Ramas del robusto tronco de la Religión universal

historia del arbol de la vida

Cabe asegurar con todo fundamento  que  el judaísmo, la cábala y el cristianismo son brinquiños  de  las  dos recias ramas  (indoísmo  y budismo) del robusto tronco de la prevédica religión universal a que  pudiéramos llamar budismo  prehistórico,  posteriormente  dogmatizado  en  el  indoísmo  para  rebrotar  más tarde en el budismo de Gautama.

Con  esta  última  religión tiene  íntimo  parentesco  la  predicada  por  Jesús  y  difundida por  los  apóstoles.  El  Buddha   Gautama   restauró  la  prístina pureza  del  sentimiento religioso estableciendo  su doctrina  ética  sobre  tres  principios  fundamentales,  conviene a saber:

1º El origen natural de todas las cosas
2º Qué la virtud lleva en sí misma el premio, y el vicio el castigo.
3º Que la vida terrena es de prueba para el hombre

En estos tres principios se fundan todas las creencias religiosas, que  pueden  resumirse en Dios  y  la  inmortalidad  del  espíritu.  Por  confusos  que  fueran   les   subsiguientes dogmas    teológicos    y    por    incomprensibles las    metafísicas    abstracciones    que embarullaron  las  teologías  de  las  diversas  religiones, todas  éstas,  si  exceptuamos  el actual cristianismo, vivifican    su    filosofía    con    aquellos    tres    principios    que resplandecieron múltiplemente  en  las  doctrinas  de  Zoroastro,  Pitágoras,  Moisés, Platón y Jesús.

Examinemos, pues, siquiera   brevemente,   las    numerosas    sectas    que    se  llamaron cristianas por creer  en  un  Christos,  y  veamos  hasta  qué  punto  coincidieron  los apóstoles Pedro y Pablo en la predicación de la nueva doctrina.

Otra  vez  hemos  de  referirnos  al  fraude  capital  de  los  doctores  de  la  Iglesia,  quienes con propósito   de   validar   la   supremacía   de   Roma,  afirmaron contra toda prueba histórica  que  el  apóstol  Pedro  sufrió  el   martirio   en  la  ciudad  eterna.  Muy  natural  es que el clero romano se obstine en defender  esta  falsedad,  porque  una  vez  descubierta, quedaría sin apoyo alguno el dogma de la sucesión apostólica.

Recientemente se han publicado  notables  obras  para  refutar  el  supuesto  martirio  de Pedro   en  Roma,   entre   ellas   El Cristo   de   Pablo,   escrita  por   Reber,   quien  muy ingeniosamente demuestra:1º Que la Iglesia de Roma no se estableció hasta el reinado de Antonino Pío 2º Que  si  fuese  cierto,  como  afirman Eusebio  e  Ireneo,  que  los  apóstoles  Pedro  y Pablo nombraron por  sucesor   en   el   gobierno   de   la   Iglesia  a  Lino,  esta sucesión correspondería precisamente a los años 64 al 68 de la Era cristiana. 
3º Que este período cae dentro del reinado de Nerón. 

Apoyado  en  estas  tres  demostraciones,  prueba  Reber  con  sólido  fundamento   que  el año 69 no podía estar San Pedro en Roma porque  estaba  en  Babilonia,  donde  escribió su primera epístola,  cuya  fecha  fijan Lardner  y  otros investigadores  en  aquel  mismo año. Acaso  la  Iglesia  romana  quiso  denotar  desde  luego  su  índole  al  elegir por  fundador titular  al  apóstol  que  negó tres  veces  a  su  Maestro  en  el  momento  del  peligro,  y  el único (excepto  Judas)  que  con sus  provocaciones  dió  motivo  a  que  le  reprendiese, diciendo: Mas él, volviéndose y mirando a sus discípulos, amenazó  a Pedro,  diciendo:  Quítateme  de delante,  Satanás,  porque  no  sabes  las  cosas  que  son  de  Dios, sino  las  que  son  de  los hombres. La Iglesia griega conserva  una  tradición,  cuyo  origen atribuye  a  Basílides, según  la cual,  cuando  el  canto  del  gallo  representó  a  Pedro  la  cobardía  de  su  triple  negación, atravesaba Jesús entre soldados  el  patio  de  Anás  y  encarándose  con  Pedro  le  dijo:  “En verdad te digo, Pedro, que me negarás en los siglos venideros  hasta  que  pases  de  viejo y extenderás tus manos y otro te escarnecerá”. Dicen los griegos que este vaticinio se refiere a la  Iglesia  romana, que constantemente está renegando de Cristo bajo el disfraz de falsa religión. El anónimo autor   de   la  Religión   Sobrenatural  prueba concluyentemente  la adulteración  de  los  cuatro  Evangelios por  mano  de  Ireneo  y,  sus  secuaces, quienes tergiversaron maliciosamente el cuarto, aparte de las falsificaciones llevadas  a  cabo  por los doctores de la Iglesia, de suerte que resultan de muy dudosa autenticidad.

Con insuperable lógica y profundo convencimiento trata el autor  de  este  punto  en  su obra, según puede colegirse del siguiente pasaje: "Ganamos muchísimo más que perdernos al no creer en la revelación divina pues al paso  que conservamos íntegro  el tesoro  de  la  moral  cristiana,  prescindimos  de  toda  superstición  de adulterados elementos.  No  estamos  ya  sujetos  a  una teología  contraria  a  la  razón  y,  al sentido  moral,  ni  tenemos  de  Dios  y  de  su  gobierno  del  universo  absurdos  remedos antropológicos, pues  de la  mitología  hebrea  nos remontamos  al  elevadísimo  concepto  del Ser de bondad y sabiduría infinitas, cuya  impenetrable  gloria  le encubre  a  la  percepción  de la mente humana; pero,  no obstante,  le  conocemos por  la  perfecta  y  maravillosa  operación de sus leyes... Ningún valor tiene  el  argumento  tantas  veces aducido  por  los  teólogos  de que  la  revelación  le  es  necesaria  al  hombre  para  robustecer  su  conciencia moral.  Lo  único necesario para  el   hombre   es   la   VERDAD,   y  sólo   con ella   debe   conformarse   nuestra conciencia moral". 

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Muy elocuente es el hecho de  que  el  apóstol  Pedro  defendiera durante  toda  su  vida el rito de la circuncisión; y por lo tanto, cabe inferir que a quienquiera, menos a Pedro, se le puede considerar como  fundador  de  la  Iglesia  romana,  pues  si  lo  hubiera  sido,  de seguro  que  sus  sucesores  se  sometieran  a  esta  operación,  siquiera  por   respeto  al fundador. El manuscrito  hebreo:  Sepher  Toldoth  Jeschu  da  muy  distinta  versión referente  a Pedro,  de   quien  dice  que,  en  efecto,  era  discípulo  de  Cristo,  aunque  algo  disidente, pero sin que   los   judíos   le   persiguiesen,   como   han   supuesto    los  historiadores eclesiásticos.  El  manuscrito  habla  con mucho  respeto  de  Pedro,  y  le  llama  “siervo  fiel del Dios vivo”, añadiendo que pasó austeramente el resto de sus días  en lo  alto  de  una torre  de  Babilonia  entregado  a  la  meditación,  predicando  la  caridad  y  componiendo himnos  religiosos.  Dice también  dicho  tratado que Pedro    recomendaba constantemente  a  los  cristianos  la  paz  y  concordia  con  los  judíos;  pero  luego  de su muerte apareció  en  Roma  otro  apóstol  diciendo  que   Pedro   había  adulterado las enseñanzas del Maestro y amenazó con los tormentos eternos de  un infierno inventado por él a cuantos no creyeran  en  sus  predicaciones,  sin operar  en  apoyo  de  ellas milagro alguno de los prometidos. Las relaciones  entre  el  apóstol  Pedro y sus  ex  correligionarios judíos  están  apoyadas en el siguiente pasaje de Teodoreto: Los  nazarenos  son judíos que  veneran  al  ungido  (Jesús) como  a  un  justo  y  siguen  el Evangelio según Pedro.S egún se infiere de los documentos históricos, las primeras sectas cristianas fueron: nazarenos, ebionitas y esenios  o  terapeutas, de   los   que   eran una  rama  los nazarios. Todas estas sectas profesaban más o menos  abiertamente la  cábala,  creían  en la  expulsión  de  los  demonios  por  medio  de  conjuros  mágicos,  y  hasta  la  época  deI reneo nadie las tuvo por heréticas. Todas las sectas  gnósticas  creían igualmente  en  la  magia,  como  comprueba  el  mismo Ireneo al hablar de los discípulos de Basílides diciendo: Emplean imágenes, evocaciones, conjuros y todo lo referente a la magia. Por  otra  parte,  Dunlap,  apoyado  en  la  autoridad  de  Lightfoot,  dice  que  a  Jesús  le llamaron por  sobrenombre  Nazaraios, aludiendo  a  la  humildad  de  su  condición social, pues dicha palabra significa “alejamiento de los hombres”. Sin embargo, el verdadero significado  de  la  palabra nazar (rzb)es  “consagrado  al servicio  de  Dios”,  aunque   en   el  gramatical  sentido  del  lenguaje vulgar significaba diadema,  y   por  figura   de   dicción   se   aplicó   alegóricamente   este   nombre   a   los consagrados a Dios en cuya cabeza no tocaba filo de tijera. A  José,  hijo  de  Jacob,  le  llaman nazareno las  Escrituras,  y  el  mismo  título  reciben Sansón  (Semes–on  zvwmw)  y  Samuel  (Sem–va–el  laJvpw). Porfirio  dice  que  a  Pitágoras  le inició  en  Babilonia  el  hierofante  Zaradas,  y  de  esto  cabe  inferir que  el  nombre  de Zoroastro o Zoro Aster equivale  a  Nazar  de  Ishtar, Zar–adas o Na–Zar–Ad, cuyas leves diferencias proceden  de  la  diversidad  de  idiomas.  De  la  propia   suerte   el  escriba Esdras  (advi) era  hierofante  y  Zorobabel  o  Zeru  Babel  (PkkvKv)  fue   el  zoro, o nazar que acaudilló a los israelitas al salir de la cautividad de Babilonia. Las  Escrituras  hebreas  aluden  a  dos  distintos   cultos  religiosos dominantes entre  los israelitas: el exotérico de Baco bajo el nombre de Jehovah y el esotérico de los iniciados caldeos, nazares, teurgos y algunos profetas cuya metrópoli era  Babilonia, donde había dos  escuelas  rivales  de  magia,  una  exotérica  y  otra  esotérica  que,  satisfecha  de  sus impenetrables  conocimientos,  no  tuvo reparo  en  someterse  aparentemente  al  poder secular del reformador Darío. La misma conducta siguieron los gnósticos  al  acomodarse exotéricamente  a  la  religión dominante  en  cada  país,  sin menoscabo  especial  de  sus creencias esotéricas. También cabe suponer que Zero–Ishtar  fuese  nombre  común  a  los  sumos  sacerdotes o  supremos  hierofantes  de   la  religión caldea,  y  que  cuando  los  arios  persas,  en  el reinado   de   Darío   Hystaspes, vencieron   al   mago   Gomates   y   restauraron   el  culto mazdeísta, sobrevino  una  confusión por la  cual  el   Zero–Ishtar   se   convirtió  en  el Zara–tushra del Vendidad, que no aceptaron los demás arios, fieles a la religión védica. No cabe duda de que Moisés estuvo iniciado, pues la religión  mosaica viene  a  ser  una entremezcla de heliolatría y sarpolatría con  ligeros  toques monoteísticos  que  Esdrás elevó a concepto fundamental  en  las  Escrituras  recopiladas  al regreso  de  la  cautividad. De todos modos, el libro de los Números es posterior a Moisés,  y sin embargo,  en  él  se ve con toda claridad el culto pagano del sol y de la serpiente.

Los  nazares  o  profetas,  los  nazarenos  y  los  iniciados  eran abiertamente contrarios  al culto  exotérico  de  Baco  bajo  el  nombre  de  Jehovah,  y  se  atenían estrictamente  al espíritu de las religiones simbólicas, sin parar mientes en las idolátricas ceremonias de  la letra  muerta.  Por  esto,   los   sacerdotes,   que   en   la   superstición   tenían   su  lucro, concitaban frecuentemente las  iras  del  populacho contra  los  profetas,  hasta  el  punto de morir algunos de ellos lapidados. Otfriedo  Müller  nos  descubre  las  diferencias  entre  los Misterios órficos y el culto exotérico de Baco,  aunque  los  iniciados  en  ellos  profesaban  públicamente  la  religión báquica;  pero  la  austera  moralidad y el riguroso ascetismo de las doctrinas  de  Orfeo, que  tan  escrupulosamente  seguían  sus  discípulos,  eran  de  todo  punto  incompatibles con la grosera obscenidad y torpeza de las ceremonias populares. La  fábula  de  Aristeo  que  persigue  a  Eurídice por  los  bosques, donde  la  mata  una serpiente,  es  clarísima  alegoría  de  la  fuerza  bruta (Aristeo) que  persigue  a  la  doctrina esotérica  (Eurídice), muerta  por  acometida  de   los  dioses  solares  (la  serpiente),  que  la sepultan en el mundo  subterráneo  o  lugar inferior, muy  distinto  del  infierno teológico. Además, cuando las bacantes despedazan a Orfeo, la alegoría  da  con  ello  a  entender  la profunda diferencia entre  la  religión esotérica  y  el  culto  exotérico,  y  que  los  groseros ritos  populares  tienen siempre  entre  el  vulgo mejor acogida que  la  sencilla  y  divina verdadDifícil resulta determinar  con  precisión los  ritos  del  esoterismo  órfico,  pues  los himnos originales  se  perdieron  desde  un  principio, y ni  Platón ni Aristóteles  tuvieron por auténticas las copias existentes  en  su  tiempo. Sin embargo,  la  tradición  oral  indica que Orfeo aprendió sus doctrinas  en  la  India  de boca  de  los  magos,  o  sean  las  mismas que profesaban los iniciados de todos los países. Los esenios pertenecían  a  la  escuela  pitagórica, antes de que alteraran más bien que perfeccionaran su   organización  bajo  el  influjo   de   aquellos misioneros budistas establecidos per sœculorum millia en las riberas del  mar  Muerto, según  nos  dice  Plinio. Pero si por una parte los misioneros budistas disciplinaron monacalmente  a los esenios con estricta observancia de las reglas conventuales, también dieron vivo  ejemplo  de  las austeras  virtudes   que   en   grado  heroico   practicó   Sakya, a  quien  precedieron en ejemplaridad  algunos  filósofos  antiguos  con  sus  discípulos  y  siguieron siglos después Jesús  y los ascetas  cristianos,  hasta  que, relajándose poco  a  poco,  las  olvidó  por completo la Iglesia romana"

Los  nazares  iniciados  se  habían  mantenido  siempre  fieles  a  las enseñanzas esotéricas que antes de ellos profesaron los primitivos adeptos. Los discípulos de Juan  el Bautista formaban una rama desgajada de los esenios, y por tanto no debemos confundirlos  con los  otros  nazares  a  quienes  Oseas  inculpó  de  haberse  entregado  a  Bosheth (cwk), que era el máximo de la abominación. La  secta  de  los  nazarenos  era  muy anterior  a  la  ley  de  Moisés, y nació  en  la  comarca de Galilea, secularmente enemistada con el resto de Israel y compuesta en otro  tiempo de  una  confusa  mezcolanza  de  gentes  idólatras,  cuya  capital  era  Nazara, después Nazareth, donde los primitivos nazarenos celebraban los Misterios de vida o asambleas de iniciación, cuyos  ritos  religiosos diferían opuestamente  de  los  del  culto  popular  de Adonis en Biblos.

Descendían los nazarenos de los nazares de la Biblia, y su  postrer  caudillo  denota  fue Juan  el  Bautista.  Los  escribas  y  fariseos  de  Jerusalén  no  les  molestaban,  a  pesar  de   su heterodoxia,  y  aún  el  mismo  Herodes  temía  un  motín  popular,  porque  las  gentes consideraban a Juan como profeta. Los discípulos de Jesús  estaban  en su  mayor  parte afiliados a la secta de los esenios, que era un desprendimiento de la de los nazarenos, o como si dijéramos, una herejía  de herejía a  los  ojos de los fariseos,  quienes  miraban  aviesamente  a  Jesús  por  sus innovadoras predicaciones

Evidentemente,  el  propósito  de  Jesús  fue  idéntico  al  de  Buda,  esto  es,  beneficiar ampliamente al género humano por medio de una reforma religiosa que restableciese  la ética  en  toda  su  purezapues  hasta  entonces  el  verdadero  concepto  de  Dios  y  de  la Naturaleza había sido privativo de los adeptos a las escuelas esotéricas


Las  clases  inferiores  de  los  primitivos  hebreos,  de  procedencia  cananea   y  fenicia, conservaron el culto de los dioses fálicos;  pero,  no  obstante,  también  hubo  iniciados entre ellos.  Posteriormente, la influencia  de  los  asirios  modificó  el  carácter  de  la  plebe hebrea, y por último, los persas  difundieron las costumbres y  conceptos  farisaicos  de que derivaron el Antiguo Testamento y las instituciones  mosaicas. Los asmoneos,  que  aun  tiempo  eran reyes  y  sacerdotes, publicaron  los  cánones del Antiguo  Testamento  en contraposición a los Libros  secretos  (Apocrypha) de los judíos cabalistas  alejandrinos. Hasta el pontificado  de Juan  Hircano,  los  jefes  de  Judea fueron asideanos (chasidim) o fariseos (parsis); pero después se convirtieron en saduceos o zadokitas, que  mantenían la regla sacerdotal  en  opuesta  distinción de  la  rabínica. Los  fariseos  eran benévolos  y cultos; los saduceos, fanáticos y crueles.


La secta nazarena existía ya unos ciento cincuenta  años  antes  de  J.C.,  y  sus  prosélitos habitaban  a  orillas  del  Jordán  y  en  la  ribera  oriental  del  mar  Muerto, según Plinio  y Josefo.

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Según  el  cómputo  de  Aristóteles,  Zoroastro  florecería 6.000   años   antes   de  J.C. Hermipo  de  Alejandría,  de  quien  se  dice  que  leyó   los  libros  de  Zoroastro  (aunque  se acuse  a  Alejandro  Magno   de   haberlos   destruido), afirma que   este  instructor fue discípulo de Azonach (Azon–ach oel dios Azon) y vivió 5.000  años  antes  de  la  toma  de Troya.  

Reanudando la disquisición de la palabra nazar, vemos que Plinio  dice de Zaratus  que “era Zoroastro y nazaret”. Puesto  que  a  Zoroastro  se  le  llama  príncipe  de  los  magos  y nazar significa consagrado, podemos inferir que la palabra nazar no  es  ni  más  ni  menos, como  opina  Volney,  que   la  expresión  hebrea  del  concepto  de  mago.  La  voz  persana–zaruan significa “millones de años” y servía para designar al “Anciano de los  Días”.  De aquí  que  se  denominaran nazares y nazarenos los consagrados  al  servicio  del  único  y supremo Dios

Sin embargo, esta opinión no invalida en  modo  alguno  la  aseverada  identidad  original de las doctrinas secretas de  los  budistas prevédicos, magos  parsis,  hierofantes egipcios, cabalistas caldeos, nazarenos judíos y adeptos de toda época y nacionalidad. Zoroastro  se limitó  a  exponer  en  público, esto es, a predicar, parte de  las monoteísticas enseñanzas religiosas hasta entonces privativas de los santuarios, donde las comunicaban  sigilosamente  los brahmanes.  Por  lo  tanto, no   cabe   decir   que Zoroastro  suscitara  cisma  alguno  ni  que  fuese  el  primero  en  proclamar  la  unidad  de Dios  entrevelada  en  el  sistema  dualista,  pues  su  tarea  se  redujo  a  establecer el  culto del sol y enseñar lo que había aprendido de los brahmanes."

fragmentos
H.P . Blavatsky- Isis sin Velo-V-III

Contemplar La Verdad sin Velo

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Quisiéramos que  todos  cuantos  tienen alguna influencia   en   la   educación  de  las  gentes supieran primero, para   enseñarlo después, que las obras legadas por los antiguos son los más seguros guías para lograr la sabiduría  y  la  felicidad  humanas;  y  que  en  los  países  donde los preceptos de  los antiguos filósofos  sirven  de  norma  de  conducta  a  las  gentes,  son  más  sublimes  las aspiraciones espirituales y mucho  más  elevado  el  nivel moral.  Quisiéramos  generalizar el convencimiento  de  que  las  potencias  mágicas  son  potencias  espirituales y laten en todo hombre. Quisiéramos que actualizasen estas potencias cuantos sienten  verdadera vocación  al  magisterio  y  están  dispuestos  a  la  disciplina  y  dominio  internos  que  su desenvolvimiento demanda.


Muchos hombres vislumbraron la verdad y creyeron por ello poseerla  plenamente.  Sin embargo,  estos   hombres  no  hicieron el  bien que desearon y hubieran  podido  hacer, porque  la  vanidad  personal  se  interpuso  entre los  creyentes  y  la  verdad completa que tras  ellos refulgía. El  mundo no necesita iglesias sectariamente exclusivistas, llámense de Buda, Jesús, Mahoma, Swedenborg, Calvino o  cualquier  otro  instructor  religioso.  Si la  verdad  es  una, también  ha  de  ser  una la iglesia  necesaria  para  la  humanidad, y  esta iglesia es el reino de Dios que  está  en nosotros; el templo interior que, aunque  circuido de los muros de la materia, es fácilmente accesible para quienes acierten  con  el  sendero que conduce a la entrada. Así los limpios de corazón verán a Dios. La trinidad  de  la  Naturaleza  es  la  cerradura  de  la  magia  y  la  trinidad  del  hombre  su llave. En el  solemne  recinto  del  santuario  no  tuvo  ni  tiene  nombre  la  SUPREMA DIVINIDAD innominada, inconcebible o inefable. Pero todo  hombre  halla  a  Dios  en  su interior.

En el Khordah–Avesta pregunta el alma desencarnada ante las puertas del  Paraíso:“¿Quién eres, ¡oh hermosísimo  ser!?”  Y  le  responden: “Soy,  ¡oh  alma!,  tus  puros  y buenos  pensamientos, tus  buenas  acciones, tu   buena  ley..., tu ángel...y tu Dios”. Entonces  el  hombre  espiritual  se  reúne consigo mismo, porque  este  “Hijo  de  Dios”  es uno con él  es  su  propio Mediador, el Dios de  su  alma  humana  su  Justificador. Así dice Platón: “Dios  no  se  revela  inmediatamente  al  hombre, sino que  el espíritu  es   su intérprete”895. 

Pero  muy  poderosas  razones  dificultan  además  el  estudio  práctico  de  la  magia  en Europa  y  América  (aunque  consientan  el  teórico),  por  la  general incapacidad  de  la  raza blanca para la comprensión experimental de la más difícil ciencia. 

No importa que el hombre de raza blanca intente este estudio en su propio país o en los de Oriente. Fracasará igualmente, porque con toda probabilidad, de  cada millón de europeos y americanos tan  sólo uno tiene  las  aptitudes físicas, psíquicas  y  espirituales que demanda el estudio práctico de la magia; y entre diez millones  ni  uno  solo  reuniría las condiciones requeridas para su ejercicio. 

El hombre   civilizado   carece   de   la  prodigiosa resistencia física y  mental  de  los orientales, ni tampoco tiene su apacible  temperamento  y benigna idiosincrasia. El indo, el árabe, el tibetano, han heredado  la  intuitiva  percepción  de  que  la  voluntad  humana puede dominar las ocultas fuerzas de la Naturaleza, y tienen por otra parte mucho  más agudos que las gentes de Occidente  los sentidos  del  cuerpo y del espíritu. El diferente espesor del cráneo de un europeo, comparado con el de  un indo  meridional, no  supone superioridad  psicológica,  sino  que es un accidente climatológico  debido  a  la  mayor intensidad de los rayos solares. 

Además, el hombre civilizado tropezaría con tremendas  dificultades  en el curso  de  su adiestramiento, si vale la  palabra,  porque todos están contaminados de la  secular superstición  dogmática  y  del  tan desarraigable como  injusto sentimiento de superioridad respecto de a quienes los ingleses llaman despectivamente “negros”. Difícilmente  se  sometería  el  blanco  europeo  o  americano  a  la  instrucción práctica  que sin mayor esfuerzo reciben un copto, un brahmán o un lama. 

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Para merecer el título de neófito es preciso entregarse en  cuerpo  y alma  al  estudio  de las ciencias místicas, entre las  cuales  es  la  magia  imperativa  y  celosa  amante  que  no tolera  rival.  Contra  lo  común  en  las  demás  ciencias,  de  nada  sirve  en  la  magia  el conocimiento teórico de las fórmulas si no hay capacidad mental para comprenderlas  ni potencia espiritual para aplicarlas. El espíritu ha de mantener sujeta la combatividad  de la  mal  llamada  razón  educada,  hasta  que  los  hechos  hayan  triunfado  de  la  insulsa sofistería.

Hemos terminado nuestra obra, y  ¡ojalá  la  hubiésemos  mejor cumplido!  Pero  a  pesar de nuestra inexperiencia en el arte de componer libros, y no obstante la  grave  dificultad de escribir en idioma extraño, creemos haber dicho algo que perdure en la mente  de  los pensadores.  Quedan  contados   y  puestos  en  revista  los  enemigos  de  la  verdad.  La ciencia moderna,  incapaz  de  satisfacer  las  aspiraciones  de  la  humanidad,  le  arrebata toda esperanza y deja vacío el porvenir. Es, hasta cierto punto, como el baitalpachisi, el vampiro  de  la  fantasía  popular   de   los   indos   que   vive   en   los  cadáveres   de   cuya podredumbre  se  alimenta.  Los  más  preclaros  talentos  de  la  época  han  restregado  la teología cristiana hasta descubrir  su  urdimbre,  y  hemos  visto  que  en  conjunto  es  más bien subversiva  que  estimuladora  de  espiritualidad  y  sana  moral,  porque  en  vez   de exponer las reglas de la ley divina y de la divina justicia, no habla más que de sí misma y antepone el espíritu maligno a la sempiterna  Divinidad,  de  suerte  que confunde  a  Dios con el diablo. “No nos dejes caer  en  la tentación”  es  la  súplica  de  los  cristianos. ¿Quiénes el tentador?  ¿Satanás?  No  va  dirigida  a  él  la  súplica.  Es  aquel  genio tutelar  que endureció  el  corazón  del  rey  de  Egipto,  que infundió  el   maligno  espíritu  en  Saúl,  que envió  mendaces  mensajeros  a  los  profetas  e  indujo  a  pecar   al   rey  David.  Es  el  bíblico Dios de Israel. 

Nuestro  examen  de  la  multitud  de  creencias religiosas que  en  una  u  otra  época  ha profesado  la  humanidad  demuestra  evidentemente  el   común  origen  de  todas ellas, como  si  fuesen  diversos  modos  de  expresar  el  ardiente  anhelo  que  las  encarceladas almas sienten de comunicarse con  las  celestes esferas.  Así  como  el  prisma  descompone la luz blanca en los colores del iris,  así también  el  rayo  de  la  verdad  divina,  al  atravesar el tiédrico  prisma  de  la  humana  naturaleza,  se  quiebra  en  los  coloreados  fragmentos que se llaman RELIGIONES. Así como los rayos del espectro se funden uno  en  otro  por imperceptibles  gradaciones,  también  así  las  teologías  divergentes  del  centro  original vuelven a converger  en  los cismas,  herejías,  escuelas  y  brotes  surgidos  de  todos  lados. En sintético  conjunto,  resumen  la  verdad  eterna;  separadas,  no  son  más  que  sombras del error humano  y  signos  de  imperfección.  El  culto  de  los  pitris  védicos  se  convierte rápidamente en el culto de la porción más espiritual del linaje humano.  Sólo necesita  la recta percepción  de  las  cosas  objetivas  para  el  final descubrimiento  de  que  el  único mundo real es el mundo subjetivo. 

El despectivamente llamado paganismo fué sabiduría  antigua,  de  Divinidad  henchida, y el cristianismo y el islamismo tomaron cuanto  de  inspirado  tienen  de  su  étnico  padre el judaísmo.  El  indoísmo  prevédico  y  el  budismo  son  la  doble  fuente  de  que  brotaron todas las religiones. El nirvana es el océano donde todas han de verter. 

Para   los   fines del análisis   filosófico   no   hemos   necesitado  tener   en   cuenta   las enormidades que  han  entenebrecido  el  recuerdo  de  muchas religiones del  mundo.  La verdadera fe es el vaso corporal de la caridad divina, y humanos y sólo humanos son  los ministros  de  sus  altares.  Al  hojear  las  sangrientas páginas  de  la  historia eclesiástica, echamos  de  ver  que  siempre  fué  el   mismo   el  argumento   de   la   tragedia,   aunque representada por distintos actores con diversos trajes. 

Pero la noche eterna planeaba en todo y sobre todo, y nosotros pasamos de  lo  visible a lo invisible. Nuestro ferviente  anhelo  ha  sido enseñar  a  las  almas  sinceras  a  descorrer el velo,  para  que  en  el  resplandor  de  aquella  Noche  transmutada  en  Día  contemplen serenamente la VERDAD SIN VELO

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895 Platón: Banquete.

Isis sin Velo- Tomo IV-  H.P. Blavatsky