser aprovechadas por otros.

La misma “cuestión social” que hoy tanto preocupa al mundo, late en el fondo de este sublime apólogo cristiano. Los ricos, los convidados naturales al magno banquete de realizar un alto ideal en pro de la Humanidad valiéndose de los abundantes medios que la prodigalidad de su karma les concediese, suelen ser, por desgracia, los menos propicios a acercarse hacia ese convite, esa comunión espiritual de fraternidad en pro del desvalido, a la que se ven invitados por la Naturaleza. Desoída, sin embargo, la invitación, el karma fatal con ello labrado gravita sobre ellos inexorable y sobrevienen esas terribles revoluciones sociales, esas verdaderas catástrofes de las fortunas individuales que se encargan bonitamente de invertir en términos haciendo del rico un pobre y viceversa.

¿Quién que haya seguido la marcha de los acontecimientos europeos, no ha sentido el espanto ante la terribleza de esa ley, que ha llevado al cadalso, al destierro o a la miseria a las más altas personalidades del imperio de los Zares, con rigores mayores todavía que los de la propia Convención francesa del siglo XVIII?



Mario Roso de Luna
Por el Reino Encantado de Maya

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