Doctrina del ojo y Doctrina del Corazón


Sólo Âlaya, raíz y base de todo, invisible e incomprensible a la visión e intelecto humano, tiene eterna y absoluta existencia y puede tener, por lo tanto, absoluto conocimiento; pues aun los iniciados están expuestos en su cuerpo nirmânakâya (21) al ocasional error de tomar por verdadero lo falso en sus exploraciones del mundo “sin causa”. Únicamente es infalible el bodhisattva dharmakâya en estado real de samâdhi. Âlaya, o Nying-po, es raíz y fundamento de todas las cosas, pero ni la vista ni la inteligencia humana pueden percibirlo ni comprenderlo, y en consecuencia sólo refleja su reflejo y no se refleja a sí mismo. Así, este reflejo podrá rielar en la desapasionada mente del dharmakâya como la luna en un agua tranquila y pura; pero lo perturbarán las mudables imágenes percibidas por una mente propensa a la perturbación.




            En resumen, esta doctrina es la del Râja Yoga en su práctica de las dos clases del estado samâdhi; uno de los “senderos” conduce a la esfera de bienaventuranza (Sukhâvati o Devachan), en donde el hombre goza de perfecta y pura felicidad, aunque todavía relacionada con la existencia personal; y otro sendero conduce a la completa emancipación de los mundos de la ilusión, del yo y de la irrealidad. El primer sendero está abierto a todos y se alcanza sencillamente por merecimientos; el segundo, cien veces más rápido, se alcanza por medio del conocimiento (la iniciación). Por consiguiente, los partidarios de la escuela Prasanga se aproximan mucho más al Buddhismo Esotérico que los Yogâchâryas; pues sus conceptos son análogos a los de las más secretas escuelas, y en el Yamyanghapada y otras obras publicadas, tan sólo repercute el eco de estas doctrinas. Por ejemplo, en algunas obras exotéricas se expone la irrealidad de dos de las tres divisiones del tiempo, diciendo: 1º  Que no hay pasado ni futuro, pues estas dos formas del tiempo son correlativas del presente; 2º  Que nadie sino quien hay obtenido el cuerpo dharmakâya, puede percibir y sentir la realidad de las cosas. De aquí otra dificultad puesto que este cuerpo “sin residuos” conduce al iniciado a la plenitud del paranirvâna (si admitiéramos literalmente la explicación exotérica), en donde no puede sentir ni percibir. Pero evidentemente nuestros orientalistas no advierten las lagunas en tales incongruencias, y especulan a su antojo sin más detenimiento ni reflexión
No es posible comprender sin clave los sistemas hinduísta y buddhista, ni el estudio comparado de las religiones constituirá una "ciencia" hasta que los símbolos de cada religión descubran sus últimos secretos.

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Los buddhistas del Sur no tienen siquiera idea de la existencia de una doctrina esotérica (semejante a perla en la concha de cada religión), al paso que chinos y tibetanos conservan numerosas señales de ella. Aunque degenerada y corrompida, la doctrina públicamente expuesta por Gautama, se guarda incólume en los monasterios chinos, a donde no puede llegar la curiosidad de los viajeros. Y aunque por tiempo de casi dos mil años, los “reformadores” hayan adulterado algún tanto el original con especulaciones de su invención, todavía alienta la verdad aun entre las masas. Pero tan sólo en las lejanías transhimaláyicas, vagamente llamadas Tíbet, en los más inaccesibles parajes del desierto y de la montaña, se conserva hoy día, en toda su prístina pureza, la esotérica “Buena Ley, el “Sello del Corazón”.

 “Doctrina del Ojo” significa dogma, letra muerta y ritualismo eclesiástico, a propósito para quienes se satisfacen con fórmulas exotéricas. La “Doctrina del Corazón” o “Sello del Corazón” (Sin Yin) es la única verdaderamente real.

 No será demasiado afirmar que aun hoy sigue siendo “inaccesible” la genuina literatura esotérica




fragmentos de DOCTRINA SECRETA
H. P. Blavatsky


exotérico: lo externo

esotérico: lo interno

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