Sobre el Mito del Diluvio Universal



El “Diluvio” es, innegablemente, una tradición universal. Los “Períodos  Glaciales”fueron numerosos,  y  lo  mismo  los   “Diluvios”,  por   varias   razones.  Stockwell  y  Crolle numeran una media  docena  de Períodos Glaciales  y  Diluvios  subsiguientes,  habiendo tenido  lugar  el  primero,  según  ellos,  hace  850.000  años,  y  el  último  100.000.337. Mas ¿cuál  fue  nuestro Diluvio?  El  primero,  seguramente;  aquel  que  hasta  esta  fecha  sigue consignado  en  las  tradiciones  de  todos  los  pueblos,  desde  la  más  remota  antigüedad;el que barrió finalmente las últimas penínsulas de la  Atlántida,  principiando  con  Ruta  y Daitya, y concluyendo con la isla, comparativamente  pequeña,  mencionada por Platón. Esto lo prueba la concordancia que se observa  en  todas  las  leyendas  respecto  a  ciertos detalles.  Fue  el  último  de  su  gigantesca  escala.  El  pequeño  diluvio,   cuyas   huellas encontró en el Asia Central el  Barón  de  Bunsen,  y  que  él  hace  remontar  a  10.000 años antes de Jesucristo aproximadamente, nada tuvo que ver con el Diluvio semi–universal, o   Diluvio   de   Noé   (siendo   el   último   una   versión   puramente  mítica   de   antiguas tradiciones),  ni  siquiera  con  la  sumersión  de  la  última  isla  Atlante;  o,  al  menos,  sólo tiene con ellos una conexión moral.

Conocían los   antiguos   acerca   de   los   “descubrimientos   modernos”,   de   la  ciencia. Hablando  Enoch  de  la  gran  inclinación  de  la  Tierra”, que  “está  de  parto”,   es  muy significativo y claro. ¿No es esto evidente? Nuah  es  Noé,  en  su  arca  flotando sobre  las  aguas; siendo aquélla  el emblema del  Argha,  o  la  Luna,  el  Principio femenino; Noé  es  el  “Espíritu”  cayendo  en  la Materia. En cuanto toca Tierra, le vemos plantar una viña, beber el vino y embriagarse con  el mismo,  es  decir,  el  Espíritu  se  embriaga  en  cuanto queda finalmente prisionero   de   la Materia.  El  séptimo  capítulo  del  Génesis es sólo  otra  versión  del  primero.  Así,  mientras leemos en el último: “y las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y  el  Espíritu  de  Dios  se movía sobre las aguas”,  el primero dice:  “y  las  aguas prevalecieron...;  y  el  arca  (con  Noé,  el Espíritu)  iba  sobre  las  aguas”. Así, pues, Noé,  si  es   idéntico   al  Nuah caldeo,  es  el  Espíritu vivificando  a  la  Materia,  que  es  el  Caos,  representado  por   el  océano,  o  las  Aguas  del Diluvio. En la leyenda babilónica (el acontecimiento  precósmico  mezclado con  el  terrestre), Istar  (Ashteroth  o  Venus,  la  Diosa  lunar),  es  la  que  está  encerrada  en  el  arca  y  suelta  una paloma en busca de tierra firme. George Smith observa en las “Tablas”, primero la creación de la Luna, y  después  la  del  Sol. “Su belleza y perfección se ensalzan, así como  la  regularidad  de  su  órbita,  que  fue  causa  deque la considerase como tipo de un juez, y regulador  del mundo”.  Si  esta  fábula  se  refiriese simplemente a un cataclismo cosmogónico, aun cuando éste fuese universal, ¿por qué habría de hablar la Diosa Istar o Ashteroth, la Luna, de la creación del Sol después  del  diluvio?  Las aguas pueden haber llegado hasta la cumbre  de  la  montaña  de  Nizir  de  la  versión  caldea,  o de las Jebel Djudi, las montañas diluvianas  de  la  leyenda  árabe,  o  también  del Ararat  de  la narración bíblica, y aun de los Himalayas de la tradición inda, y sin embargo,  no  llegar  hasta el Sol;  ¡la  Biblia misma  se  detuvo ante  semejante  milagro!  Es  evidente  que  el  diluvio tenía para  las  gentes  que  fueron  las  primeras   en   registrar   el   hecho, otro  significado  menos problemático y mucho más filosófico que el de un diluvio universal, del que  no  se  encuentra ningún rastro geológico. Como  todos  esos  cataclismos  son  periódicos  y  cíclicos,  y  como  el  Manu  Vaivasvata representa un carácter genérico, bajo varias circunstancias  y  acontecimientos,  no  parece existir  objeción  seria  alguna  para  suponer  que  tuviese  el  primer “gran diluvio”   un significado tanto alegórico como  cósmico,  y  que  ocurriese  al  fin del  Satya  Yuga,  la“Edad  de  la  Verdad”,  cuando  la  Segunda  Raza–Raíz,  “el Manu con huesos”,  hizo  su primera aparición como los “Nacidos del Sudor”. El Segundo Diluvio, el  llamado   “universal”,  que   afectó   a   la   Cuarta   Raza–Raíz, considerada ahora con razón por la teología como “la  raza  maldita de los gigantes”, los Cainitas, y los “hijos de Ham”, es el diluvio que percibió primeramente la geología. Si comparan  con  cuidado  las  relaciones  de  las  diversas  leyendas  caldeas  y  otras  obras exotéricas  de  las  naciones,  se  verá  que  todas  ellas  concuerdan  con  las  narraciones ortodoxas  dadas  en  los  libros  Brahmânicos.  Y  podrá  observarse  que   mientras  en  el primer relato “no existe  todavía  Dios  ni  mortal  alguno  sobre  la  Tierra”,  en  la  segunda vemos que cuando Manu Vaivasvata aborda  al Himaván, [Himalayas],  fue  permitido  a los Siete Rishis tenerle compañía; demostrándose  así  que  mientras  algunas  narraciones se refieren  al  Diluvio  Sideral  y   Cósmico  anterior  a  la  pretendida  “Creación”, las  otras tratan,  una  del  Gran Diluvio  de  la  Materia  sobre  la  Tierra  y  la  otra  de  un  verdadero diluvio.  En  la  Shatapatha Bráhmana, observa  Manu  que  el  Diluvio  ha  destruido  a todos los seres vivientes, y que  él solo  ha  sido  preservado,  es decir, sólo el germen  de la vida escapó  a  la  Disolución  anterior  del  Universo,  o  Mahâpralâya,  después  de  un“Día de Brahmâ”; y el Mahâbhârata se refiere  simplemente  al cataclismo geológico  que destruyó casi enteramente  a  la  Cuarta  Raza  para  dejar  puesto  a  la  Quinta.  Por  esto nuestra  Cosmogonía   Esotérica   presenta    al   Manu   Vaivasvata   bajo   tres   atributos distintos: a)como el “Manu–Raíz”, sobre el Globo A, en la Primera  Ronda; b) como  el“Germen  de  Vida”  sobre  el  Globo  D,  en  la  Cuarta  Ronda:  y  c) como  el  “Germen  del Hombre”,  al  principio  de  cada  Raza–Raíz,  especialmente  en  nuestra  Quinta  Raza.  El principio mismo de esta última presenció durante el Dvâpara Yuga

De aquella  isla  [Platón  habla  tan sólo  de  su  última  isla], más allá  de  las  Columnas  de Hércules,  en  el  Océano Atlántico,  desde  la  que existía  un  paso  fácil   a  otras   islas   en  la proximidad de otro gran continente [América]. Esa Tierra “Atlántica” es la que estaba unida  con  la  “Isla  Blanca”,  y  esta  Isla  Blanca  era Ruta;  pero  no  era  el  Atala  y  el  “Diablo  Blanco” del Coronel  Wilford,  como  ya  se  ha mostrado. Convendrá observar aquí que,  según  los  textos sánscritos,  el  Dvâpara  Yugadura  864.000  años;  y  que  si  sólo  principió  el  Kali  Yuga  hace  cosa  de  5.000  años,  han transcurrido  exactamente  869.000  desde  que  ocurrió  aquella  destrucción;  por  otra parte,  estas  cifras  no  difieren  mucho  de  las  presentadas  por  los  geólogos,  que  hacen remontar su Período Glacial a 850.000 años atrás.


Doctrina Secreta
H.P. Blavatsky