Sobre el Espíritu, la Materia, la Voluntad y la Forma



Los más conspicuos filósofos reconocen que tanto los brahmanes como los  budistas   y los pitagóricos enseñaron esotéricamente, en forma más o menos inteligible,  la  doctrina de  la metempsícosis, profesada asimismo por  Clemente  de   Alejandría,  Orígenes, Sinesio,  Calcidi y los agnósticos, a quienes la historia diputa por los hombres más exquisitamente  cultos de su tiempo. Pitágoras y Sócrates sostuvieron las mismas ideas y ambos fueron condenados a muerte en pena de  enseñarlas, porque el vulgo ha sido igualmente brutal en  todo tiempo y el  materialismo ofuscó siempre las  verdades espirituales. De  acuerdo  con  los  brahmanes,  enseñaron Pitágoras  y  Sócrates  que  el  espíritu  de Dios anima las partículas de la materia en que  está  infundido;  que  el  hombre tiene dos almas de  distinta naturaleza, pues  una  (alma  astral  o  cuerpo  fluídico) es  corruptible y perecedera, mientras  que  la   otra  (augoeides  o  partícula  del   Espíritu  divino) es incorruptible é  imperecedera. El  alma  astral,  aunque  invisible para  nuestros  sentidos por ser  de materia  sublimada, perece y se renueva en los umbrales de cada  nueva esfera, de suerte que va purificándose más y más en las sucesivas transmigraciones. Aristóteles, que  por motivos  políticos  se  muestra  muy reservado  al  tratar  cuestiones de índole esotérica, declara explícitamente su opinión en este punto, afirmando que  el alma  humana  es  emanación  de  Dios  y  a  Dios  ha  de  volver  en  último  término.  Zenón, fundador  de  la  escuela  estoica, distinguía  en  la  naturaleza  dos  cualidades  coeternas: una activa, masculina, pura y sutil, el  Espíritu  divino; otra  pasiva,  femenina, la  materia que para actuar y vivir necesita del Espíritu, único  principio  eficiente cuyo  soplo  crea  el fuego,  el  agua,  la  tierra  y  el  aire. También  los  estoicos  admitían  como  los  indos  la reabsorción  final.  San  Justino  creía  en  la  emanación  divina  del  alma  humana, y su discípulo Taciano afirma que “el hombre es inmortal como el mismo Dios”. Es  muy  importante  advertir  que  el  texto  hebreo   del   Génesis, según   saben  los hebraístas, dice  así:  “A  todos  los  animales  de  la  tierra   y   a  todas  las  aves  del  aire  y  a cuanto  se  arrastra  por  el  suelo  les  di  alma viviente".   Pero   los  traductores  han adulterado  el  original substituyendo  la  frase subrayada  por  la  de:  “allí en  donde  hay vida”. Demuestra Drummond que los traductores de las Escrituras hebreas han  tergiversado el sentido del texto en todos  los  capítulos,  falseando  hasta  la  significación del nombre de  Dios  que  traducen  por  El cuando  el  original dice Al que, según Higgins, significa Mithra, el  Sol conservador y  salvador.  Drummond  prueba  también  que  la  verdader atraducción  de  Beth–El es Casa del Sol y  no  Casa  de  Dios, pues  en  la  composición  de estos nombres cananeos, la palabra El no significa Dios, sino Sol. De esta manera  ha  desnaturalizado  la  teología  a  la  teosofía  antigua  y  la  ciencia  a  la filosofía.


Hace años, el filósofo alemán Schopenhauer afirmó  la  coexistencia  de  la  materia  y  de la  fuerza,  diciendo  que   el   universo   es   la   voluntad   manifestada   en   fuerzas  cuyas modalidades corresponden a los diferentes grados de objetividad. Esta  doctrina aceptó Vallace  al  convertirse  al  espiritualismo,  y  fué  precisamente  la  expuesta  por  Platón  al decir que  “todas  las  cosas  visibles  proceden   de   la  invisible  y  eterna  voluntad  que  las modela,  y  que  los  cielos están plasmados  en  el  eterno  modelo  del  “mundo  ideal” contenido en el dodecaedro  o  arquetipo geométrico  de  la  Divinidad”.  Según  Platón, la  substancia  primaria  emanó  de  la  mente  demiúrgica  (nous) donde  desde  la  eternidad reside  la  idea  del mundo  que  ha  de  ser  y  que  es en cuanto  la  idea  emana  de   la   divina mente. Las leyes  de  la  naturaleza  no son  ni  más  ni  menos  que  las  relaciones  entre  la idea  demiúrgica  y  sus   diversas   formas  de  manifestación cuyo  número  cambia  de continuo dentro del tiempo y del espacio. Sin embargo, distan mucho de  ser  estas  enseñanzas originales  de  Platón,  pues  en  los Oráculos caldeos se lee: “Las obras de la naturaleza  coexisten  con  la  intelectual  (noe'rv) y espiritual luz del Padre. Porque el alma (yuch') adorna  el inmenso cielo y lo embellece según voluntad del Padre”. Por  su  parte  dice  Filón,  a  quien  erróneamente  se  le  supone  discípulo  de  Platón:  “El mundo incorpóreo estaba ya entonces fundamentado en la mente divina”. La Teogonía de Mochus admite dos principios: el  éter y  el aire, de  los  que  procede  el Dios manifestado (nohtóç) el dios Ulom o universo material y visible. En los Himnos  Orficos,  el Eros–Phanes nace del  huevo  espiritual  fecundado  por  el viento  etéreo,  símbolo  del  “espíritu  de  Dios”  que  desde toda eternidad cobija la ideación divina. En  el  Kathopanishada, el Espíritu  divino  (Purusha)  es  preexistente  a  la  substancia primordial  con  la  que  se  une  para  engendrar  el  Mahâ–Atmâ  o  Brâhmâ,  es  decir,  el Espíritu  de  vida, el Anima Mundi, equivalente  a  la  Luz  Astral  de  los  teurgos y cabalistas. Pitágoras  aprendió  sus  doctrinas  en  los  santuarios  de  Oriente, encubriéndolas  bajo simbolismos  numéricos;  pero  su  discípulo  Platón las  expuso  en  forma  más  inteligible, de  modo  que  las  comprendieran los no  iniciados, aunque manteniendo todavía  las fórmulas esotéricas. Así dice que el Pensamiento divino es el padre, la Materia la madre y el Cosmos el hijo. Según afirma Dunlap, en  la  religión  egipcia había  un  Horus  mayor,  hermano  de Osiris,  y  un  Horus  menor,  hijo  de  Osiris  y de  Isis. El primero simbolizaba  la  idea del universo, contenida en  la  mente  demiúrgica, la idea  “surgida  en  la  obscuridad  antes  de la creación del mundo”; y el segundo era la misma idea ya emanada del  Logos, revestida de materia y actualizada en existencia.


Dicen los Oráculos Caldeos: “El Dios del mundo es eterno, ilimitado, joven y viejo y  deforma sinuosa”. La frase “forma sinuosa” es símbolo de la vibración de la luz Astral  que  los  sacerdotes de  la  antigüedad conocían perfectamente, aunque no tuvieran del  éter  el  mismo concepto que los modernos, pues por éter significaban la Idea eterna,  compenetrada  en el universo, es decir, la Voluntad que actualizada en energía organiza la materia. Dice Van  Helmont: “La voluntad  es la  potencia  capital y superior de todas.  La voluntad del Creador puso en movimiento todas  las  cosas. La  voluntad  es  atributo  de todas  las  entidades  espirituales y se desenvuelve con tanta  mayor  actividad  cuanto más libre está de la materia”. Y Paracelso, por sobrenombre “el divino”, añade: “La  fe  ha de ser la  corroboradora de la imaginación, pues por la fe se establece la voluntad...En todas las  obras mágicas, es requisito indispensable la  firmeza de voluntad...Las  artes  no  tienen  reglas  fijas  y ciertas, porque los hombres no saben imaginar  ni creer  en  el  resultado eficaz de lo que imaginan”. La negativa energía de la incredulidad y el escepticismo, aplicada en la  misma dirección, pero en sentido contrario y con igual intensidad, es la única potencia capaz de resistir a la positiva  energía del  espiritualismo  y  de  equilibrarla  dinámicamente. No  les ha de maravillar, por lo  tanto,  a  los  espiritistas  que  la  presencia  de  escépticos empedernidos  o  de  quienes  asistan a las sesiones con preconcebida  animosidad, sea impedimento para la manifestación fenoménica, pues si no hay en la tierra ningún poder consciente sin otro  opuesto  a  su  acción, ¿qué tiene  de  extraño  que  el  poder inconsciente de un médium  quede  paralizado  de  pronto  por  otro  poder  opuesto  y también inconscientemente ejercido? 


Nadie ha superado en obras milagrosas a Jesús, y sin embargo,la corriente de su  voluntad tropezó a veces con  el  escepticismo de las  gentes, según  corrobora aquel  pasaje  que  dice: “Y no obró allí prodigios a causa  de la  incredulidad  de las gentes”. En la filosofía  de  Schopenhauer se vislumbran estos mismos conceptos, y  no  harían mal  los  modernos  investigadores si la estudiaran, pues en ella  encontrarían singulares hipótesis basadas  en  ideas  antiguas, aparte de especulaciones acerca de los nuevos fenómenos psíquicos  que  les ahorraran el trabajo de pergeñar otras. Las fuerzas psíquica, ecténica y electro–biológica, el pensamiento latente, la cerebración inconsciente y todas las hipótesis  forjadas por  los  modernos investigadores, pueden resumirse en dos palabras: la luz astral de los cabalistas. Los valientes  conceptos  de  Schopenhauer difieren completamente  de  los de la mayoría de experimentadores.  Dice  el  ilustre  filósofo:  “En realidad  no  cabe  distinguir entre materia  y  espíritu. La  gravitación  de  una  piedra  es  tan inexplicable  como  el pensamiento en el cerebro humano. Si no sabemos  por  qué cae al  suelo un  objeto material, tampoco  sabremos  si  este   objeto es o no  capaz de pensar...Aun en  las mismas ciencias físicas, tan pronto como pasamos de lo experimental a lo especulativo, de lo  físico a lo  metafísico, nos  atajan el  paso las  enigmáticas fuerzas  de  cohesión, afinidad, gravitación, etc.,  cuyo misterio  es  para nuestros sentidos tan  profundo  como la  voluntad  y  el  pensamiento  humanos. Entonces  nos  vemos frente  a  frente  de  las inescrutables fuerzas de la naturaleza. ¿Dónde está, pues, esa materia que  presumís  deconocer tan bien y con la que os creéis familiarizados hasta el punto de  deducir  de  ella todas  vuestras  teorías  y de atribuirle cuanto  os  parece?  Nuestra  razón y nuestros sentidos sólo son capaces de conocer lo superficial, pero jamás  penetrarán en la  íntima substancia de las  cosas. Tal era la  opinión de  Kant.  Si  admitís  algo  espiritual en  el hombre, forzosamente habéis de  admitirlo  también  en  la  piedra.  Si  vuestra   muerta  y pasiva  materia  tiene  la  propiedad  de  gravitar, atraer,  repeler  y fulgurar, no es  razón negarle la de  pensar  como  piensa  el  cerebro. En  suma:  cada  partícula  del  llamado espíritu puede substituirse equivalentemente por otra de  materia, y  cada  partícula  de materia,  por otra  de  espíritu...Así  resulta  que  la  cartesiana  división  de  las  cosas  en materia  y  espíritu  es  filosóficamente  inexacta,  y  conviene  diferenciarlas  en voluntad y manifestación, con la ventaja  de  espiritualizar  todas  las  cosas,  pues  lo  real  y  objetivo, los cuerpos y la materia de la división cartesiana, los  consideramos  como  manifestación dimanante de la voluntad”.Estas opiniones  corroboran  lo  que  ya  dijimos  acerca  de  las  diversas  denominaciones dadas a una misma cosa, como si los adversarios disputaran sobre palabras. Llámese fuerza, energía, electricidad, magnetismo, voluntad  o  potencia  espiritual  a  la  causa  del fenómeno siempre será la parcial manifestación del alma, encarnada o desencarnada,  de una   partícula   de   la   inteligente,  omnipotente   é   individual Voluntad que llena  la naturaleza toda y  a que, por  insuficiencia de lenguaje humano para expresar  los conceptos psicológicos, llamamos Dios. Las ideas que sobre  este  punto exponen  algunos  filósofos  modernos  son  erróneas en muchos aspectos, desde  el  punto  de  vista  cabalístico. Hartmann califica sus  propias opiniones de  prejuicio  instintivo y afirma que  la  experimentación  no  ha  de  tener  por objeto  la  materia  propiamente  dicha,  sino  las  fuerzas  que  en  ella actúan,  de lo  cual infiere que  la  llamada  materia  es  tan  sólo  agregación  de  fuerzas  atómicas, pues  de lo contrario  sería  la  materia  una  palabra  sin sentido científico. Mas  a  pesar  de  su  sincera confesión,  de  que  nada  saben  con seguridad acerca de ella, los  experimentadores físicos, fisiólogos y químicos divinizan  la  materia. Todo fenómeno  con  cuya explicación no aciertan, sirve de incienso en el altar de la diosa predilecta de la ciencia. Nadie  trata  tan  magistralmente  este  asunto   como  Schopenhauer   en   su   Parerga. Estudia detenidamente  el  magnetismo  animal,  la  terapéutica  simpática,  la  profecía,  la magia,  las  agüeros,  las  apariciones  espectrales  y  otros  fenómenos psíquicos,  respecto de  lo  cual  dice:  “Todas  estas  manifestaciones son  ramas  del  mismo  árbol  y  prueban irrefutablemente la existencia de una categoría de seres pertenecientes a un orden  de  la naturaleza  muy  distinto  del  que se  basa  en  las  leyes  del  espacio,  del  tiempo y de  la adaptación. Este otro orden es mucho más profundo porque es el originario y directo,  yde nada valen las comunes leyes de la naturaleza que tan sólo atañen a la forma. Por lo tanto, bajo el régimen de este orden superior, ni el tiempo, ni el espacio pueden separara las entidades  individuales,  y  la  separación  determinada  por  las   formas  corpóreas  no son barreras infranqueables para el  intercambio de  pensamientos y la inmediata acción de la  voluntad. De este modo pueden ocurrir cambios por procedimientos completamente diferentes de la causalidad física, es decir, mediante la voluntad manifestada  en  acción,  externamente  al  individuo. Así  resulta que el carácter  peculiar de  las  antedichas  manifestaciones  es  la  visión y  acción  a  distancia, tanto  respecto  del tiempo  como  del  espacio. Esta  acción  a  distancia  es  precisamente  la   característica fundamental  de  la  llamada  magia,  porque  es la acción inmediata  de  nuestra voluntad, una acción  independiente  de  las  condiciones causales  de  la  acción  física, es  decir,  del contacto material.“ Además, estas manifestaciones contradicen la lógica y esencialmente el  materialismo, y aún  el  naturalismo,  porque  de  ellas  se  infiere que el  orden  de  cosas  consideradas  por estas dos últimas escuelas como absolutas y exclusivamente  legítimas,  resultan,  por  el contrario, superficiales  y  fenoménicas, en  cuyo  fondo  hay  algo  aparte  y  del  todo independiente  de  sus  propias  leyes.  Por  lo  tanto,  estas  manifestaciones psíquicas  son las  más  importantes  de   cuantas  se  han  ofrecido  al  estudio de observación, por lo menos desde el punto de vista puramente filosófico, y todo científico está  obligado, a conocerlas”


De acuerdo con su maestro Leucipo, enseñaba Demócrito que  los  átomos en el vacío fueron el principio de todas las cosas existentes en el universo, entendiendo  por vacío, en sentido  cabalístico, la  Divinidad  latente cuya primera manifestación  es  la voluntad que comunica   el   primer impulso   a   los   átomos   que,   al   cohesionarse, constituyen  la  materia. Sin embargo, el  nombre  de  vacío es  menos  apropiado  que  su sinónimo caos, porque, según los peripatéticos, “la naturaleza tiene horror al vacío”. Las alegorías, aparte de otros elementos  de  juicio, demuestran que, mucho antes de Demócrito,  estaban  ya  familiarizados  los  antiguos  con  la  idea  de  la  indestructibilidad de la materia. Movers define  el  concepto fenicio  de  la  ideal luz  solar,  diciendo  que  era la espiritual influencia emanada del supremo Dios, Iao, la  luz  tan  sólo  concebible  por  la mente, el principio así físico como espiritual de  todas las  cosas  del  cual  emana  el  alma. Es la esencia masculina  o  sabiduría, mientras que el caos es la  esencia  femenina. Así tenemos,  que  la  materia  y  el  espíritu  eran  ya  para  los  fenicios los dos  principios coeternos é infinitos. Esta teoría es tan antigua como el mundo, y no  fué  Demócrito su autor, pues la intuición  del hombre  precedió al  ulterior  desenvolvimiento  de  su  razón. Las  escuelas  materialistas  son  incapaces  de  explicar  los  fenómenos ocultos, porque niegan  a  Dios,  en  quien  reside  la  Voluntad.  Su  desconocimiento  de  los  fenómenos psíquicos, y lo absurdo de las hipótesis con que pretenden  explicarlos, dimanan  de  que a priori desdeñan cuanto  puede  empujarles  a  transponer  los  límites  de  las  ciencias experimentales  y  entrar  en  los   dominios   de   la   psicología   o   de  la que  no  fuera incongruente llamar  fisiología  metafísica. Los  filósofos  antiguos  afirmaban  que todas las cosas visibles é invisibles surgían a la existencia por  manifestación  de  la  Voluntad,  a que  Platón  llamó  Idea divina,  y  que  así  como  esta  Idea  da  existencia  objetiva  a  la materia con sólo enfocar su voluntad en un centro de fuerzas localizadas, así también  el hombre, el microcosmos respecto  del  macrocosmos, da forma objetiva  a la  materia  en proporción  del  vigor  de  su  voluntad. Los  átomos  imaginarios son  como   operarios movidos automáticamente a influjo  de  la  Voluntad universal que en ellos se enfoca y, manifestada en fuerza, los pone  en actividad.  El  proyecto  del  futuro  edificio está  en  la mente del Arquitecto y es reflejo  de  su voluntad  que,  abstracta  desde  el  momento  de concebirlo, se concreta en cuanto los átomos imaginarios obedecen  a  los  puntos, líneas y formas trazadas en la mente del divino geómetra. Como  Dios  crea,  así  crea  el  hombre. Dadle  voluntad  lo  suficientemente vigorosa  y subjetivará  las  formas mentales, que  muchos llaman  alucinaciones, aunque  para  quien las forja sean tan reales como los objetos  tangibles.  Los materialistas nada pueden argüir contra esto, desde el  punto  en  que  para  ellos  es materia  el  pensamiento. Si  tal supusiéramos,  tendríamos  que  el  ingenioso mecanismo proyectado  por  el  inventor, las  encantadoras  escenas surgidas  de la mente del  poeta, los  soberbios  lienzos  pintados  por  la  viva imaginación del  artista, la  incomparable estatua cincelada en el pensamiento del  escultor, los  palacios y castillos planeados  por el arquitecto, debieran  existir  objetivamente, a  pesar  de  ser  subjetivos  é  invisibles, porque el pensamiento, según los materialistas, es materia  plasmada  en  forma. ¿Cómo negar entonces que haya hombres de voluntad lo  bastante  potente  para  transportar  al mundo visible estas creaciones mentales y revestirlas de materia tangible?"




 fragmentos de ISIS SIN VELO

H.P. BLAVATSKY

La "revelación primitiva" se conserva todavía...

Resultado de imagen de imagenes de budas tibetanos
Las Estancias preliminares darán motivo a una de las mayores, y quizás más seria objeción de  las  que  pueden  hacerse,  en  contra  de  la  corrección  de  la  obra  y  de  la confianza  que merezca.  ¿Cómo  pueden  comprobarse  las  declaraciones  contenidas  en ellas?  A  la  verdad, aunque  la  mayor  parte  de  las  obras  sánscritas,  chinas  y  mongolas citadas en los volúmenes presentes,  son  conocidas  por  algunos  orientalistas,  la  obra principal,  aquella  de  la  cual  las Estancias  han sido  tomadas,  no  figura  en  las bibliotecas  europeas.  El  LIBRO  DE  DZYAN (o DZAN) es completamente desconocido a nuestros filólogos, o al menos ninguno de ellos ha  oído  hablar  de  él bajo  este  nombre.  Esto  es,  sin  duda  alguna,  un  grave  obstáculo  para todos  aquellos que  siguen  los  métodos  de  investigación  prescriptos  por  la  ciencia  oficial; pero  para los  estudiantes de Ocultismo y para  todo  ocultista  verdadero, esto tendrá  poca importancia.   El   cuerpo   principal   de   las   doctrinas   dadas,   se   encuentra  esparcido  en centenares  y  aun  millares  de  manuscritos  sánscritos,  algunos  ya  traducidos,  y  como de costumbre  desfigurados  en  sus  interpretaciones,  y  otros  esperando  todavía  que les  llegue  el turno. Todo hombre de ciencia, por lo tanto, tiene medios de comprobar las afirmaciones y la mayor parte de las citas que se hacen. Será difícil encontrar la procedencia de unos pocos hechos  nuevos  (nuevos únicamente  para  el  Orientalista profano),  así  como  la  de  algunos pasajes de los Comentarios que se citan. Varias de las enseñanzas también han sido hasta la fecha transmitidas oralmente; pero aun estas mismas, hállanse en todo caso indicadas en los casi innumerables  volúmenes   de la  literatura   de   los   templos   brahmánicos,   chinos   y tibetanos. Sea como fuese, y cualquiera que sea la suerte reservada a la autora por parte de la crítica malévola, un hecho es por lo menos completamente cierto. Los miembros de varias escuelas esotéricas, cuyo  centro  se  halla  más  allá  de  los  Himalayas  y  cuyas  ramificaciones pueden encontrarse en China, Japón, la India, el Tíbet y hasta en Siria, como también en la América del  Sur,  aseguran  que  tienen  en  su  poder  la suma  total de  todas  las  obras  sagradas  y filosóficas, tanto manuscritas como impresas, de hecho todas las obras que se han escrito, en cualesquiera lenguajes  o  caracteres,  desde  que comenzó  el  arte  de  la  escritura,  desde  los jeroglíficos ideográficos, hasta el alfabeto de Cadmo y el Devanâgari. Constantemente  han  afirmado  que  desde  la  destrucción  de  la  Biblioteca Alejandrina, [Véase Isis sin Velo, vol. II.]todas las obras que por su carácter hubieran podido conducir a los profanos al descubrimiento final y comprensión de alguno de los misterios de la Ciencia Secreta,   han   sido   buscadas   con  diligencia,  gracias  a  los  esfuerzos  combinados de  los miembros de  estas  Fraternidades.  Y  añaden  además  aquellos  que  lo  saben,  que una  vez encontradas  todas  estas  obras  fueron  destruidas,  salvo  tres  ejemplares  de cada  una  que fueron  guardados  cuidadosamente.  En  la  India,  los  últimos  de  estos inestimables manuscritos, fueron guardados en un sitio oculto durante el reinado del Emperador Akbar.[El profesor Max Müller declara que ni el soborno ni las amenazas de Akbar fueron capaces de arrancar a los brahmanes el texto original de los Vedas, y sin embargo, se  jacta de que los orientalistas  europeos  lo  poseen (Introduction  to  the  Science  of  Relígion, pág.  23).  Es  muy dudoso  que  Europa  posea el  texto  completo,  y  quizás  reserve  el  porvenir  sorpresas  muy desagradables para los orientalistas.] Se afirma también que todos los libros sagrados de esta especie, cuyo texto no se hallaba suficientemente velado por el simbolismo, o que contenía referencias directas a los antiguos misterios, fueron en primer término cuidadosamente copiados en caracteres criptográficos, tales como para desafiar el arte del más hábil de los paleógrafos, y destruidos después hasta el último  ejemplar.  Durante  el reinado  de  Akbar,  algunos  cortesanos  fanáticos,  disgustados por  la  pecaminosa curiosidad  del  Emperador  hacia  las  religiones  de  los  infieles,  ayudaron por  sí  mismos a  los  brahmanes  a  ocultar  sus  manuscritos.  Uno  de  aquéllos  fue  Badâonî,  el cual experimentaba  un horror  no  disimulado hacia  la  manía  de  Akbar  por  las  religiones idólatras.[Escribe  Badâonî  en  su Muntakhab  at  Tawârikh:Como  ellos  (los  Shrâmanas  y Brahmanes) sobrepujan a todos los hombres sabios en sus tratados de moral y sobre ciencias físicas  y  religiosas,  y  alcanzan  un  altísimo  grado  en  su conocimiento  del  porvenir,  en  su poder espiritual y en la perfección humana, han presentado pruebas fundadas en razones y en  testimonios...y han inculcado sus doctrinas  tan  firmemente... que  ningún  hombre... podía  ser  capaz  de  dar  lugar  a  que  Su Majestad  dudase,  aun  cuando  las  montañas  se convirtiesen  en  polvo,  o  se  desgarraran  de pronto  los  cielos... S.  M.  se  permitió  entrar  en averiguaciones  referentes  a  las  sectas  de estos  infieles,  que  no  pueden  ser  contados,  dado  lo numerosos  que  son,  y  que  poseen  un sinfín  de libros  revelados. Esta  obra «se  conservó  en secreto,  y  no  fue  publicada  hasta  el  reinado  de  Jahângîr».(Aim  i  Akbâri, traducido  por  el Dr. Blochmann, citado por Max Müller, ob. cit.)] Además, en todas las grandes y ricas Lamaserías existen criptas subterráneas y bibliotecas en cuevas excavadas en la roca, siempre que los Gonpa y Lhakhang se hallen situados en las montañas. Más allá del Tsaydam occidental, en los solitarios pasos de Kuen-lun[montañas de  Karakorum,  Tibet  Occidental],  existen  varios  de  estos  sitios  ocultos.  A  lo  largo  de  las cumbres... cuyo suelo no ha llegado a pisar todavía planta alguna europea, existe una reducida  aldea  perdida  en  una  garganta  profunda.  Es  un  pequeño  grupo  de  casas,  más bien  que  un  monasterio,  con  un  templo  de  miserable  aspecto,  y  un  Lama  anciano,  un ermitaño,  que  vive  próximo  a  él  para  estar  a  su  cuidado.  Dicen  los  peregrinos  que  sus galerías y aposentos subterráneos contienen una colección de libros, cuyo número, según las cifras que se citan, es demasiado grande para poder colocarse ni aun en el Museo Británico.[Según  la  misma  tradición,  las  regiones  en  la actualidad  desoladas  y  áridas  del  Tarim(un verdadero  desierto  en  el  corazón  del  Turkestán)  estaban  cubiertas  en  la antigüedad  de ciudades  ricas  y  florecientes.  Hoy  apenas  algunos  verdes  oasis  rompen la  monotonía  de  su terrible soledad. Uno de ellos, que alfombra el sepulcro de una enorme ciudad, enterrada en el  suelo  arenoso  del  desierto,  no  pertenece  a  nadie, pero  es  visitado  con  frecuencia  por mongoles  y  buddhistas.  La  tradición  habla también  de  inmensos  recintos  subterráneos,  de anchas  galerías  llenas  de  ladrillos  y cilindros. 


La imagen puede contener: océano, montaña, cielo, exterior, naturaleza y aguaCon  excepción  de  estos  más  que  dudosos  fragmentos,  toda  la  literatura sagrada de los caldeas ha desaparecido de la vista de los profanos, tan por completo como la perdida Atlántida.  Unos  pocos  hechos  que  se hallaban  contenidos  en  la Historia  de  Beroso  se declararán más adelante y podrán arrojar gran luz acerca del verdadero origen de los Ángeles Caídos, personificados por Bel y el Dragón. Volviendo ahora al más antiguo modelo de la literatura aria, el Rig Veda, se encontrará el estudiante,  siguiendo  estrictamente  los  datos  suministrados  por  los mismos  orientalistas, que  aunque  el Rig  Veda contiene  sólo  unos  10.580  versos,  o 1.028  himnos,  no  se  ha comprendido  correctamente  hasta  hoy,  a  pesar  de  los Brâhmanas y  de  la  masa  de  glosas  y comentarios.   ¿Y   por   qué?  Evidentemente   porque los Brâhmanas, «los  tratados  más antiguos  y  escolásticos  acerca  de  los  primitivos himnos», requieren  ellos  mismos  una  clave, que no han logrado encontrar los orientalistas. ¿Qué  dicen  los  sabios  por  lo  que  hace  a  la  literatura  buddhista?  ¿Han  conseguido obtenerla  completa?  No,  seguramente.  

Ni por  un  momento  parecen conceder la posibilidad de que los textos estén perdidos solamente para el Occidente y para ellos;  o  que  los  pueblos  asiáticos  posean  la  no igualada  entereza  de  conservar  sus  más sagrados anales fuera del alcance de los extranjeros, rehusando entregarlos a la profanación y al mal empleo, aun de razas tan«excesivamente superiores»a ellos mismos.

Tampoco  tiene  la  moderna  ciencia  de  la  mitología  comparada, argumento  alguno mejor  que  oponer  a  la  aseveración  de  los  eruditos  escritores  que, durante  el  siglo  pasado, insistieron en que debían de haber existido «fragmentos de una revelación primitiva hecha a  los  antecesores  del  género  humano... conservados en  los  templos  de  Grecia  y  de  Italia». Esto   es   precisamente   lo   que   todos   los   Iniciados y  panditas   orientales   han   venido proclamando  ante  el  mundo  de  tiempo  en  tiempo.Y  mientras que  un  eminente  sacerdote cingalés  aseguró  a  la  que  esto  escribe,  que  era cosa  bien sabida  que  los  principales tratados buddhistas,  pertenecientes  al  canon sagrado, permanecían  guardados en  países y lugares inaccesibles  a  los  panditas europeos, el  llorado Svámi  Dayânand  Saravastî,  el  sanscritista  más grande  de  su época  en  la  India,  declaró  a  algunos  miembros  de  la  Sociedad  Teosófica  el mismo hecho, con respecto a antiguas obras brahmánicas. Cuando se le dijo que el profesor Max  Müller  había  manifestado  a  los  oyentes  de  sus Discursos,  que  la  teoría  de «que ha existido  una  revelación  primitiva y  sobrenatural,  hecha  a  los  padres  de  la  raza humana, encuentra hoy pocos sostenedores», aquel hombre, tan santo como sabio, se echó a reír. Su contestación  fue  significativa:  «Si  Mr.  Moksh  Mooller  (así pronunciaba  el  nombre)  fuera un  brahmán  y  viniese  conmigo,  podría  llevarle  a  una caverna gupta (una  cripta  secreta), ...  en  los  Himalayas,  en  donde pronto  encontraría  que  lo  que  ha cruzado  el  Kâlapâni  (las  negras  aguas  del  Océano), desde  la  India  a  Europa,  eran sólo fragmentos  de  copias  desechadas  de  algunos pasajes  tomados  de  nuestros  libros  sagrados. Ha existido  una «revelación  primitiva» se  conserva  todavía;  y  no  se  perderá  para  el  mundo, sino que reaparecerá; aunque, por supuesto, los Mlechchhas tendrán que aguardar». Habiéndosele  interrogado  acerca  de  este  punto,  no  quiso  decir  más.  Esto  ocurría  en Meerut en 1880.

Entre estos verdes oasis existen algunos  por completo  inaccesibles,  aun  para  los  indígenas  profanos  que  viajan  por  el  país. Los huracanes pueden «arrebatar las arenas y cubrir llanuras enteras»; pero son impotentes para destruir lo que está fuera de su alcance. Los subterráneos construidos en las entrañas de la  tierra,  aseguran  los  tesoros  allí  encerrados;  y  como las  entradas  se  hallan  ocultas,  no  hay peligro  de  que  nadie  los  descubra,  aun  cuando varios  ejércitos  invadiesen  los  arenosos desiertos, en donde ni pozo, ni arbusto, ni vivienda se divisan.Y la cordillera forma una áspera defensa En torno de las áridas llanuras del desierto...Mas no es necesario enviar al lector al través del desierto, puesto que las mismas pruebas en  favor  de  la  existencia  de  antiguas  civilizaciones  se  encuentran  en  puntos relativamente poblados de aquella región.

La Doctrina Secreta fue la religión universalmente difundida del mundo antiguo  y  prehistórico.  Las  pruebas  de su difusión,  los  anales  auténticos  de  su historia, una serie completa de documentos que demuestran su carácter y su presencia en todos los países, juntamente  con  las  enseñanzas  de  todos  sus  grandes Adeptos,  existen  hasta  hoy  en  las criptas secretas de las bibliotecas pertenecientes a la Fraternidad Oculta. Esta  afirmación  se  acredita  con  los  hechos  siguientes:  la  tradición  de  los  millares  de pergaminos  antiguos  salvados  cuando  la  Biblioteca  Alejandrina  fue  destruida;  los millares de  obras  sánscritas  desaparecidas  en  la  India  durante  el  reinado  de  Akbar;  la tradición universal  existente, tanto  en  la  China  como  en  el  Japón,  de  que  los verdaderos  textos antiguos  con  los  comentarios  que  únicamente  pueden  hacerlos inteligibles,  y  que  suman muchos  miles  de  volúmenes,  hace  mucho  tiempo  que  están fuera  del  alcance  de  manos profanas;  la  desaparición  de  la  vasta  literatura  sagrada  y oculta  de  Babilonia;  la  pérdida  de las  claves  que  podrían  únicamente  resolver  los  mil enigmas  contenidos  en  los  anales  de  los jeroglíficos  egipcios;  la  tradición  existente en  la  India  de  que  los  verdaderos  comentarios secretos,  únicos  que  pueden  hacer inteligibles  los Vedas,  aunque  no  son  visibles  para  los profanos, están a disposición del Iniciado, ocultos en cuevas y criptas secretas; y la idéntica creencia de los buddhistas, por lo que hace a sus libros sagrados.

No es culpa de los iniciados que tales documentos estén hoy «perdidos»para el profano, ni  ha  sido  su  conducta  aconsejada  por  el  egoísmo,  o  por  deseo  alguno  de monopolizar  el sagrado  saber  que  da  la  vida.  Había  algunas  partes  de  la  Ciencia Secreta  que  debían permanecer ocultas a los profanos durante edades sin cuento. Mas  esto  era  debido  a  que  el  comunicar  a  la  multitud  secretos  de  una  importancia tan tremenda,  sin  estar  preparada  para  ello,  hubiera  sido  equivalente  a  entregar  a  un niño  una vela encendida y meterle en un polvorín.

Los   documentos   se   ocultaron,   es   verdad;   pero   nunca   hicieron   un   secreto   ni del conocimiento  mismo,  ni  de  su  existencia  real,  los  Hierofantes  del  Templo,  en  el  cual siempre  han  sido  los  MISTERIOS  una  disciplina  y  un estímulo  para  la  virtud.  Éstas son novedades bien antiguas, y repetidas veces fueron dadas a conocer por los grandes Adeptos, desde Pitágoras y Platón, hasta los neoplatónicos.

Queda   todavía   lo   suficiente,   aun   entre   estos   documentos mutilados,   para autorizarnos  a  decir  que  hay  en  ellos  toda  la  prueba  que  se  requiere para  demostrar  la existencia  efectiva  de una  Doctrina  Matriz.  Se  han  salvado  de  los cataclismos  geológicos  y políticos  bastantes  fragmentos  para  narrarnos  la  historia;  y todos  los  que  sobreviven, demuestran  hasta  la  saciedad  que  la  actual  Sabiduría Secreta  fue  en  un  tiempo  la  fuente original, la corriente perenne siempre fluyendo,de la cual se alimentaban los riachuelos (las religiones  posteriores  de  todos  los pueblos),  desde  la  primera  hasta  la  última.  Este  período que comienza con Buddha y Pitágoras y termina con los neoplatónicos y los gnósticos, es el único foco que nos muestra la historia, donde por última vez convergen brillantes rayos de luz emanados de edades remotísimas, y no obscurecidos por el fanatismo. "


H.P. Blavatsky
Doctrina Secreta-fragmentos

Isis sin Velo-fragmentos

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Esto no es cosa de hoy ni de ayer, sino de todo tiempo. 
Y nadie nos ha dicho todavía de dónde ni cómo viene.
SÓFOCLES

Algunos filósofos antiguos dicen que  las  “vestiduras  de  piel” que, según  el  Génesis, proporcionó Dios a Adán y Eva, significan los cuerpos carnales  de  que en la  sucesión  de los  ciclos  se  vieron  revestidos  los  progenitores  de  la  raza  humana. Sostenían dichos filósofos que  la  forma  física,  de  semejanza  divina  al  principio,  se  fue  densificando gradualmente hasta  que  descendiendo  al  punto ínfimo del  que  pudiéramos  llamar postrer ciclo espiritual,  entró  la  humanidad  en  el  arco  ascendente  del  primer ciclo terreno.  De  entonces  arranca  una  no  interrumpida  serie  de  ciclos  (yugas)cuyo  exacto número  de  años  se  mantuvo  secreto  en  los  santuarios  sin  revelarlo  más  que  a  los iniciados.  En  cada   ciclo,  edad  o  yuga,  el  género humano alcanza  la  mayor  perfección posible en aquel ciclo; pero después decae  antes  de  entrar  en  el  nuevo ciclo  con  todos los  residuos  de  su  precedente  civilización  social  y  mental.  Así  se  suceden  los   ciclos   en transiciones imperceptibles que llevan  al  pináculo  el  poderío  de  los   imperios,   para   de allí  decaer  hasta extinguirse.  En  el  límite  del  arco  inferior  de  cada  ciclo,  la  humanidad queda  sumida  de  nuevo  en  la  barbarie.  Desde   los  tiempos  primitivos  hasta  nuestros días,  cuenta  la  historia  el  poderío  y  decadencia  de  las  naciones que ascendieron  a  la cumbre  para  hundirse  en  el  llano.  Draper  observa  que  no  cabe  incluir  en  cada ciclo  a toda  la  especie humana, sino que,  por  el  contrario,  mientras  la  humanidad  decae  en algunos países, progresa y asciende en otros. Esta   teoría   de   la   evolución   cíclica   es   muy semejante   a   la  ley   reguladora  del  movimiento  de  los  astros,  que  además  de  girar sobre  su  eje voltean  en  diversidad  de sistemas alrededor de sus respectivos soles. Vida y muerte, luz y tinieblas, día y noche se suceden alternativamente  en el planeta mientras gira sobre su eje y recorre el círculo zodiacal, el  menor  de  los  ciclos  máximos. Recordemos el axioma hermético: “Como es arriba así es abajo; así en la  tierra  como  en el cielo”.

Conviene advertir   que   la   teoría   de   los   cielos,   simbolizada   por   los   hierofantes egipcios  en  el  “círculo  de  necesidad”,  explica  al  propio  tiempo   la  alegoría  de  la  “caída del  hombre”.  Según  la  descripción  que  de  las  pirámides  de  Egipto dan  los  autores arábigos, cada una de las siete cámaras de estos  monumentos  llevaba  el  nombre  de  un planeta.   Su   peculiar   arquitectura  denota   ya   de   por   sí   la  metafísica   alteza   del pensamiento  de  los  constructores.   La  cúspide,   perdida  en  el  claro  azul  del  cielo faraónico, simboliza  el  punto  primordial,  perdido  en  el  universo  invisible,  de  donde surgieron los  espirituales  tipos   de   la   primera raza humana.  En   cuanto   la   momia quedaba embalsamada, perdía, por decirlo así, su individualidad física  y  simbolizaba  la raza  humana.  Ponían los  egipcios  la  momia  en  la  actitud  más  favorable  a  la  salida  del “alma”, que estaba obligada a pasar por las siete cámaras planetarias antes  de recobrar su  libertad  por  la  simbólica  cúspide.  Las  cámaras  simbolizaban  a  un  tiempo  las  siete esferas y los  siete  superiores tipos físico–espirituales  de  la  humanidad  futura.  De  tres en tres mil años, el alma, símbolo de la raza, había de regresar al punto de  partida para de allí  emprender  nueva peregrinación hacia  un  mayor  perfeccionamiento  físico  y espiritual. Verdaderamente es preciso ahondar en la abstrusa metafísica de los  místicos orientales para percatarnos de la multiplicidad  de  temas  que  a  un  tiempo  abarcaba  su majestuosa mente. 

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No  satisfecho  el  Adán  edénico de las condiciones  en  que le  puso  el  Demiurgos intentó orgullosamente ser creador. Este segundo Adán, salido de  manos  del andrógino Kadmon,  es también andrógino, pues según las antiquísimas enseñanzas encubiertas alegóricamente por Platón los arquetipos de las razas humanas  estaban  contenidos  en el árbol microcósmico que creció y se  desarrolló  dentro  y  debajo del gran árbol mundanal  o  macrocósmico.  Por  diversos  e  innumerables  que sean  los  rayos  del  sol espiritual, todos emanan de la unidad divina en cuya lumínica fuente tuvieron  su origen las formas orgánicas e inorgánicas y también la forma humana. Aun cuando repudiáramos la primitiva androginidad del hombre en lo concerniente a su evolución física, no  cambiaría  el  sentido  espiritual  de  la  alegoría.  Mientras  el  Adán edénico, el primer dios–hombre, encarnación de los elementos masculino y femenino,  se mantuvo  en  estado  de  inocencia  sin  idea  del  bien  y  del  mal,  no  sintió  apetencia  de “mujer” porque ella estaba en  él  y  él  en  ella. Adán  asume  la  distinción  masculina separada  de  la  femenina cuando  la  maligna   serpiente mostró  el  fruto  del   árbol mundanal  o  árbol  de  la  ciencia.  En  aquel  punto  cesa  la  integración  andrógina  y  el hombre  y  la  mujer  se  diferencian  en  dos  distintas  entidades  con ruptura  del  enlace entre el espíritu puro y la materia pura. Desde entonces dejó el hombre  de  crear espiritualmente por   el  poder  de  su voluntad, limitado en adelante al orden físico hasta reconquistar el reino espiritual  tras larga prisión en la cárcel de carne.

Las  mitologías  antiguas  representan  castigados severamente  por  su  osadía  a  los Logos que intentaron dotar  al  hombre  de  espíritu  inmortal.  Los  Padres  de  la  Iglesia que,  como  Orígenes  y  Clemente  de  Alejandría,  fueron  filósofos  paganos  antes   de convertirse al cristianismo,  no  pudieron  por  menos  de reconocer  en  los  antiguos  mitos el fundamento  de  sus  nuevas  doctrinas  con  arreglo   a  las  cuales,  el  Verbo  o  Logos  se había encarnado para señalar al género humano la  senda  de  la  inmortalidad  y, deseoso de infundir en el mundo la vida eterna  por  medio  del  paráclito  fuego,  sufrió  castigo  de muerte como sus predecesores.

En la  fábula  griega,  el  dios  solar  Hércules  desciende  al  Hades  y  acaba con   los sufrimientos  de  las  almas,  como  también  en   el  credo  cristiano  desciende  Cristo  a  los infiernos para librar  a  las  almas  que  esperaban  el  advenimiento."



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Razón-Conciencia-Iluminación


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Con  la  naturaleza  física está  aliada  la razón  que  le  da  señorío  y  predominio  sobre  los  demás seres  de  la  tierra,  y  con  la naturaleza  espiritual  está   aliada   la  conciencia, que  le  guía  entre las  falacias  de  los sentidos para discernir instantáneamente entre lo justo y lo injusto. Este discernimiento  es privativo  del  espíritu  absoluto,  puro  y  sabio  por  naturaleza, como emanación  de  la  pureza  y  sabiduría  divina.  Las  decisiones  de  la  conciencia  no dependen  de  la  razón,  pues  sólo  podrá  manifestarse   plenamente   cuando   se   haya substraído a la servidumbre de la naturaleza inferior. La  razón  no  es  facultad  inherente  al  espíritu,  porque  tiene por   instrumento  el cerebro físico y sirve para deducir el consecuente del antecedente  y  la conclusión  de  las premisas,  de  conformidad  con  las  pruebas  suministradas  por  los  sentidos.  El  espíritu sabe de  por  sí  y  no  necesita  argumentar  ni  discutir,  pues   como  emanación del eterno espíritu de sabiduría, ha de poseer los mismos atributos esenciales que  el todo  de  que procede.  Por  lo  tanto,  no  discurrían desacertadamente  los  antiguos  teurgos  al  decir que  el  elemento  espiritual  del  hombre  no  se  infundía  plenamente  en  su  cuerpo, sino que tan sólo cobijaba al alma astral, medianera entre el  espíritu  y el cuerpo.  El  hombre que  ha  subyugado  su  naturaleza  inferior  lo  bastante   para   recibir directamente  la esplendorosa  luz  de  su  augoeides,  conoce  por  intuición  la  verdad  y  no  puede  errar  en sus  juicios  a  pesar  de  cuantos  sofismas  arguya  la  fría razón. Entonces alcanza  la ILUMINACIÓN, cuyos efectos son la profecía, clarividencia e inspiración divina.



Los  más eminentes sabios  antiguos  y  medioevales  fueron herméticos,  como  también  lo  son  los  místicos   contemporáneos;   y   ya   les  ilumine  la verdad  por  medio  de  su  intuición,  ya  reciban esta  luz  en  premio  del  estudio  y  de  la ordinaria iniciación, todos   aceptan   el   método   y   siguen   el   sendero   trazado  por instructores  como  Moisés,  Gautama  el  Buddha   y   Jesús.   El rocío del  cielo, en   que simbolizaban los alquimistas la verdad, baña su  corazón,  porque  en las cumbres  de  las montañas extendieron limpias  telas  de  lino para recogerlo.  De  esta  suerte,  cada  cual  a su manera, se adueñaron del disolvente universal. Muy distinta cuestión es inquirir hasta  qué  punto  estaban  facultados  para  divulgar las verdades  poseídas.  El Maestro  no  puede  quitarse  arbitrariamente  aquel  velo,  que, según  el  Éxodo,  cubría  el  rostro  de  Moisés  al  descender  del  Sinaí para comunicar  al pueblo la palabra de Dios, sino que depende de si los oyentes quieren descorrer el velo que “encubre sus corazones”. Así lo significa claramente el apóstol  Pablo  en  su  epístola a  los  corintios,  cuando  les  dice  que  si  sus  entendimientos están  cegados por el fulgor que  rodea  a  la  verdad  divina,  no  podrán  ver  la  luz  hasta  que  descorran  el  velo  de  sus corazones y vuelvan al Señor48, aunque el maestro descorra o no el que cubre su faz. El eterno  conflicto  entre  las  diversas  religiones del  mundo,  tales  como  la  cristiana, judía, pagana, induista y budista, proviene de  que  muy  pocos  de  sus  respectivos fieles conocen  la  verdad,  y  la  mayoría  se  obstinan  en  no  descorrer  el  velo  de  su  corazón creyendo que el  ciego es  su  prójimo.  La  divinidad  exotérica  de  todas   las  religiones, incluso la cristiana, no obstante sus presunciones de misterio,  es  un  ídolo,  una ficción  y no  puede  ser  otra  cosa. Cubierto   el   rostro  con tupido  velo habla  Moisés a la muchedumbre  y les  representa  al  cruel  y  antropomórfico  Jehovah  como  el  Dios  más sublime;  pero  oculta  en  lo  más  íntimo  de  su  corazón  aquella  verdad  que  no  puede decirse ni revelarse”. Kapila hiere con la punzante espada del sarcasmo a  los  yoguis  que afirmaban  ver  a  Dios  en  sus  éxtasis.  Gautama  el  Buddha  encubre  la  verdad  bajo impenetrable capa de sutilezas metafísicas y la posteridad le tilda de ateo.  A  Pitágorasle tienen muchos por hábil impostor a causa de su alegórico misticismo y de la  doctrina de  la  metempsícosis.  Apolonio  y  Plotino  sufren injusta  acusación   de  visionarios  y charlatanes. Muchos traductores  y comentadores  de  Platón,  cuyas  obras  tan  sólo  han leído superficialmente la mayor parte de nuestros eminentes eruditos,  le  echan  en  cara absurdos y puerilidades, con más el desconocimiento de su propio idioma49. Podría llenarse todo  un  libro  con  los  nombres  de  sabios  cuyas  mal  comprendidas obras  se  diputan  por   un  tejido   de  absurdos  místicos,  tan  sólo  porque  los  críticos escépticos son incapaces de levantar el velo que encubre su verdadero significado. Esto deriva principalmente de que la mayoría de los lectores tienen  la  inveterada costumbre de juzgar de una  obra  por los  aparentes  conceptos  del  texto,  sin detenerse  a  penetrar su   espíritu

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H.P. Blavatsky-ragmentos ISIS SIN VELO

En los días de pecadores...







En los días de pecadores, los años se acortarán; todo lo que se haga en la  tierra  será subvertido... la Luna cambiará sus leyes 605.

Los  “días  de   pecadores”  significan los  días  en  que  la  Materia  alcanzaría  su  dominio completo sobre la Tierra, y el hombre llegaría al ápice del desarrollo físico  en  estatura  y animalidad.  Esto  ocurrió  durante  el  período  de  los  Atlantes,  en  el  punto  medio  de  su Raza,  la  Cuarta,  que  pereció ahogada, según  lo  profetizó  Uriel.  Desde  entonces  el hombre  empezó  a  decrecer  en  estatura física,  en  fuerza  y  en  años  de  vida,  como  se mostrará... Pero, como nosotros estamos en el punto  medio  de nuestra  subraza  de  la  Quinta  Raza  Raíz  –el  apogeo  de  la  materialidad  en  todas–,  las propensiones  animales,  aunque  más  refinadas,  no  por  eso  tienen  menor  desarrolloy esto se nota más en los países civilizados.605


605 El Libro de Enoch, traducido por el Arzobispo Laurence, capítulo LXXIX.

Doctrina Secreta- fragmento
H.P.B.

Sobre El Uno desconocido


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El   Panteísmo  puede ser “físicamente redescubierto”.  Fue  conocido,  visto  y  sentido  por  toda  la  antigüedad.  El Panteísmo se manifiesta en la vasta extensión de los estrellados cielos,  en  la respiración de  los  mares  y  océanos,  y  en  el  hálito  de  vida  de  la  hierbecilla más diminuta.  La Filosofía rechaza  un  Dios  finito e imperfecto en el Universo,  la  deidad  antropomórficadel  monoteísta,  tal  como   la  representan sus  adoradores.  Repudia,  en  virtud  de  su nombre de Filo–teosofía, la  idea  grotesca  de  que  la  Deidad  Infinita,  Absoluta, tenga,  o mejor dicho, pueda tener  relación  alguna  directa  o  indirecta  con  las  evoluciones  finitas ilusorias  de  la  Materia,  y  por  consiguiente,  no  puede  imaginar  un  universo fuera de aquella   Deidad,   o   la  ausencia   de   la   misma   de   la   más   diminuta   partícula   de   la Substancia animada  o inanimada.  No  significa esto  que  cada  rama,  árbol  o  piedra,  sea Dios o un Dios; sino que cada partícula del material manifestado del Kosmos pertenece a Dios y es la Substancia de Diospor muy  baja  que  pueda  haber  caído  en  su  rotación cíclica  a  través  de  las  Eternidades  de  lo   Siempre  Viniendo  a  Ser;  y  también  que  cada punto  de  éstos  individualmente,  y  el  Kosmos  colectivamente,  es  un  aspecto  y  un recordatorio  de  aquella  Alma  universal  Una,  que  la  Filosofía  se  niega  a  llamar  Dios, limitando así la Raíz y Esencia eterna siempre presente."


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En el Buddhismo esotérico del  Norte,  y  hasta  en  el  exotérico,

Âdi–Buddha (Chogi Dangpoi  Sangye), el Uno Desconocido, sin  principio  ni  fin,  idéntico a Parabrahman y a Ain Soph, emite un Rayo brillante desde sus Tinieblas. Éste  es  el  Logos,  el  Primero,  o  Vajradhara,  el  Buddha   Supremo,   llamado  también Dorjechang. Como  el  Señor  de  todos  los  Misterios  no  puede  manifestarse,  sino  que envía al  mundo  de  la manifestación  su  Corazón,  “el Corazón  Diamante”.  Vajrasattva  o Dorjesempa,  éste  es  el  Segundo  Logos  de  la  Creación,  del  cual  emanan los  siete Dhyâni–Buddhas –cinco exotéricamente llamados  los  Anupâdaka,   los   “Sin Padres”. Estos Buddhas son las Mónadas primordiales del Mundo del Ser  Incorpóreo, el Mundo Arûpa, en donde las Inteligencias (sólo en aquel plano) no tienen  ni  forma  ni  nombre,  en el sistema  exotérico,  pero  tienen  en  la  Filosofía  Esotérica sus  siete  nombres  distintos. Estos  Dhyâni–Buddhas  emanan  o  crean  de  sí  mismos,  por  virtud  de  Dhyâna,  Egos celestiales  –  los  Bodhisattyas  superhumanos.  Éstos,  encarnando  al  principio  de  cada ciclo humano sobre la  Tierra, como  hombres  mortales,  se  convierten  a  veces,  debido  a su  mérito  personal,  en  Bodhisattvas  entre los  Hijos  de  la  Humanidad,  después  de  lo cual pueden reaparecer como Mânushi o Buddhas humanos"

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Doctrina Secreta
H.P. Blavatsky

Los Lipikas - Registradores del Karma






            Los Lipika,  son los Espíritus del Universo; mientras que los Constructores son únicamente nuestras propias deidades planetarias. Los primeros pertenecen a la parte más oculta de la cosmogénesis, acerca de la cual no se puede hablar aquí. Si los Adeptos -aun los más elevados- conocen a este orden angélico en la plenitud de sus triples grados, o tan sólo el inferior relacionado con los anales de nuestro mundo, cosa es que la escritora no puede decir; pero más bien se inclina a la última suposición. Acerca del grado más elevado, una sola cosa es lo que se enseña: los Lipika se hallan relacionados con el Karma, siendo sus Registradores directos. El símbolo universal en la antigüedad del Conocimiento Sagrado y Secreto, era un Árbol, lo cual significaba también una Escritura o un Registro. De aquí la palabra Lipika, los Escritores o Escribientes; los dragones, símbolos de la Sabiduría, que guardan los Árboles del conocimiento; el Manzano “áureo” de las Hespérides; los “Árboles Frondosos” y la vegetación del Monte Meru, guardados por Serpientes. 


Así, en la alegoría, los Lipika separan al mundo (o plano) del Espíritu puro de la Materia. Aquellos que “descienden y que ascienden” (las Mónadas que encarnan, y los hombres luchando por la purificación y “ascendiendo”, pero que no han alcanzado todavía la meta) pueden cruzar el Círculo “No Se Pasa”, únicamente en el Día “Sé con Nosotros”; aquel día en que el hombre, libertándose por sí mismo de los lazos de la ignorancia, y reconociendo por completo la no separatividad del Ego que está dentro de su Personalidad (erróneamente considerada como a sí mismo), del Yo Universal (Anima Supra-Mundi), se sumerge por ello en la Esencia Una, para convertirse, no sólo en uno con “Nosotros”, las Vidas universales manifestadas, que son una Vida, sino en aquella Vida misma.

Los llamados Lipika, los Registradores del Gran Libro Kármico, constituyen una barrera infranqueable entre el Ego personal y el Yo impersonal, Noumeno y Origen-Padre del primero. De aquí la alegoría, Ellos circunscriben al mundo manifestado de materia, dentro del Anillo "No se Pasa".

Pero el Iniciado perfecto sabe que el Anillo "No se Pasa", no es ni una localidad, ni puede ser medido por la distancia, sino que existe en lo absoluto del Infinito. 

Ningún Espíritu, excepto los "Registradores" (Lipika), ha cruzado jamás la línea prohibida de este Anillo, ni la cruzará ninguno hasta el día del próximo Pralaya, porque es la frontera que separa a lo finito, de lo verdaderamente Infinito."


DOCTRINA SECRETA-
H.P. BLAVATSKY

Allí está todo anotado cuanto fue, es y será. Es el "libro de la vida" que sirve para juzgar a los muertos según sus obras. Es la "memoria de Dios"
 Isis sin Velo- H.P. Blavatsky


Los  Lipikas  proceden  de  Mahat  y  en  la  Kábala  se  los  llama  los  Cuatro  Ángeles  Registradores;  en  la  India,  los  cuatro  Maharajas,  los  que  registran  todo  pensamiento  y  acción  del  hombre;  San  Juan  en  su  Revelación  los  llama  el  Libro  de  la  Vida.  Están  directamente  relacionados  con  el  Karma  y  con  lo  que  los  Cristianos  denominan  el  Día  del  Juicio;  en  Oriente  era  llamado  el  Día  después  del  Mahamanvántara  o  el  «Día-Sed-Con-Nosotros».  

H.P.Blavatsky
Los Lipikas proceden
de Mahat y en la Kábala se los llama los Cuatro Ángeles Registradores; en la India, los
cuatro Maharajas, los que registran todo pensamiento y acción del hombre; San Juan en su
Revelación los llama el Libro de la Vida. Están directamente relacionados con el Karma y
con lo que los Cristianos denominan el Día del Juicio; en Oriente era llamado el Día después

del Mahamanvántara o el «Día-Sed-Con-Nosotros».