DÍALOGO ENTRE HERMES Y ASCLEPIOS



Diálogo entre Hermes y Asclepios

Asclepios: Si todas las cosas visibles no son sino sombra, proyección o reflejo de más altas realidades invisibles, ¿podrías decirme, ¡oh Maestro! qué es lo que representa en sí nuestra vida física respecto de esas excelsas realidades?
Hermes: Sin duda alguna que puedo decírtelo, porque ya estás lo suficientemente instruido en nuestros Misterios para poder comprender el eterno juego de la Ley de Analogía.
Asclepios: Sí, pues que tú me has dado tu divina clave que dice: “lo que está arriba es como lo que está abajo para obrar los misterios de la Harmonía, que no es sino la síntesis de lo Vario en lo Uno”.
Hermes: En efecto, para ver bien lo invisible no hay sino abrir bien los ojos a lo visible.
Asclepios: A condición de no tomar luego la letra que mata, por el espíritu que vivifica.
Hermes: Cierto, puesto que toda luz física no es sino la sombra de otra luz psíquica más alta y la sombra de sombras de otra Luz Altísima: la Luz-Una del eterno Espíritu.
Asclepios: ¡Ilúminame tú, pues, ¡oh Maestro! Y da la sombra de tu luz a las sombras de sombras de mi mente entenebrecida.
Hermes: Veme tú indicando parte por parte antes lo que ves en la vida física que late en tu derredor.
Asclepios: Yo veo que cuando nacemos somos los seres más desvalidos de la Tierra. Nuestra desdicha es tal que ni siquiera podemos movernos ni buscar el pecho de la madre, si ella no nos le lleva a la boca, ni huir del fuego, del agua y demás peligros exteriores como todos los animales huyen.
Hermes: Porque es ley universal la de que el punto de la rueda que más cae al girar es luego el que más alto sube puesto que, como sabes, “lo que está abajo equivale a lo que está arriba”.
Asclepios: ¿Entonces es que nuestra humana Rueda, como de más amplio y poderoso radio, tiene al girar que caer más bajo que las ruedas menores de los animales, las plantas y las piedras?
Hermes: Cierto, porque también las sombras mejor definidas son siempre las de la más fuerte luz. Prosigue.
Asclepios: Yo veo luego, que el recién nacido se cree dueño de todo, y como tal dueño, todo quiere cogerlo para convencerse de que todo es, en efecto, suyo.
Hermes: Porque como la misión del futuro hombre que se va manifestando en el niño es simplemente la de conocer, ora por la vía patológica del dolor, ora por la fisiológica del estudio, el niño sólo de conocer se ocupa.
Asclepios: ¿Cómo es, sin embargo, que es tan terco o más que un animal cualquiera?
Hermes: Porque la Terquedad inconsciente es el polo opuesto al de la Voluntad consciente, como la Ignorancia inicial es el polo negativo del Conocimiento.
Asclepios: ¿Y por qué es, además, tan egoísta el niño?
Hermes: Porque el Egoísmo es el tercer elemento negativo en aquella dirección positiva del espacio que nos marca el camino del Amor, que es Sabiduría.
Asclepios: ¿Habría, Maestro, algún modo gráfico de representarme estas nociones?
Hermes: Sí, para ello y para todo está la Divina Geometría con la que simbolizamos todas las cosas abstractas en el Espacio, como con la Aritmética Sagrada simbolizamos la sucesión de los Tiempos. Mira a los puntos cardinales. Pon en el Cenit a la Voluntad; en el Norte al Amor-Sabiduría y en el Este al Conocimiento abstracto o simbólico, que son direcciones positivas y pon en los puntos contrarios a la Terquedad, el Egoísmo y la Ignorancia, puesto que son las tres direcciones de una misma negación o caída.
Asclepios: Sabiamente me has puntualizado ¡oh Maestro! que la función de conocer es la primera del niño.
Hermes:. La primera según se mire, porque si bien la función de amar presupone la de antes conocer lo que se ama, el origen de todo conocimiento adquirido no fue sino un deseo ciego, un anhelo de unión, que tarde o temprano ha de ser Amor, y para ser tal Amor ha de ponerse cada vez más enfrente del Egoísmo.
Asclepios: Podrías ponerme un símil geométrico de lo que pasa entre el que ama y el objeto de su amor.
Hermes: Sin duda, y esto te aclarará no poco lo que acontece al niño cuando pasa a joven, y al joven cuando madura y envejece. ¿Recuerdas el teorema del otro día acerca de los puntos simétricos de las dos circunferencias iguales y tangentes respecto de su única tangente común interna, o séase del Divino Ocho?
Asclepios: Creo recordar que tales puntos simétricos hacen arrancar su conjunción del punto Trino y Uno de la tangencia y se van separando luego al tenor de la ley de los senos y cosenos, primero muy poco a poco, luego hacia la cuadratura muy rápidamente y después menos rápidamente en cada unidad de tiempo hasta llegar a su posición en la que ya ni puede bajar más el de abajo ni subir más el de arriba, iniciando entonces un movimiento inverso o de retorno que les acerca aceleradamente desde la oposición a la segunda cuadratura y retardadamente desde ésta a la nueva conjunción en la que el fenómeno se repite.
Hermes: Has comprendido bien, en efecto, aunque has omitido lo más principal del Teorema, o sea el consignar que cuando el punto de arriba sube a lo más alto, tiene allí a su vez una conjunción excelsa con el punto de un tercer círculo a la sazón en lo más bajo de su carrera, recibiendo así cuantas virtualidades emanan de dicha excelsa tercer rueda. Del mismo modo omitiste también el consignar que el punto de la circunferencia inferior al llegar al lugar más bajo de su carrera tiene su correspondiente momento de tangencia con el punto gemelo de otra circunferencia aún más baja a la que comunica sus efectividades motoras, y así hasta lo infinito de arriba y lo infinito de abajo, porque toda esta serie infinita de círculos tangentes, de ruedas engranadas con otras ruedas, no representan en el correspondiente esquema de los ochos que ayer trazaste, sino la eterna Vibración del Logos, como la de una Cuerda Sonora de la Lira de los Mundos...
Asclepios: Esto es asombroso. ¡ El arte es a la vez aritmética, geometría, astronomía y música!
Hermes: Sí; ellos son los Cuatro Portales por los que se asciende a la Iniciación.
Asclepios: ¿Eres tú el que ha de iniciarme?
Hermes: Sí; yo puedo iniciarte, pero también puedes iniciarte tú mismo,
porque dentro de ti y de todos está el Maestro de maestros..
             
       
          
Fragmento de MARIO ROSO DE LUNA
POR EL REINO ENCANTADO DE MAYA

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