Devachan y segunda muerte



Escuchemos lo que dice Âryâsanga al tratar de este asunto:

            Tú eres aquello que no es espíritu ni materia, ni luz ni tinieblas, sino verdaderamente el contenedor y la raíz de todo esto. La raíz proyecta a cada aurora su sombra sobre sí misma, y a esta sombra le llamas tu luz y vida, ¡oh pobre forma muerta! (Ésta) vida-luz fluye hacia abajo por el escalonado camino de los siete mundos, de cuyos tramos son las gradas cada vez más densas y oscuras. De esta séptuplemente septenaria escala, eres tú el fiel escalador y modelo; ¡oh diminuto hombre! Éste eres tú, pero no lo sabes.


Ésta es la primera lección que se ha de aprender. La segunda consiste en estudiar debidamente los principios del Kosmos y del hombre, clasificándolos en permanentes y perecederos, en superiores e inmortales, e inferiores y mortales; pues sólo así podremos dominar y dirigir, primero los principios cósmicos y personales, y después los impersonales y cósmicos superiores.

            Una vez podamos hacerlo así, aseguraremos nuestra inmortalidad. Pero tal vez diga alguien: “¡Cuán pocos serán capaces de llevar esto a cabo! Quienes lo realizan son grandes adeptos, y nadie es capaz de alcanzar el adeptado en una breve vida”. Ciertamente es así; pero cabe una alternativa. “Si no puedes ser Sol, sé humilde planeta” (39). Y si aun a esto no alcanzáis, procurad al menos manteneros dentro del rayo de alguna estrella menor, de modo que su argentina luz penetre en la lobreguez que sigue el pedregoso sendero de la vida; pues sin esta divina radiación, arriesgamos perder más de lo que presumimos.

      
Estas pocas líneas de un papiro, cuya antigüedad se remonta a millares de años, contienen una completa revelación, que en aquellos días conocían únicamente los hierofantes e iniciados. La “cosecha de la vida” consiste en los más espirituales pensamientos de la personalidad, en la memoria de sus más nobles y altruistas acciones, y en la constante presencia durante su felicidad posterrena de todo cuanto amó con divina y espiritual devoción"


Tan sólo sobrevivirá lo digno de nuestro inmortal dios interno, lo por naturaleza idéntico a la quintaesencia divina, porque en este caso, las mismas “sombras” o emanaciones del Ego Divino son las que ascienden a él, y él las atrae para reintegrarse en su Esencia. Ningún pensamiento noble, ninguna aspiración elevada, ningún anhelo puro, ningún amor inmortal y divino puede aposentarse en el cerebro del hombre carnal, a no ser como directa emanación del Yo superior, mediante el inferior. Todo lo demás, por intelectual que parezca, procede de la “sombra”, de la mente inferior, asociada y entreconfundida con Kâma; y fenece y se aniquila para siempre


Pero las ideaciones mentales y espirituales del “yo” personal vuelven a él, como partes de la esencia del Ego, y nunca se marchitan. Así es que de la personalidad únicamente sobreviven y se inmortalizan sus espirituales experiencias, la memoria de cuanto en ella hubo de noble y bueno con la conciencia de su "yo” entremezclada con la de los otros “yoes” personales que le precedieron.

Sin embargo, como la personalidad últimamente encarnada tiene derecho a su peculiar estado de dicha, libre y sin mezcla de la memoria de las anteriores personalidades, sólo se disfrutan con plena realidad los resultados felices de la última existencia. El Devachan se compara a menudo al día más feliz entre los millares de “días” de una vida. La intensidad de su dicha pone al hombre en olvido de todos los demás días, hasta borrarse los recuerdos del pasado.

Esto es lo que llamamos el estado Devachánico, la remuneración de la personalidad; y en esta antigua enseñanza se funda la confusa idea del cielo cristiano, tomada, como otras muchas, de los misterios egipcios. Tal es el significado del pasaje transcrito en Isis. El alma triunfa de Apofis, el dragón de la carne. De allí en adelante, la personalidad vivirá eternamente, con sus más nobles y superiores elementos, con la memoria de sus pasadas acciones, mientras las “características” del “dragón” se extinguen en Kâma Loka


Por lo tanto, el principal y más importante secreto relativo a la “segunda muerte”, fue y es en las enseñanzas esotéricas, la terrible posibilidad de la muerte del alma, esto es, su separación del ego durante la vida terrena. Es una muerte real (aunque con probabilidades de resurrección), que no deja vestigio alguno en la persona, pero que la convierte moralmente en un cadáver vivoDifícil es advertir el motivo de que estas enseñanzas se hayan mantenido hasta hoy en tan riguroso secreto, cuando tanto bien hubieran causado si se difundieran entre las masas, o por lo menos, entre los creyentes en la reencarnación. Pero así fue, y no me considero con derecho a criticar la prohibición, que por mi parte mantuve hasta ahora, con promesa de no publicar la enseñanza que se me comuncó. Pero ahora recibí licencia de proclamarla a las gentes, y revelar sus dogmas en primer término a los esoteristas; quienes, luego de comprendido en toda su entereza este dogma de la “segunda muerte”, tendrán el deber de enseñarlo a otros, y advertir a todos los teósofos del peligro que encierra.


Tenemos en la Tierra dos clases de seres desalmados. Los que han perdido su Ego superior en la actual encarnación, y los que ya nacieron sin alma, por haberse separado de su Ego Superior en la vida precedente..."




Fragmentos de DOCTRINA SECRETA- H.P. BLAVATSKY



Devachán: equivale al Cielo cristiano (no es un lugar, es un estado)
Avitchi: equivale al Infierno  

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